Algunas reflexiones para después de la pandemia
1. El futuro, apenas una conjetura. Es muy difícil, en las actuales circunstancias, imaginar el día después. En realidad, el nivel de incertidumbre es tan alto, que pensar en el futuro posterior a la epidemia es apenas una conjetura, basada en pocas premisas.
En primer lugar, se estima que en un determinado lapso (¿dos o tres meses, un semestre?) podrá levantarse el confinamiento y de a poco retornar a las actividades.
Segundo, se presume que lo que llamamos “actividades” no volverán a ser, al menos por un tiempo prolongado, las mismas que antes, en términos de contenidos, intensidad y retribución.
Tercero, puede establecerse, como noción general, que la salida dará lugar a una “reconstrucción” progresiva y dificultosa de los lazos sociales, económicos, grupales y familiares.
Cuarto, que esa reconstrucción ocurrirá a la vez a nivel mundial y al interior de cada estado nacional, con consecuencias y modalidades muy complejas de prever, pero con una certeza: los países en vías de desarrollo sufrirán más y tendrán mayores dificultades para restablecerse.
2. Comprender el estado de excepción para salir de él. Lo que sabemos es que el COVID-19 gobiernos a adoptar medidas extraordinarias, que encuadran en el concepto de “estado de excepción”. Esta situación tiene un rasgo central: por una necesidad considerada superior y excluyente, se otorgan prerrogativas especiales a los gobiernos para que tomen decisiones que en situación de normalidad no podrían tomar.
La experiencia occidental indica, en casos de terrorismo, que estas decisiones han restringido libertades públicas aseguradas a los ciudadanos por las constituciones democráticas: trabajo y circulación, reunión, manifestación, etc. Aunque con particularidades, la pandemia nos enfrenta a este caso: no se puede circular, la mayoría de la población está impedida para trabajar, no funciona plenamente el poder legislativo, está suspendido el servicio de justicia, el gobierno gestiona mediante DNU. Entender el estado de excepción es un requisito para salir de él en cuanto se pueda. Como sabemos, el peligro de esta situación es que se normalice.
El gobierno debe ser el primero en entenderlo, desechando cualquier extensión injustificada, y sabiendo que los costos a pagar serán muy altos si no se sale a tiempo. Aquí parece imposible evitar el riesgo. Faltarán días o meses para enfrentar el dilema, pero es preciso empezar a diseñar la respuesta ya, aunque sea tentativa.
3. Nuevos liderazgos para diseñar y orientar el día después. Observando sondeos de opinión anteriores a la pandemia, podía establecerse una hipótesis: está mutando el perfil de los liderazgos políticos. Crecen las figuras de Alberto Fernández (AF) y Horacio Rodríguez Larreta (HRL), mientras se estancan o disminuyen la de los dos expresidentes, que dominaron la escena política en la última década: Cristina Kirchner y Mauricio Macri.
¿Qué significa esto? Puede intentar responderse con una segunda hipótesis: a pensar de pertenecer a fuerzas distintas, AF y HRL son percibidos por la sociedad como administradores públicos, una función y una virtud requerida en momentos de crisis. Esta demanda, que era necesaria antes del coronavirus, ahora alcanza una centralidad impensada.
En esta circunstancia, la imagen de los dos dirigentes, a los que la sociedad ve actuar de acuerdo, se refuerza, alcanzando los niveles más altos de toda la dirigencia política.
4. Desplazamiento de los ejes de acción y las prioridades. Si la observación sobre la transición de liderazgos es correcta, es probable que se fundamente en un desplazamiento de ejes y prioridades. La epidemia nos lleva de lo político a lo burocrático. Se corre el eje de la competencia por el poder para dejar lugar a la dimensión administrativa de las políticas públicas.
En ese contexto, los gobernadores, los intendentes, los funcionarios y los dirigentes políticos que facilitan el consenso, adquieren protagonismo más allá de su adscripción partidaria. No se trata de una redefinición de roles entre público y privado, sino antes de un replanteo al interior de lo público.
Por cierto, esta transición tiene su lado oscuro: primero, la burocracia, como enseñaba Max Weber, no piensa estratégicamente; segundo, en el mejor de los casos es meritocrática, no necesariamente democrática. Y tercero, pensando en la Argentina, el aparato estatal es poco eficiente y tiene serios problemas organizacionales.
5. Un nuevo consenso para recomenzar. El Gobierno promovió y logró establecer un amplio consenso para afrontar la pandemia. Este acuerdo involucró a especialistas en salud, funcionarios, intendentes, gobernadores y dirigentes opositores. La salida requerirá de un nuevo y más amplio consenso sobre el que ya es recomendable trabajar.
Debe involucrar al menos a empresarios, economistas, sociólogos, psicólogos sociales, filósofos y ambientalistas.
Y deberá tener una premisa: hacerse con transparencia, sin manipulaciones para obtener ventajas sectoriales, sin demagogia y sin autoritarismo. Será crucial saber cuándo las consecuencias económicas empezarán a ser más destructivas que las sanitarias. Y no confundir esa dura evidencia con el relato neoliberal. Entonces habrá que actuar, aún sin certezas. E inevitablemente deberán correrse riesgos, porque eso también forma parte del tipo de liderazgo que se requerirá para salir de la pesadilla.
Eduardo Fidanza (Buenos Aires) es Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, analista político y columnista del diario La Nación. Obtuvo un diploma de especialización en Sociología del Desarrollo en el Instituto de Cooperación Iberoamericana, en Madrid, España. Desde el año 2005 es socio y cofundador de Poliarquía Consultores. Es miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo, socio fundador y miembro de la Sociedad Argentina de Investigación de Mercado y Opinión Pública.
Fuente: publicación El Futuro después del Covid-19