La alcaldesa de Ámsterdan quiere cerrar la “Zona Roja”
Con la idea de poner fin a “la prostitución como espectáculo”, plantea cerrar o trasladar escaparates en barrio Rojo de la capital holandesa
El Distrito Rojo de Ámsterdam, una de las zonas más populares de la ciudad, y donde operan unas 600 prostitutas que se exhiben en sus famosos escaparates puede cambiar pronto de aspecto.
La alcaldesa, la ecologista Femke Halsema, presentó este miércoles para su discusión un proyecto múltiple con el que espera poner fin al turismo masivo que congestiona el barrio y combatir la prostitución ilegal y el tráfico de personas. Halsema cree que la capital holandesa está lista para un cambio de imagen que, de aceptarse, contempla desde correr las cortinas de los escaparates de las prostitutas para evitar grupos de curiosos a cerrar todos los burdeles de la zona y repartirlos por la capital y alrededores.
La prostitución es legal en Holanda desde el año 2000 y la alcaldesa es pragmática. “Se legalizó porque pensamos que es una oportunidad para que la mujer que la ejerce sea independiente.
Es un hecho histórico en el centro urbano, pero se analiza desde un punto de vista moralizante, o bien en discusiones muy polarizadas. Es necesario hablar con todo el mundo y alcanzar un consenso, aunque la decisión final compete al Ayuntamiento. Yo sólo aliento el debate”, declaró Halsema al periódico local Het Parool.
El plan propuesto tiene alternativas diversas: correr las cortinas de las ventanas para que las prostitutas no sean parte de la oferta turística, aunque también pueden sentirse desprotegidas, un aspecto a tener en cuenta; cerrar una parte de los edificios y sus ventanas y abrirlos en otras zonas de la ciudad para no tener que compensar a los dueños del inmueble por la pérdida de inquilinas; ampliar el número de escaparates y prostíbulos en el Distrito Rojo, pero manteniendo las cortinas bajas; o clausurar todo en el barrio y repartir ventanas y clubes por Ámsterdam o tal vez en las afueras.
Todo un abanico para que los ciudadanos opinen.
Según la regidora, “deben garantizarse los derechos de las prostitutas para que trabajen de forma autónoma, pero en el Distrito Rojo se han convertido en una atracción y la gente se ríe de ellas, las insulta o las fotografía sin su permiso. Luego hay que combatir el tráfico de personas, el fraude y el blanqueo de dinero y devolver la tranquilidad al barrio”.
En el sindicato que agrupa a las trabajadoras, Proud, el amplio proyecto no ha sentado bien. “No empodera a la mujer en absoluto. Ellas deben tomar sus propias decisiones y hay que dejarlas operar por su cuenta. Todas saben cómo acceder a la policía o a las instancias locales adecuadas si pasa algo, no es necesario obligarlas a pedir una licencia para tener clientes en casa con la excusa del tráfico de personas”, dice Foxxi Angel, la portavoz sindical, que ejerce con este nombre. La ley holandesa considera a la prostituta una trabajadora por cuenta propia y cada Ayuntamiento decide si exige o no un permiso de trabajo; para los prostíbulos en cambio sí es obligatorio.
La agrupación calcula que “de las cerca de 600 trabajadoras del barrio, el 50% es de Europa central y del este y el resto de América Latina; más o menos, porque hay muy pocas holandesas autóctonas”.
Según la información colgada en la página web de Agapi, el alquiler de una habitación le cuesta a la trabajadora sexual 100 euros durante el día; de noche son 175 euros. El turno de mañana y tarde se prolonga entre las 10.00 y las 20.00 horas. El de noche empieza a las 20.00 y llega hasta las 05.00 de la madrugada.
“En ambos, hay vigilancia del personal del club para evitar clientes indeseables o malos tratos. En caso de emergencia, la trabajadora puede pulsar una alarma. En situaciones extremas se llama a la policía”.
Ámsterdam “está lista para pensar en un Distrito Rojo sin prostitución, si es necesario”, dijo la alcaldesa. La próxima semana, está previsto un primer encuentro entre todos los interesados, es decir, trabajadoras, vecinos, dueños de burdeles y ventanas y el propio Ayuntamiento, para analizar los planes.
Durante el verano, un mensajero municipal se reunirá con cada uno de sus representantes para averiguar cuáles son las propuestas preferidas: una o dos a lo sumo. Sobre ellas, evaluadas y tal vez retocadas, debe tomarse la decisión final.