En América del Norte comenzó la guerra del agua entre los estados
La sequía de 23 años en la cuenca del Río Colorado, la mayor en milenios, deja sin agua las represas y sin impulso las generadoras de electricidad, pero los estados no se ponen de acuerdo en los recortes que deben hacer para compartir el recurso.
Cuando decimos Río Colorado, algunos se figurarán los 1000 kilómetros del río que marca el fin de la Patagonia y otros evocarán el impresionante Cañón del Colorado, en Arizona, formado por el paciente trabajo del río del mismo nombre, que talló el paisaje para mostrar paisajes imponentes, como la “Curva de la Herradura”, que más abajo ilustra esta nota.
De ese “Colorado” hablamos.
Nace a más de 3000 metros de altura, de las nieves de las Montañas Rocallosas y fluye en dirección suroeste por los estados de Colorado, Utah, Arizona, Nevada y California, en Estados Unidos, y por los de Baja California y Sonora en México, para desembocar en el golfo de California o mar de Cortés (océano Pacífico). Tiene 2.333 km de longitud y es el quinto río más largo de América del Norte.
Ese río Colorado es el principal proveedor de agua de las zonas áridas de la cuenca que recorre; en algunos casos representa la única fuente de agua disponible. Cuatro grandes presas del lado estadounidense y una del lado mexicano aseguraron el último siglo que sus aguas fueran sostén de la vida humana, animal y agrícola, y reserva de energía hidroeléctrica.
Atravesando tanto estados, es lo que podríamos llamar un “Río Político” por la gran cantidad de tratados y acuerdos que regulan su uso; incluso, uno internacional que establece que cantidad de agua tiene derecho a recibir México.
Pero hace muchos años ya que el río Colorado no descarga sus caudales en el golfo de California, afectando el ecosistema del delta en su desembocadura y sumiendo en la incertidumbre a los millones de personas que dependen de él.
Tiempo de cortes
Tanto es así que ayer la administración Biden anunció que la escasez de agua a lo largo del río Colorado había superado por primera vez un umbral que requerirá cortes de agua sin precedentes en Arizona y Nevada.
En esta decisión el gobierno federal dejó sin resolver la cuestión crucial de cómo los siete estados dividirán lo que queda del río en los próximos años, esperando seguramente que se pongan de acuerdo entre ellos.
Pero lo cierto es que esos estados superaron la fecha límite que tenían para llegar a un acuerdo voluntario sobre cómo reducir el uso del agua. Y nada parece indicar que estén por conseguirlo.
Deben acordar como reducir entre 3 y 5 mil millones de metros cúbicos, lo que equivale a toda el agua que fluye en el Río Paraná durante unos 3 días. Mucha agua.
En el artículo en que ayer anticipaba el tema, The Washington Post recoge la opinión del subsecretario del Interior, Tommy Beaudreau, que dijo el martes a los periodistas que "todavía había tiempo" para llegar a un consenso, aunque ya sea claro para todos que en algún momento los funcionarios federales terminarán imponiendo sus propios recortes si no se llega a un acuerdo.
El anuncio pone de manifiesto la magnitud de la crisis: ya se han secado las tres cuartas partes del agua de los embalses más grandes del país y está cerca el nivel en que las represas hidroeléctricas no pueden generar energía. Millones perderán el acceso al agua potable y al suministro de riego.
Los recortes en el uso del agua definidos para la nueva emergencia harán que Arizona reciba un 21 % menos, Nevada un 8 % y México debe prepararse para recibir 7 % menos.
¿Y los acuerdos?
Los funcionarios estatales de todas las regiones han expresado su frustración en los últimos días con las negociaciones para frenar el uso del agua. Se acusan unos a otros de no estar “haciendo lo suficiente”.
La raíz del problema es una sequía continua de 23 años, la peor racha para la región en más de un milenio.
La capa de nieve de las montañas que alimenta el río ha ido disminuyendo constantemente a medida que el clima se calienta. Los suelos cada vez más secos absorben el caudal antes de que llegue a los embalses, y el calor extremo más frecuente acelera la evaporación.
Independientemente de las soluciones a corto plazo que pudieran conseguirse con algunos acuerdos, el horizonte indica que, a más largo plazo, todos tendrán que encontrar formas de usar menos agua porque la conjunción entre sobrepoblación y cambio climático han hecho que toda esa región sea más cálida y seca y el caudal del Río Colorado no volverá a ser suficiente para los habitantes del suroeste de América del Norte.