Brasil: con hambre no se puede pensar
El hambre -a fome-, síntoma estructural de Brasil y la región, agravado por darse en territorios donde se producen alimentos para el resto del planeta. En el último año, crisis pospandemia y gestión neoliberal mediante, se generaron las condiciones para la aparición de 14 millones de nuevos hambrientos en el primer exportador mundial de carne bovina y de aves.
El eterno -absurdo-, estructural drama de América Latina: convivir con una contradicción flagrante, el padecimiento del hambre en las tierras más generosas en cultivos y alimentos. En Brasil, según los datos que la Rede Brasileira de Pesquisa em Soberania e Segurança Alimentar e Nutricional* (PENSSAN) recopiló en el período noviembre 2021 / abril de 2022, existen 33,1 millones de personas -15,5% de la población total- que están en la más cruda situación de hambre.
La Inseguridad Alimentaria Grave, una de las tres categoría técnicas con que trabaja PENSSAN, retrocedió a subsuelos históricos. “Los datos muestran que el hambre volvió a niveles de 2004. A inicios de 2022, la realidad es aún peor, porque el porcentaje de hogares donde las personas vivencian el hambre aumentó del 9% al 15,5%. Esto significa 33,1 millones de brasileños y corresponde a un aumento de 14 millones de personas que pasaron a convivir cotidianamente con el hambre”.
Siguiendo el período 2021-2022, sólo 4 de cada 10 hogares logran acceder plenamente a la alimentación, el privilegio del siglo XXI. Los 6 restantes dividen la aventura indigna entre la “preocupación por la posibilidad de no tener alimentos en un futuro cercano” (leve), la “reducción de la calidad de las dietas” (moderada) y los que crudamente pasan hambre y no pueden saciarla (grave).
“Hambre es un cuerpo comiéndose a sí mismo”, dice Martín Caparrós en -precisamente- El Hambre (Editorial Planeta, 2015). Cuando no hay con qué nutrir el cuerpo se devora a sí mismo, el organismo entonces desespera, la persona pierde su integridad, se desdibuja.
Al igual que Argentina, por no decir toda la región, la matriz económica de Brasil está cada vez más acoplada a la pizarra de los precios internacionales de las materias primas, escenario favorable al agronegocio y la exportación de soja y caña de azúcar, principalmente, a la vez que se genera hacia el mercado interno un encarecimiento de los alimentos y productos de primera necesidad. En esa tragedia de variables, que tiene todo de histórico y estructural, es que se dan fotos como las de Domingos Peixoto.
"Camión con piel y huesos se convierte en esperanza de alimento para los que pasan hambre en Rio", el título de Extra en su versión digital, publicado el 28 de septiembre de 2021. Así de absurdo: piel y huesos como esperanza de alimento. Una degradación en la que caen por supuesto (Brasil fue el último país de Occidente en abolir la esclavitud, en 1888, con la Ley Áurea) los negros y los mulatos.
En una escala previa antes de convertirse en jabones y alimento balanceado para mascotas, los huesos, grasas y restos de piel son ofrecidos en la caja del camión a moradores de Glória, barrio del centro-sur de Rio. El dolor de la pobreza: escarbar en lo que nadie quiere. A dor da fome, la tapa que recorrió el mundo. ¿Qué tan cruel resulta la idea de ser granero del mundo y no poder, hacia dentro, garantizar un plato de comida?
En el año 2018 el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) informó que el país contenía entonces el mayor rebaño bovino del mundo, 213,5 millones de cabezas, cifra superior incluso a la población de 210,1 millones de habitantes ese año.
“Si soy elegido el pueblo volverá a comer carne”, dijo Lula da Silva en el debate presidencial del último viernes. Cuando en junio pasado PESSAN hizo público su último informe, el líder del PT hizo referencia a los porcentajes en un tweet.
Recordó que cuando llegó a la presidencia, en 2003, su “meta era simple: garantizar tres comidas al día para los brasileños”. A eso, agregó: “Sacamos a Brasil del Mapa del Hambre, pero desgraciadamente nuestro país retrocedió”.
Salir del Mapa del Hambre (ONU) para volver a entrar es un fracaso histórico que resulta conflictivo calificar. No es probable que el poco tiempo que se tardó en volver a ingresar alcance para sacar a Brasil, otra vez, de esa cartografía de la infamia.
* La Rede Brasileira de Pesquisa em Soberania e Segurança Alimentar e Nutricional (PENSSAN), creada en 2012, congrega investigadores, profesionales y estudiantes de todo Brasil. Según el último informe, son 125,2 millones de personas las que sufren algún grado de Inseguridad Alimentaria (IA).