Cansada y vieja
Hace algunos días, un ex juez con muchos años en Tribunales, me dijo: “ Esta Corte no da para más; se parece a un oso que no tiene ni ganas de salir de la cueva ”.
En junio del 2003, el entonces presidente Nestor Kirchner denunció supuestas presiones y la maloliente Corte menemista de Julio Nazareno voló por el aire. Un nuevo tiempo comenzaba con la incorporación al Alto Cuerpo de juristas renombrados como Carmen Argibay y Eugenio Zaffaroni, a quienes también se sumaban Elena Highton de Nolasco y el desconocido Ricardo Lorenzetti. Aquella renovación había refrescado al Poder Judicial, relegando parcialmente a la servilleta de Corach, que todavía hoy sigue haciendo de las suyas en Comodoro Py .
Claro que con el paso de los años, y ya con la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, el juez de Rafaela empezó a tejer demasiado poder, y entonces la desconfianza y las disputas con el Poder Ejecutivo fueron ganando terreno y desembocaron en fallos polémicos y en una insólita permanencia en el Cuerpo de Carlos Fayt quien finalmente renunció el 11 de diciembre del 2015, a los 97 años.
Con Macri presidente, llegaron Rosenkrantz y Rosatti, tras un fallido intento de nombrarlos sin acuerdo del Senado.
Con ellos comenzó otro capítulo político que desembocó en una sorpresiva jugada al mejor estilo del TEG (Táctica y Estrategia de Guerra), y en la que el ex abogado de Clarín, desplazó de la presidencia a Lorenzetti . Por supuesto que en los hechos la guerra entre ambos continúa sin tregua y la cabeza del Poder Judicial se parece mucho a una bola sin manija. La sola vista gorda que hicieron a una aberración jurídica denominada “doctrina Irurzun”, muestra a las claras los meandros por los que transitaron los cortesanos durante los últimos años.
Sin ir más lejos, en el pasado fin de semana, Rosenkrantz y otros dos ministros intentaron poner en marcha la actividad presencial en los Tribunales del AMBA, justo cuando el coronavirus está en el momento de mayor contagio en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano. Una simple cuestión de sentido común que termina evidenciando que muy probablemente el ciclo esté terminado. No hace falta ser un vidente para darse cuenta que la actual Corte Suprema luce dividida, lenta, cansada y vieja.