La evidencia de que los animales (no humanos) se comunican es abundante. De hecho, hace muy poco se instituyó un premio para el primer equipo que consiga comunicarse con animales: Diez millones de dólares.

Y hay un capítulo especial de la comunicación que es llamar a otro. Algunos delfines y loros se dirigen a sus congéneres imitando las llamadas del destinatario. Es decir, “llaman” a otros imitando un sonido que característicamente hace el sujeto al que se llama.
Esta práctica implica un hábito cuyo aprendizaje presenta beneficios para la comunidad pero dista mucho de las “llamadas” entre humanos.

Se pensaba que el uso de “nombres”, la asignación de una denominación personal y arbitraria a una persona, era una práctica exclusiva de los seres humanos. 
Sin embargo, en un trabajo recientemente publicado, un grupo de investigadores de la Universidad de Colorado en USA, muestran que los elefantes africanos se llaman entre sí con sonidos individualmente específicos, que no imitan “vocalizaciones” del receptor, sino que son arbitrarias, igual que hacemos las personas.

La investigación cobra relevancia porque etiquetar con nombres a personas no difiere mucho de la práctica de etiquetar objetos, sucesos o ideas con sonidos aprendidos (etiquetado vocal) y esta es una práctica crucial para el lenguaje humano, aunque hasta la fecha la evolución de esta capacidad no se comprenda bien.

Una idea original

El autor principal del trabajo, Michael A. Pardo, concibió la idea de este estudio cuando era estudiante de doctorado, después de inspirarse en un trabajo que mostraba que algunos delfines se refieren entre sí con llamadas similares a nombres.

Miembros del equipo sospechaban que los elefantes podrían tener llamadas similares basándose en años de experiencia en la observación de los paquidermos y estaban entusiasmados por investigar la cuestión empíricamente. 
Según cuentan los autores, el experimento de reproducción fue simultáneamente una de las partes más emocionantes y desafiantes de la investigación, debido a la dificultad de encontrar elefantes específicos que estuvieran aislados del sujeto que llamó originalmente.

Los elefantes no se eligieron arbitrariamente como objeto de investigación: aprenden vocalmente, tienen un cerebro muy desarrollado y tienen una estructura social en la que poder comunicarse con otros individuos podría resultar beneficioso.

Para desarrollar la investigación utilizaron una combinación de machine learning y experimentos de reproducción en el campo. El machine learning es un subconjunto de la inteligencia artificial (IA) enfocado en enseñar a las computadoras para que aprendan de los datos que registran y mejoren con la experiencia, en lugar de ser explícitamente programadas para hacerlo.

La investigación "no sólo muestra que los elefantes utilizan vocalizaciones específicas para cada individuo, sino que reconocen y reaccionan a una llamada dirigida a ellos ignorando las dirigidas a otros", afirma el autor principal del estudio, Michael Pardo.

"Esto indica que los elefantes pueden determinar si una llamada estaba destinada a ellos con solo escucharla, incluso cuando está fuera de su contexto original", agregó.

Los elefantes emiten una amplia gama de sonidos, desde fuertes trompetazos hasta retumbos tan bajos que el oído humano no puede oírlos. Para este trabajo, los investigadores examinaron los “estruendos” de elefantes registrados en la reserva nacional de Samburu y el parque nacional de Amboseli en Kenia.

Utilizando un algoritmo de aprendizaje automático, identificaron 469 llamadas distintas, con 101 elefantes emitiendo y 117 recibiendo.

Los nombres no siempre se utilizaban en los cantos de los elefantes. Pero cuando se pronunciaban nombres, a menudo era a larga distancia y cuando los adultos se dirigían a los elefantes jóvenes.
Los adultos también eran más propensos que las crías a usar nombres, lo que sugiere que podría llevar años aprender este talento en particular.

Conclusiones

Entre las conclusiones del trabajo, se resaltan las siguientes: “Nuestros resultados, combinados con trabajos previos en delfines y loros, sugieren que la necesidad de abordar a sus congéneres como individuos puede haber sido una presión de selección importante en la evolución del aprendizaje vocal. 

También tienen implicaciones para la cognición de los elefantes, ya que dirigirse unos a otros con etiquetas vocales (especialmente etiquetas no imitativas) sugiere capacidad para el pensamiento simbólico”.

Con este trabajo, al menos por ahora, se sugiere que los elefantes y los humanos son los únicos dos animales conocidos que “inventan” nombres entre sí. Los investigadores señalan que debería investigarse más para conocer cómo es el mecanismo de generación del nombre y el proceso e aprendizaje de su uso.

También pone la mirada sobre el origen evolutivo de este talento para poner apodos, dado que los antepasados de los elefantes se separaron de los primates y los cetáceos hace unos 90 millones de años.