Crónica de un terremoto anunciado en Países Bajos
La continuidad del conflicto en Ucrania hasta el invierno europeo plantea la perspectiva de aumentar la extracción de gas en un área en dónde está plenamente demostrado que la operación del yacimiento genera terremotos en zonas densamente pobladas.
Se habla poco de la asociación entre la explotación de yacimientos de esquistos (o no convencionales) y los terremotos. Tal vez la razón sea que una buena parte de estos yacimientos estás ubicados precisamente en territorios muy despoblados: es el caso de buena parte de la producción en Estados Unidos o de nuestra Vaca Muerta.
Pero no es el caso de los yacimientos en Groningen, Países Bajos, en dónde desde 2012 está ampliamente confirmado que la explotación gasífera inestabilizó los terrenos provocando terremotos que destruyeron hasta 80% de las viviendas en algunas poblaciones de esta región de la superpoblada Holanda.
El campo de Groningen contiene unos 450.000 millones de metros cúbicos de gas, suficientes para cubrir las importaciones europeas desde Rusia durante tres años. El detalle es que están enterrados bajo un suelo arcilloso blando, que tiene la desafortunada cualidad de amplificar la actividad sísmica. Los vecinos de la región dicen que el piso tiembla "como un flan" durante los terremotos.
Más de 150.000 residentes de Groningen han sufrido daños por terremotos en sus propiedades en la última década y 10.000 enfrentan problemas de salud por el estrés. Pero los terremotos “sólo” alcanzaron magnitud 3,6 y ciertos pronósticos anuncian que más tarde que temprano se producirá “el grande”, un temblor que alcance una magnitud de 5 o más.
La explotación debe continuar
Una investigación parlamentaria terminó determinando que los cientos de temblores que sufre la región están directamente relacionados con la inestabilidad provocada por la extracción de gas del yacimiento y, además de establecer compensaciones para los moradores, determinó que la producción de gas de la provincia se terminaría en 2023.
Pero Groningen es el campo de gas en tierra frime más grande de la Unión Europea , y “pasaron cosas”…. como el estallido de la guerra en Ucrania y la amenaza, cada vez más próxima, de Europa enfrentando por primera vez un invierno sin gas (o con reducida oferta) desde Rusia. En esas condiciones Groningen es considerada la última reserva de Europa frente al fantasma del desabastecimiento.
Por supuesto, la principal presión viene desde “el tractor europeo, Alemania, que está mirando con avidez estas reservas. Se prepara para invocar los acuerdos de solidaridad de la UE, que obligarían a producir si hay una interrupción importante del suministro. Pero no está sola: Lukas Trakimavičius y otros funcionarios de la OTAN ya formularon advertencias para que Groningen abra sus grifos ante tal crisis.
¿Y desde el gobierno?
El gobierno holandés, a través de su ministro de minería Hans Vijlbrief, anuncia que las preocupaciones por la seguridad deben seguir siendo la prioridad y expresa frustración por que los industriales locales piden que sus intereses (que no se interrumpa el suministro de gas) deben anteponerse a la seguridad en Groningen.
Pero más allá de su “frustración”, ya abrió el paraguas, como lo refleja el artículo de The Guardian hoy sobre el tema: “Si tenemos que cerrar industrias que significarían una amenaza para la seguridad o la salud de las personas, entonces se obtiene un equilibrio muy fino con la apertura de Groningen”, dijo el ministro. O sea, entre terremotos y desempleo, terremotos. Muy fino, verdaderamente.
En el mismo artículo se resalta que no son sólo los industriales quiénes abogan por la “solución terremoto”. Por supuesto, el lobby petrolero busca aprovechar la oportunidad de ganancias extras que representan los altos precios generados por la guerra.
Shell y ExxonMobil fundaron Nederlandse Aardolie Maatschappij (NAM), que administra el campo gasífero. Inicialmente era el NAM quien se responsabilizaba de atender las demandas de los vecinos pero en 2017 el gobierno holandés se hizo cargo. El gobierno asume que la decisión de sostener la actividad productiva es una cuestión estratégica y que la decisión final sobre la misma no es de las empresas sino estrictamente política.
Hoy, el tiempo de espera para recibir una primera oferta de compensación de las autoridades por la reparación de daños es de 238 días hábiles; usualmente la oferta ronda la mitad de la compensación de los daños efectivamente demostrables. Y las empresas gasíferas no forman parte de la compensación.
En esas condiciones, más que la crónica de un terremoto anunciado lo que describiría Gabriel García Márquez sería la “Crónica del Enriquecimiento Anunciado (de las petroleras)”, porque parece que los terremotos, sólo le importan a la gente.