Éxito de la pulseras detectoras para evitar las violaciones químicas
Debutaron comercialmente en la última festividad de San Fermín estos dispositivos que permiten detectar cuando una bebida ha sido adulterada con hasta 22 drogas. Pros y contras del sistema.
Los “Sanfermines” son una fiesta en honor a San Fermín de Amiens que se realiza anualmente en la ciudad de Pamplona, capital de Navarra. La actividad más famosa de los sanfermines es el encierro, que consiste en una carrera de personas a lo largo de un recorrido de 849 metros hasta la plaza de toros, delante de 6 toros que serán lidiados por la tarde en la corrida.
Pero desde 2016 un caso emblemático puso la lupa sobre un aspecto menos atendido de los Sanfermines, pero no por eso menos notable. Fue el caso de “La Manada”, nombre por el que se conoció un caso de violación ocurrido durante las festividades en la madrugada del 7 de julio de 2016. Un grupo de cinco hombres violó a una joven de dieciocho años en un portal en el centro de la capital navarra.
El caso tuvo amplia repercusión por que las dos instancias judiciales de Navarra, Audiencia Provincial y Tribunal Superior, lo consideraron abuso sexual. El caso fue finalmente revisado y sentenciado por el Tribunal Supremo de España, que lo consideró una violación.
Centinela
Se estima que en España, una de cada tres agresiones sexuales es mediada por lo que se denomina “sumisión química”, como se conoce al uso, sin consentimiento, de sustancias psicoactivas con fines delictivos.
El uso de este tipo de sustancias deprimen el sistema nervioso central, altera el nivel de conciencia y deja a la víctima sin voluntad ni capacidad de respuesta pudiendo provocar efectos de sedación, amnesia, alucinaciones o desinhibición.
Este año el balance de violencia sexual de San Fermín dejó formalizadas 16 denuncias por abusos y una por violación. Con estos antecedentes no sorprende que un dispositivo desarrollado por jóvenes de la propia Navarra haya sido una de las “estrellas” de los festejos.
Se trata de la pulsera “Centinela”, desarrollada por la empresa Grupo Aglaya Creativos. Tiene dos recuadros de color rojo llamados ‘test 1’ y ‘test 2’. Cuando una persona quiere hacer la prueba de detección de drogas, solo tiene que retirar el film que protege los test y depositar en cada uno de ellos una gota de la bebida.
El ‘test 1’ detecta los derivados de las ‘aminas’ o drogas estimulantes y ‘el test 2’ es para detectar el GHB (ácido gamma-hidroxibutírico) y en general las drogas depresoras.
En unos pocos segundos, se sabe el resultado. Si en el primer test aparecen unos aros naranjas oscuros o en el segundo unos aros azules, hay una alta probabilidad de que la bebida haya sido adulterada con alguna de las 22 drogas que el dispositivo detecta.
Esta pulsera, que Aglaya Creativos vende a un precio de 5 euros en su local de la calle Mayor de Pamplona, es de colores muy llamativos y tiene escrita en grandes letras la palabra ‘Centinela’ para que sirva de elemento disuasorio ante posibles casos de adulteración de la bebida por drogas.
Además la pulsera incluye un código QR que permite acceder a un sistema de geolocalización, al servicio de emergencia 112 y a un manual sobre el uso del dispositivo, entre otros contenidos.
Éxito comercial
Juan Erro, uno de los creadores de la empresa cuenta en una entrevista sobre el éxito de ventas. “Se están vendiendo muchas, ha tenido una repercusión a nivel mundial. Nos ha sorprendido, porque la gente sabía que este problema estaba por ahí dando vueltas”.
El desarrollo de este producto, ha subrayado Erro, ha tenido “mucha repercusión a nivel internacional, porque se han puesto en contacto con nosotros de toda Latinoamérica, Norteamérica, Europa… prácticamente de todos los sitios. Estamos un poco sorprendidos”.
No está claro el nivel de originalidad, porque ya en 2019 se reportaba en Alemania el desarrollo de un dispositivo similar, pero Centinela, parece ser la que ha trascendido.
Una reflexión sobre los cuidados
Al fin y al cabo se trata de un producto con un fin noble: evitar una agresión. También puede hacerse notar que es un dispositivo que hace de una falla en la educación, un negocio. Que pone un medio de protección al alcance de quién quiera y pueda pagarlo.
En definitiva, que obliga a las mujeres, víctimas del 93% de los casos reportados en España de sumisión química, en la disyuntiva de estar a la defensiva aún si el propósito es salir a divertirse.
La influencer española Ana Bernal Triviño lo pone blanco sobre negro en un posteo en Instagram, que resume en la bajada de su artículo periodístico sobre el mismo tema: “Una sociedad más segura, cargada de alarmas, no significa que sea más avanzada”.