Impuesto al eructo: ¿noticia simpática o muestra de la agricultura que viene?
Una organización que conjuga a los productores, técnicos, aborígenes, gobierno y ambientalistas, desarrolla un sistema de impuestos de la ganadería y la producción agrícola para premiar los esfuerzos de los productores que cuiden el ambiente.
Primero, alguna traducción indispensable: He Waka Eke Noa en maorí pudiera traducirse (según el sitio web Maorí para Todos de la Universidad de Auckland) por algo así como: “Estamos todas juntos en este bote”.
Y de verdad que están todos juntos: la lista de socios de la organización neozelandesa He Waka Eke Noa, una asociación de acción climática del sector de producción primaria en Nueva Zelanda conformada en 2019, incluye a “todas”: desde organizaciones de apicultores, productores de carne vacuna y ovina y de ciervos, los granjeros federados de Nueva Zelandia, organizaciones de horticultores, proveedores de riego, hasta la federación de autoridades maoríes y los ministerios neozelandeses de Industria y Ambiente.
A continuación, algunos hechos. El gobierno neozelandés anunció que toda la actividad productiva del país se regirá por el “Esquema Neozelandés de Comercio de Emisiones” (NZ ETS por sus siglas en inglés) una herramienta legal que se propuso para que el país cumpla sus objetivos de cambio climático. Como otros que ya están en funciones, el sistema se organiza “tasando” las emisiones que de este modo ingresan a un mercado en el que las empresas que ahorren tendrán créditos que podrán vender a otras empresas que no logren los objetivos.
Ahí surgió He Waka Eke Noa, con el propósito de diseñar un sistema “práctico, creíble y efectivo para reducir las emisiones a nivel de granjas”, como alternativa a la política gubernamental del comercio de emisiones; un sistema que gana terreno en el mundo financiero pero cosecha críticas de un amplio espectro.
Después de casi tres años de mucho estudio, consultando con todas las disciplinas, con 15 reportes de análisis sectoriales, la organización propuso a fin de mayo lo que la prensa, siempre lo simpático atrae audiencias, denominó “el impuesto al eructo”.
Es cierto, el sistema propone que haya un impuesto que los productores rurales paguen por sus emisiones, que, al dividirse entre emisiones de CO2 y de metano, representarán un verdadero impuesto a los eructos de las vacas y las ovejas: es que una buena parte del metano que se produce en el mundo sale del rumen de los animales rumiantes. Y en la actualidad, Nueva Zelandia tiene 1,3 vacas y más de 10 ovejas por habitante.
Solo como referencia, en Argentina el número de vacas es parecido (1,1 según el último censo) pero el de ovejas es mucho menor: apenas 0,3 ovinos por habitante.
Más allá de la gran variedad de bromas que el tema propone (¡esto implicaría que las flatulencias también estén gravadas con impuestos!) el sistema se respalda en un concepto elemental: pagarán menos impuestos los que disminuya o compensen sus emisiones. Pero además, hay un trabajo muy serio de respaldo: gracias a la tarea de difusión realizada, utilizando las herramientas y la orientación proporcionada por He Waka Eke Noa, 2021 concluyó con 61% de los establecimiento conociendo con exactitud sus emisiones a nivel de finca y con 21 % habiendo definido su plan escrito para reducir o compensar sus emisiones.
En la práctica, la organización trabaja para que el 100 % de los agricultores conozcan sus emisiones a fin de este año y que el 100 % tenga su plan escrito antes del 1 de enero de 2025.
Con estos números, el nivel de conocimiento de las emisiones del sector agrícola transforma a Nieva Zelanda en líder mundial en la materia.
Detalle final: la propuesta es que el impuesto que se recaude se emplee fundamentalmente para investigación, desarrollo y extensión de la disminución de las emisiones agrícolas y la agricultura sostenible.
En Nueva Zelanda, no tienen miedo a resolver problemas creando impuestos: se organizan para que sean justos y se utilicen razonablemente.