El Papa Francisco llamó a “cambiar el mundo, la Iglesia y la historia”
En la séptima Misa de Gallo que ofició el sumo Pontífice también habló sobre el amor "incondicional" y "gratuito" por el prójimo.
Este martes 24, en la séptima Misa de Nochebuena en como sumo Pontífice, el Papa Francisco planteó: "Mientras que aquí en la tierra todo parece responder a la lógica de dar para tener, Dios llega gratis".
La ceremonia se desarrolló en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano donde afirmó: "Acojamos el don que es Jesús, para luego transformarnos en don como Jesús. Convertirse en don es dar sentido a la vida y es la mejor manera de cambiar el mundo: cambiamos nosotros, cambia la Iglesia, cambia la historia cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos, haciendo de nuestra vida un don".
Defendió al amor "incondicional" y "gratuito" por el prójimo. "La Navidad nos recuerda que Dios sigue amando a cada hombre, incluso al peor", dijo.
Este miércoles, antes de impartir la bendición Urbi et orbi de Navidad, usó su cuenta de Twitter para continuar brindando su mensaje. "Hoy es el día adecuado para acercarse al sagrario, al belén, al pesebre, para agradecer. Acojamos el don que es Jesús, para luego transformarnos en don como Jesús. Convertirse en don es dar sentido a la vida", escribió.
Además narró una leyenda:
“Jesús nació, los pastores corrían hacia la gruta llevando muchos regalos. Cada uno llevaba lo que tenía: unos, el fruto de su trabajo, otros, algo de valor. Pero mientras todos los pastores se esforzaban, con generosidad, en llevar lo mejor, había uno que no tenía nada.
Era muy pobre, no tenía nada que ofrecer. Y mientras los demás competían en presentar sus regalos, él se mantenía apartado, con vergüenza. En un determinado momento, san José y la Virgen se vieron en dificultad para recibir todos los regalos, sobre todo María, que debía tener en brazos al Niño. Entonces, viendo a aquel pastor con las manos vacías, le pidió que se acercara. Y le puso a Jesús en sus manos.
El pastor, tomándolo, se dio cuenta de que había recibido lo que no se merecía, que tenía entre sus brazos el regalo más grande de la historia. Se miró las manos, y esas manos que le parecían siempre vacías se habían convertido en la cuna de Dios.
Se sintió amado y, superando la vergüenza, comenzó a mostrar a Jesús a los otros, porque no podía sólo quedarse para él el regalo de los regalos”.