La destrucción del adversario rige desde el principio de los tiempos.

Satán, como primer enemigo de Dios. El ángel caído que se rebela, el que quiere invertir la norma. Diferente y amenazante. El chivo expiatorio que debe quedar afuera para que podamos seguir juntos. El principio de la discriminación y eso que no nos deja integrarnos.

Integrar significa no tocar, mantener intacto. Pero nosotros no queremos integrar, queremos destruir. Y si no destruimos, cuanto mucho intentamos "asimilar" desde una superioridad moral. Convertir al otro en igual.

Así, toda vida se sostiene sobre la violencia porque la ley de la vida es la ley del hambre y de la necesidad de alimentarse de otro. Pero los seres humanos somos los únicos que ejercemos esa violencia más allá de lo necesario: por odio, por ira, por tener siempre mas.

Gente conmigo, por María Teresa Andruetto - NDOM (03/09)