Prohibir o no prohibir, el dilema actual con los plásticos
Comienzan a conocerse las posiciones que llevarán los distintos bloques a la próxima reunión que se realiza en París para intentar limitar la contaminación plástica del planeta. Estados Unidos y Europa enfrentados desde el inicio.
“Contaminar o no contaminar” podría ser la pregunta que Shakespeare escribiese hoy para su Hamlet si fuese nuestro contemporáneo. El monólogo escrito hace más de 400 años se sostiene con singular actualidad.
“Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia?” dice Hamlet en el más famoso monólogo del teatro universal.
Atrevida resistencia es lo que una buena parte de los estados del mundo se proponen para resolver el tema de la contaminación plástica, comenzando por la poderosa Unión Europea. En cambio, los Estados Unidos parecen estar, como en otros temas ambientales, en la línea de “sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta”.
Al menos eso es lo que se aprecia después de conocerse los documentos que cada país prepara para asistir en mayo próximo al Comité Intergubernamental de Negociación (INC 2), en París. La primera sesión de este Comité, la INC-1, se desarrolló a finales del año pasado en Punta del Este, poniendo como objetivo central un tratado internacional legalmente vinculante. Es decir, un tratado que obligue a las naciones a cumplir las metas propuestas.
En total, las Naciones Unidas han recopilado más de 60 presentaciones de apertura de los países participantes y otros 200 comentarios escritos de organizaciones no gubernamentales, incluidos grupos ambientales y empresariales, antes de esta segunda reunión de negociación que se desarrollará del 29 de mayo al 2 de junio próximos. En marzo pasado, en una preparatoria en Kenia, los países acordaron trabajar para lograr un acuerdo global sobre plásticos dentro de los próximos dos años.
Dilemas de la modernidad
El dilema actual puede presentarse en términos de alcance y obligaciones, como ocurre con la mayoría de las discusiones sobre el ambiente.
Algunos analistas describen la posición inicial de la administración Biden como vaga y débil, a pesar de su reconocimiento de la necesidad de acabar con la contaminación plástica para 2040.
Señalan que la propuesta, por ejemplo, exige planes de acción nacionales individuales en lugar de fuertes mandatos globales. El modelo de “compromisos por nación” parece no estar a la altura de las circunstancias. O al menos es lo que se deduce del análisis de los compromisos de recorte de emisiones contaminantes que las naciones han propuesto y que quedaron muy lejos de lo requerido para evitar que la temperatura global aumente más de 1,5°C para fin de este siglo.
La propuesta de Estados Unidos tampoco propone recortes exigibles en la fabricación de plásticos, a pesar de que reducir la producción de plásticos fue una recomendación clave del informe 2021 de sus mismísimas Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina sobre los impactos devastadores de la contaminación plástica.
En este punto, aunque los consensos internacionales han avanzado al menos hasta el punto de considerar la prohibición del uso de plásticos no reciclables en todas las aplicaciones en que pueden ser sustituidos, los Estados Unidos insisten con su mirada de que debe ser el propio “mercado” quién extinga su uso y no legislación restrictiva.
La propuesta de EE. UU., hecha pública en febrero, exige una mejor gestión de los desechos plásticos, como la reutilización, el reciclaje y el rediseño de los plásticos, que son los mismo principios con que se sostienen las recomendaciones de las industrias del sector.
No hay declaraciones de los funcionarios del Departamento de Estado sobre la propuesta norteamericana. El único documento escrito sentando posición sobre el tema es la declaración realizada en diciembre por Mónica Medina, subsecretaria de Estado, luego de la primera ronda de negociaciones en Uruguay.
Allí dice: “El mundo se está ahogando en plásticos, esta es una crisis para las personas y la naturaleza, y una que solo está empeorando. Pero un enfoque impulsado por el país debería fortalecer la ambición. Y debería fomentar la innovación a lo largo del tiempo. Evitemos la tentación de imponer medidas únicas que reduzcan nuestra ambición”.
La otra campana
Esta mirada contrasta marcadamente con las presentaciones hechas por una coalición de “alta ambición” que incluye a miembros de la Unión Europea. Esas diferencias revelan profundas divisiones entre algunas de las 160 naciones que trabajan para resolver un problema que Naciones Unidas describe como una triple crisis planetaria de cambio climático, pérdida de la naturaleza y contaminación.
Tal vez la principal crítica es que el acuerdo de París se basa demasiado en la acción colectiva sin suficientes incentivos o sanciones para asegurarse de que los países cumplan con sus compromisos.
La High Ambition Coalition to End Plastic Pollution (Coalición de Alta Ambición para Acabar con la Contaminación Plástica) está integrada por 40 miembros y es encabezada por Noruega y Ruanda. En su diagnóstico señala que el consumo de plástico se ha cuadruplicado en los últimos treinta años y que la producción de plástico probablemente se duplicará en los próximos veinte.
“Medidas y objetivos para limitar la producción de plástico serán necesarios para reducir la presión sobre el medio ambiente a nivel mundial” dice el documento presentado.
“Se debe exigir a cada país que tome medidas efectivas para reducir la producción de polímeros plásticos primarios a un nivel acordado para alcanzar un objetivo común”.
Claramente “exigir” es la palabra sobre la que se centrarán muchas discusiones en la futura cumbre de París.
Y, tal como en el drama de Shakespeare, la humanidad enfrenta un dilema que se traduce, literalmente, en la perspectiva de continuidad de la vida tal como es hoy conocida en el planeta. “Ser o no ser”.