Las emisiones continúan creciendo: las razones explicadas en tres sencillos gráficos
Aunque con la pandemia Covid-19 se generó la ilusión de que se había alcanzado el pico de emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, aún con la pandemia vigente, se vuelven a alcanzar récords. Aquí algunos de los motivos de esta suba imparable
Aún no terminó el año, pero todas las fuentes coinciden en que 2022 marcará un nuevo récord en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), enterrando definitivamente la tenue esperanza que durante las implacables cuarentenas de 2020 condujeron a la mayor reducción de emisiones de anhidrido carbónico (CO2) de la era moderna (5,2%).
Ya el mes pesado Global Carbon Project presentó un informe en el que estimaba que las emisiones de carbono de los combustibles fósiles en 2022 alcanzarían los 37.500 millones de toneladas de dióxido de carbono, las más altas jamás registradas. La reducción fue un espejismo: las emisiones de CO2, como después de cada crisis mundial, regresaron con más fuerza que nunca.
En un detallado artículo publicado en The Washington Post, Shannon Osaka, periodista especializada en temas ambientales explica por qué las emisiones continúan en ascenso en tres sencillos gráficos, seleccionados entre los más de 50 que muestra el trabajo original.
1- La crisis y sus rebotes
En la historia moderna, las emisiones de carbono han disminuido exclusivamente en las crisis. El gráfico lo muestra con claridad para las cuatro crisis recientes del capitalismo: la primera y segunda crisis del petróleo, el crack financiero de 2008 y la pandemia de Covid 19. Hay que decir que está última es una reducción solamente comparable a las secuelas de la Segunda Guerra Mundial.
La impresionante canalización de recursos estatales en los esfuerzos para paliar la crisis pudo haberse canalizado contemplando la expansión de actividades que redujesen las emisiones, pero, claramente, las urgencias de los estados no miraron en esa dirección: solo el 6 por ciento del dinero de estímulo gastado por las naciones del G-20 se destinó a áreas que podrían reducir las emisiones.
2- Es el carbón, estúpido!
Parece mentira que aún, con el peso de literales toneladas de evidencia, las naciones no puedan ponerse de acuerdo en algún mecanismo que limite el consumo de carbón.
El carbón es el combustible fósil más sucio del mundo: además de las partículas que contaminan el aire, libera 820 toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero por cada gigavatio de electricidad producido. Se estima que la energía solar, como punto de referencia, libera alrededor de cinco toneladas métricas por cada gigavatio de electricidad producido.
Es claro, no es la misma clase de problema para las naciones en desarrollo (entre las que sobresalen las dos más pobladas del planeta, China e India) que para el mundo desarrollado, pero aún así, el tímido intento de frenar el uso del carbón como fuente primaria de energía se estrelló contra la realidad de la guerra en Ucrania.
Hasta los países europeos, pioneros en la curva de disminución de emisiones, han autorizado aumentos en los consumos para afrontar las consecuencias de la suba del gas ruso. En la India, en donde la expansión del consumo de un sexto de la población mundial demanda energía barata, el consumo de carbón se dispara; en China, se mantiene estacionario, pero sin un panorama claro.
3- Algo más sobre diferencias entre naciones
Al final de cuentas, una cuestión definitoria es que los países desarrollados generaron su desarrollo acumulando CO2 en la atmósfera de todo el planeta y ahora se encuentran preparados para afrontar los programas de descarbonización, pero la disminución de emisiones no ocurre lo suficientemente rápido para contrarrestar el crecimiento de las emisiones de los países en desarrollo.
Las emisiones de China se han disparado en los últimos 20 años, a medida que el país se ha desarrollado y ha sacado a millones de personas de la pobreza.
Y así y todo, debe recalcarse que China todavía tiene emisiones de carbono per cápita largamente más bajas que los Estados Unidos: según las cifras del Banco Mundial, cada habitante de China emite por año 7,6 toneladas de CO2 equivalente contra las 14,7 que emite un estadounidense promedio; el promedio del planeta es de 4.4 y el de los argentinos es de 3.7).
Esto plantea la cuestión recurrente de las cumbres del clima: ¿cómo se deben repartir los compromisos y los esfuerzos entre el concierto de naciones?
Hasta ahora, no hemos encontrado una fórmula que permita, si no disminuir las emisiones, que encuentren un pico.