Por: Gabriela Weller (*)

El intendente de Córdoba Martín Llaryora inauguró el período de sesiones del Concejo Deliberante con un discurso más centrado en la herencia que en las propuestas. Y de éstas, ni una sola palabra destinada a la inclusión social, a la intervención en temas de género o a la implementación de políticas de prevención de violencias en salud o en educación. 

Una ciudad con 37 escuelas municipales, 11 Centros de Participación Popular y 3 hospitales propios -aún deteriorados, desfinanciados o cuasiabandonados- es poseedora de una infraestructura básica a partir de la cual mejorar la vida de la gente. ¿Por qué seguir de espaldas a la Educación Sexual Integral y a la Prevención de la violencia de género, ambas leyes nacionales aprobadas en 2006 y 2009 respectivamente, que incumplieron los gobiernos anteriores?

Según expresó Llaryora, “la ciudad de Córdoba es la capital del abandono”. Es posible, pero no sólo por las circunstancias que enumeró -obras inconclusas, deterioro de los espacios públicos,  contaminación, cloacas, baches- sino también por la falta absoluta de responsabilidad, planificación y ejecución de políticas públicas por la igualdad de género y por la prevención, sanción y erradicación de las violencias contra las mujeres. El intendente mostró los números: el endeudamiento de la ciudad asciende a más de 29 mil millones de pesos. “Le debemos a todos”, dijo Llaryora. Y a las mujeres, porque siguen siendo el blanco de las violencias, de la exclusión y del desamparo.

Lo que no puede esperar más, donde hay que “actuar rápido y con políticas de shock”, como quiere el intendente, no sólo es la “smart city”. Urge una ciudad sin violencias por razones de género, con educación sexual integral en sus 37 escuelas, con interrupción legal del embarazo en sus hospitales y con igualdad e inclusión para todos y todas.

(*) Editora de género de los Servicios de Radio y Televisión (SRT)