Mark Fisher, en su libro Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? (2009), presenta un panorama ensordecedor de la época actual. El escritor británico se cuestiona si la idea de hallar una alternativa al funcionamiento del sistema no es, en realidad, una utopía, un imposible, no solo desde el punto de vista económico sino que además, y éste es su avance en los últimos años, en la propia cultura. Asimismo, la sociedad de la información o de la transparencia según Byung Chul Han (2013) nos provee la “seguridad” de tenerlo todo al alcance de la mano. Supeditados a un clic de distancia, nuestras dudas, inquietudes e incertidumbres se desvanecen en el universo tecnológico, desapareciendo en forma inmediata y, con ellas, la angustia del no saber y el vacío.

El buscador de Google, siguiendo los postulados de los autores, se ha transformado en lo absoluto, en el Gran Otro, que nos brinda los datos más complejos para llevar a cabo una tarea, pero también nos orienta en lo mínimo, en el detalle, que puede ser, por ejemplo, sobre los pasos que debemos seguir obligatoriamente si queremos tener una cita “exitosa”. Este escenario, que no deja espacio para el error, o más bien lo devalúa, se cuela en un presente perpetuo donde la idea de futuro se encuentra inhallable y borrosa. De aquí se desprende también el fenómeno de “ser viajero” en el capitalismo tardío. El sujeto, que se considera a sí mismo un viajero, vive el día a día sin preocupaciones, no anhela ni reflexiona sobre su futuro porque carece de proyectos; actúa como un nómade desplazándose de un lugar a otro, aunque atravesado paradójicamente por el sedentarismo y la domesticación de las redes sociales, que lo posicionan en el mercado.

En el mundo cibernético, que describe Fisher y Han, lo extraño desaparece y, con él, lo público. Para el filósofo surcoreano “la comunicación alcanza su máxima velocidad allí donde lo igual responde a lo igual” (Byung Chul Han, 2013, p.7). El territorio político, en el cual se libran las batallas, se debilita ante lo liso, que no encuentra diferencias. Por el contrario, lo extraño, la resistencia que ejerce ese otro desconocido, provoca rupturas, interfiriendo y cooptando un individualismo llano. En la actualidad, el sujeto se muestra impoluto y sin fisuras, privatizando su rostro suave y perfecto, y utilizándolo tiempo más tarde como una transacción en las plataformas digitales. Al respecto, Fisher (2018) afirma que “en un ambiente dominado por la competencia constante y la inseguridad, no es posible pensar en los otros ni proyectar un futuro a largo plazo” (p.129)

El otro, distinto, se enfrenta ante el yo narcisista del siglo XXI como un adversario que hace peligrar su progreso individual. Por consiguiente, este relato, de tinte neoliberal, habilita la aparición de personajes que militan y predican prácticas de autoayuda y coaching como la vía más accesible y simple para solucionar los problemas que se presentan en nuestra cotidianeidad en torno a la salud mental. En palabras de Fisher (2018) “la narrativa de la autotransformación heroica es la única historia que tiene sentido en un mundo cuyas instituciones ya no son confiables para apoyar o educar a los individuos” (p.130). El “coach” da a entender en sus videos diseminados por Youtube, Facebook e Instagram, que los conflictos de pareja, la falta de confianza en uno mismo, la imposibilidad de insertarse en el mundo laboral o la dificultad para entablar vínculos de toda índole, por citar algunos tópicos, son escollos de fácil resolución, por lo que siguiendo una lista de instrucciones, se podrán sortear en un abrir y cerrar de ojos, sin mayores complicaciones. El fenómeno de la autotransformación heroica, que el escritor inglés acuña en Los fantasmas de mi vida (2018), aísla y somete al ser humano a un padecimiento en solitario, culpándolo de su quietud, y depositando el peso de sus afecciones en sus espaldas. Ante este panorama, las instituciones, hoy ausentes o debilitadas, se corren del escenario y no intervienen. Una problemática como la salud mental, que debiera discutirse bajo tintes políticos y colectivos, se reduce a consignas individuales y privadas, o peor aún, a personas que aseveran conocer un método eficaz para sobrepasar los traspiés que impone la existencia, pero que no se hacen cargo al momento de asumir las consecuencias que sus prácticas pueden producir en el tiempo.

El entrecruzamiento de teorías entre ambos autores nos permite comprender las dinámicas sociales y culturales a las que estamos sometidos. Byung Chul Han (2013) indica que “la sociedad de la transparencia no permite lagunas de información ni de visión. Pero tanto el pensamiento como la inspiración requieren un vacío” (p.11). Una época signada por las grandes cantidades de información que pululan en el aire, el constante reclamo de los derechos individuales y el esclarecimiento de la política como eje que regula la vida en comunidad y las causas en conjunto, intervienen los dispositivos de circulación de sentido y asfixian al sujeto, interfiriendo y colmando los espacios de pensamiento. Desde este punto, las diferentes patologías, causadas en gran parte por este estado de permanente defensa y poco sostén institucional, son tratadas mediante fármacos que ensordecen, y deliberaciones apresuradas que clasifican y etiquetan mediante diagnósticos a síntomas sociales de orden global, con el único fin de mantener el consumismo a gran escala. Si Fisher se pregunta sobre la alternativa al capitalismo y Han escribe sobre una sociedad transparente y cansada, cabe preguntarnos si no estamos deambulando dentro de un laberinto que, lejos de ofrecernos una salida, nos atomiza en un solo pasillo, encerrados y hacinados.

Bibliografía

Han, B, C (2013). La sociedad de la transparencia. Buenos Aires: Octaedro

Fisher, M. (2009). Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? Buenos Aires: Caja Negra.

Fisher, M (2018). Los fantasmas de mi vida. Escritos sobre depresión, hauntología y futuros perdidos. Buenos Aires: Caja Negra