Las aguas superficiales y subterráneas de Europa están contaminadas con agroquímicos
Un relevamiento de la Agencia Ambiental Europea muestra que aún hay restos de productos cuya circulación se prohibió hace más de una década. Las coincidencias con la situación en nuestro país.
Los plaguicidas pueden contaminar las aguas superficiales y subterráneas y pueden ser perjudiciales para el medio ambiente y para la salud. Por eso, uno de los roles críticos de las agencias ambientales es gestionar relevamientos periódicos que permitan conocer la situación, aunque en muchos casos, esos relevamientos solo constatan que “el daño ya está hecho”.
Europa tiene objetivos más que ambiciosos: el “Pacto Verde” establece objetivos para reducir el uso y los riesgos de los plaguicidas en un 50% para 2030 en un plan de acción de largo plazo que se propone lograr contaminación cero. También aprobó la estrategia de la granja a la mesa y la estrategia de biodiversidad, con un enfoque en la protección de los ecosistemas y la mejora de la biodiversidad.
Pero a pesar del empeño normativo, los agroquímicos sostienen su contaminación en el tiempo.
La Agencia de Protección Ambiental (EEA por sus siglas en inglés) acaba de publicar un relevamiento de la contaminación de aguas superficiales y subterráneas entre 2013 y 2019 reflejando que la contaminación no cede y que alcanza todos los países de la Unión Europea, sin distinciones.
Dependiendo del país, entre el 13% y el 30% de todos los sitios de monitoreo de aguas superficiales, tiene uno o más pesticidas detectados por encima del umbral de efecto cada año entre 2013 y 2019. En el caso de las aguas subterráneas también, cada año y en cada país el agua subterránea mostró presencia de niveles de uno o más pesticidas, excediendo los límites establecidos, aunque en menor proporción (entre el 3% y el 7%).
Para dimensionar mejor la extensión del fenómeno baste decir que la Directiva Marco del Agua (DMA) establece un estándar de calidad preventivo de 0,1 µg por litro para cualquier plaguicida; es decir la millonésima parte de un gramo por cada litro.
Los plaguicidas que con mayor frecuencia causan excedentes en las aguas superficiales son los insecticidas imidacloprid y malatión, y los herbicidas MCPA, metolaclor y metazaclor, todos los cuales fueron aprobados para su uso en productos fitosanitarios durante el período de seguimiento, aunque algunos (como el malation) ya no están aprobados. En las aguas subterráneas, aunque está prohibida en Europa desde 2007, el herbicida atrazina y sus metabolitos fueron responsable de la mayoría de los excesos detectados.
Lo llamativo del seguimiento es que, pese a las restricciones generales dispuestas por las normativas, en los 6 años de estudio no se muestra una tendencia significativa a la baja.
País por país
El cuadro no es diferente cuando el seguimiento analiza el comportamiento de la contaminación por país.
Entre 2013 y 2019, se reportaron pesticidas en un total de 9,327 sitios de monitoreo para aguas superficiales y 13,544 sitios para aguas subterráneas. El número de sitios de monitoreo que reportan datos de aguas superficiales varía por país desde menos de 10 sitios (Hungría, Islandia, Luxemburgo, Suiza) a más de 1,000 sitios (Francia, Italia, Polonia, España). Existe una variación similar en los sitios de monitoreo de aguas subterráneas: los números van desde 39 sitios en Lituania hasta más de 3,000 sitios en Italia y más de 1,000 sitios en Austria, Francia, Alemania, España.
El número de plaguicidas reportados en aguas superficiales varía desde menos de 10 sustancias (Dinamarca, Hungría, Islandia, Luxemburgo, Noruega, Suiza) hasta más de 100 sustancias (República Checa, Francia, Alemania, Italia). En el caso de las aguas subterráneas, el número más bajo de plaguicidas se registró en Austria (6) y el número más alto en Francia (215).
La situación en Argentina
En nuestro país no hay estudios sistemáticos con este alcance ni legislación que regule los límites admisibles y mecanismos de control, a pesar tener una de las tasas de uso de agroquímicos por habitante más altas del mundo.
Apenas existen regulaciones sobre la presencia de glifosato en el agua potable en una modificación de la Ley 24051 (Residuos Peligrosos) y en un dictamen de la Subsecretaria de Recursos Hídricos de la Nación (2003).
En contraste con la falta de reglamentación, cada vez que se ha estudiado el impacto de los agroquímicos en la contaminación de las aguas, los resultados son contundentes. Por ejemplo, un trabajo publicado en 2020 por el INTA (Estación Experimental Quimilí), presenta el muestreo desarrollado entre los años 2014 y 2017 en los alrededores de localidades del área agrícola de Santiago del Estero para determinar la presencia de distintos plaguicidas y sus productos de degradación en fuentes de agua usadas para consumo humano y animal.
Los sitios incluyeron aljibes en los cuales se recolecta el agua de lluvia (el principal foco de este muestreo), represas que recolectan agua de escorrentía o traída por un canal y pozos de los que se extrae agua subterránea. En el Laboratorio de Plaguicidas de la EEA INTA Balcarce se analizó la presencia y concentración de 34 moléculas: 30 plaguicidas y 4 metabolitos secundarios.
No es sorprendente que también aquí sea la atrazina (y sus metabolitos) el principal contaminante: estaba presente en 99% de las fuentes testeadas. Metolaclor, el segundo contaminante más presente en Europa, es también el segundo en Argentina.
Siendo el glifosato el producto más amplia y discrecionalmente utilizado (se estima que Argentina es rociada con unos 25 millones de litros por año), tampoco debe sorprender que sea el agrotóxico encontrado en mayor concentración: los valores promedios estuvieron por encima del miligramo por litro de agua, entre 10 y 100 veces superior a los niveles del resto.
Que esté presente “apenas” en 46% de las muestras tiene que ver muy probablemente con fenómenos asociados al metabolismo de degradación y a los límites en las técnicas de detección. Baste decir que su metabolito de degradación, estaba presente en 63% de las muestras a la mitad de la concentración del glifosato.