Esperaba el fin del mundo con una cabra, un huerto y seis hijos en un sótano
Un hombre de 58 años había ocultado a sus hijos en un sótano, sin contacto con el exterior durante una década, esperando el fin del mundo.
Un joven de 25 años llegó a un bar de un pequeño pueblo en la mitad norte de los Países Bajos, pidió varias cervezas que bebió y después pidió que llamaran a la Policía para denunciar lo que su propio padre había hecho con él y con sus hermanos y hermanas: tenerlos a todos aislados del mundo, viviendo desde hace casi una década en un sótano a la espera del “final de los tiempos”. Parece que todos subsistían gracias a las verduras que daba una huerta y la leche de una cabra que mantenían en el patio de la granja.
“Dijo que se había escapado y que necesitaba ayuda. Dijo que quería acabar con la forma en la que vivía su familia. Tenía el pelo muy largo, la barba sucia, llevaba ropa desgastada y tenía una mirada confundida”, explicó a los periodistas Chris Westerbeek, el dueño del bar donde se refugió el mayor de seis hermanos. El pub está en Ruinerwold, un pueblo de unos 2.800 residentes en la provincia de Drenthe.
La granja está a unos pocos kilómetros, en la aldea de Berghuizen, donde viven unas 200 personas. El joven había acudido al bar durante varias veces los últimos días, sin saber bien qué hacer. “La primera vez lo eché, pero volvió días después”, reconoce Westerbeek. “Dice que no había estado en una peluquería en nueve años. Su forma de hablar era muy infantil”, añade.
La Policía acudió a la llamada del chico y el dueño del bar y se acercó hasta la granja donde el hermano mayor dijo que estaba su progenitor. Su sorpresa fue que se encontraron una escalera al sótano detrás de un armario en el salón. Toda la familia vivió allí todo. El padre incluso habría tenido un ACV cerebral hace unos años y estaba en cama desde entonces, pero ni así la familia tuvo contacto con el mundo exterior.
Aislamiento absoluto
El padre tiene 58 años y dos hijos y cuatro hijas de entre 18 y 25 años. El mayor llevaba sin salir de ese sótano al menos nueve años, según indicó él mismo, motivo por el cual estaba un tanto desorientado cuando entró al bar. No había estado nunca en un colegio y sus hermanos ni siquiera eran conscientes de que había una multitud de seres humanos en el mundo. La granja estaba escondida detrás de los árboles. Para acceder a ella hay que cruzar un puente sobre un canal y un camino de tierra y es apenas visible desde la carretera principal.
Llevaban una vida autosuficiente. Tenían un huerto y una cabra. Con eso se mantuvieron con vida todo este tiempo. Los vecinos más cercanos no conocían a la familia, ni la habían visto jamás, aseguran. Según un vecino, todos suponían que un hombre vivía “solo”, que él mismo había vallado la granja para aislarla de los demás, había tapado todas las ventanas de la casa, y por ahí solo paseaban unos gansos y un perro, que ladraba de vez en cuando desde el patio de la granja.
El hombre que miraba con binoculares
“Es normal. Esto es el campo y si alguien no quiere tener contacto con los demás, se acepta. Una vez escuchamos el perro ladrar mucho, pensamos que era triste para el animal, así que le escribí una carta al dueño y se la dejé en el buzón. Al día siguiente, ya no lo escuchamos ladrar más”, añade el vecino Jans Keizer. Nadie sabe cómo se llama el padre de esta familia, aunque lo conocían popularmente como “el austriaco” porque todos creían que venía de ese país.
Los residentes locales no se habían molestado en enterarse quién era su peculiar vecino, según la televisión local de Drenthe. “Si te acercabas al patio, te echaba. Estaba mirando todo el tiempo con unos binoculares. No sabíamos nada más de él, creíamos que vivía solo”, aseguró otro vecino. Cuando llegaron hace una década al barrio, los residentes se acercaron a darle la bienvenida a él y a su mujer con una flor y una botella de vino. No les dejaron pasar. Los recibieron en la puerta, tomaron los regalos y se fueron.
La gran pregunta no solo es cómo pudieron llegar hasta esta situación, sino dónde está la madre. La Policía cree que puede estar enterrada alrededor de la casa, pero después de toda la noche buscando por la granja, todavía no han encontrado pistas. El padre se ha negado a cooperar con las investigaciones para esclarecer lo que ha pasado durante casi una década en uno de los pueblos más remotos de los Países Bajos. La Policía ha detenido a un hombre dentro de la casa, pero se niegan a confirmar si se trata del padre de la familia.
La Policía ha decidido sacar a los y las jóvenes de la casa, mientras la revisan por motivos de seguridad, especialmente contra incendios. La residencia está en muy malas condiciones y se encuentra rodeada de árboles. Aunque todos son mayores de 18 años, ante su desconocimiento de la realidad, estarán bajo el cuidado municipal. La portavoz policial, Ramona Venema, asegura que las autoridades están llenas de preguntas ante una situación tan sorprendente.