Con la música a otra parte
Comentarios musicales de unas elecciones y una campaña con demasiado ruido, escasos debates profundos y tibias propuestas de futuro.
Para quienes presenciaron y en muchos casos protagonizaron la recuperación de la democracia hay una banda sonora diversa, ecléctica también, dentro de la cual resuenan hasta hoy las canciones más representativas.
Apenas transcurrido un año, en 1984, Mercedes Sosa llenó estadios y logró que muchísima gente coreara con ella “Cambia, todo cambia…Pero no cambia mi amor/Por más lejos que me encuentre/Ni el recuerdo ni el dolor/De mi pueblo y de mi gente”. Ese tema formaba parte del disco Será posible el sur (1984) y había sido escrito por el ex Quilapayún Julio Numhauser Navarro. Pero fue la Negra Sosa quien se apropió y popularizó ese himno del regreso del exilio; del paso del tiempo y los inevitables cambios; del fin de la oscura noche de la dictadura y de la reivindicación de los derechos políticos y sociales que la democracia debía garantizar.
Cuarenta años después el cambiante Luis Juez, gran triunfador de las elecciones legislativas de Córdoba encabezando la lista de Juntos por el Cambio, festejó los resultados -un aplastante 54%- con esa música de fondo. Se quieren apropiar de todo, hasta de la memoria musical del pueblo.
Javier Milei, referente de un partido político fundado apenas 5 meses antes de estas elecciones –y que compitió gracias a la personería jurídica de la formación ultraliberal de Alsogaray, la Unión de Centro Democrático- hizo suya “Se viene”, la canción de la Bersuit sobre el estallido del menemismo que culminó con las trágicas jornadas de diciembre de 2001: “Se viene el estallido/Se viene el estallido/De mi guitarra/De tu gobierno, también”. Mezclan todo, le llaman libertad al libre mercado, apelan a la rebeldía pero abonan el silencio de los cementerios.
Podría haber sido peor. El ex presidente Mauricio Macri, quien se sumó a la campaña de Juntos en el tramo final, esta vez no bailó al ritmo de Ulises Bueno, como en el acto de 2019 en Córdoba. Desde el escenario, junto a su compañero de fórmula Miguel Ángel Pichetto y los referentes cordobeses de Cambiemos Mario Negri y Luis Juez, se despidieron del público mientras sonaba el tema de cuarteto “Ahora mírame”. Tardaron en darse cuenta, pero la letra era demoledora: “Llegaste un poco tarde, sólo mira tu reloj/Tu tiempo ya pasó, me cansé de esperar/Te dije que sería la última oportunidad/Ya basta de engañar, ya basta de sufrir/Son tantas las mentiras que yo no quiero creer/ ¿Qué me quieres vender? ¿Que tú vas a cambiar? /Ya deja de inventar historias que ya me las sé…”. Revancha del humor cordobés, de la Córdoba que resiste.
En 2019 el gobierno de Macri se hundía como el Titanic, y seguramente sonaron los violines de Nearer, my God, to Thee, “Más cerca, mi Dios, de ti”. Un gobierno democrático derrotado en las urnas tras su primer mandato, con un contundente rechazo al desastre de su gestión. El voto popular ungía la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, a la que tantas veces la mataron y tantas resucitó.
Quién sabe que habrá sentido anoche el presidente Fernández, que tiene dos años por delante para recuperar el apoyo popular con medidas de fondo. Quién sabe, porque la vicepresidenta no estaba en el escenario y el público coreaba una y otra vez consignas vitoreando a Cristina. Cristina, corazón, para llevar el país hacia la liberación…
Al cierre de esta edición circularon las imágenes de un hombre armado irrumpiendo en el escenario del bunker de Javier Milei. No era un loco ni un infiltrado, era miembro de la seguridad del diputado electo por CABA, con el 17% de los votos. Un tipo dispuesto a usar el arma contra alguien del público, posiblemente de su propio partido. Violencia en vivo y en directo que nadie aplaudió ni condenó. Silencio en las filas de los “libertarios”, el mismo silencio que guardaron días atrás cuando destrozaron un símbolo de las Madres de Plaza de Mayo.
Con la música a otra parte, expresión utilizada para reprender a quien viene a incomodar o a violentar con impertinencias. Nada que ver con la música genuina de la rebeldía juvenil, la de las mujeres agitando pañuelos y cantando a cuatro vientos sus derechos, la de la clase trabajadora reclamando y defendiendo los laureles que supimos conseguir, la de la zona de promesas que tardan en llegar pero al final, al final, hay recompensa.