De las PASO a la elección de noviembre: cómo ven los argentinos la campaña y cuántos podrían cambiar su voto
Diversas consultoras analizan las campañas de cara a las elecciones legislativas y si influirá en el voto de la población.
Con el resultado del pasado 12 de septiembre ya “puesto”, las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) aún siguen dejando tela para cortar. Algunas encuestas recientes brindan datos clave de cómo los electores argentinos vieron la campaña y aportan información clave de cara al turno electoral decisivo que se viene el próximo 14 de noviembre. Según la consultora Zuban Córdoba, casi 74% de los votantes está muy o algo de acuerdo en que las campañas electorales no los interpelan, mientras que casi 18% se muestra en desacuerdo con esa afirmación (gráfico arriba).
Si bien algo menor, también es mayoritario el consenso de que las campañas electorales no les generan “nada”: 64,2% se muestra muy de acuerdo o algo de acuerdo con esa frase, contra casi 28% que se pronuncia en sentido contrario, según el mismo estudio (gráfico arriba). Consistente con eso, casi 36% afirma que los contenidos de campaña no le produjeron nada y casi 22% responde que le generaron aburrimiento; apenas 7% sintió esperanza, 16,2% rescata su rol informativo y 19,4% dijo que los contenidos le resultaron indignantes.
Esa mirada crítica respecto a las campañas se confirma en la última encuesta de Taquión: 84,4% de los electores argentinos se mostró muy o bastante de acuerdo con la afirmación “algunos spots de campaña me dieron vergüenza ajena” y apenas 15,4% dijo lo mismo respecto a la frase “siento que las propuestas de campaña se hicieron pensando en mí y en mis necesidades”.
Asimismo, la campaña parece haber tenido un efecto del tipo que Joseph Klapper describió ya hace más de 60 años, de refuerzo de actitudes preexistentes más que de cambio: 58,3% dice que no influyó en su decisión de voto, contra casi 7% que admite un cambio del sentido por otro partido o candidato.
En cuanto a las emociones dominantes durante la campaña, 47,5% se identificó con positivas (esperanza, tranquilidad, alegría) y 51,2% con negativas como incertidumbre, bronca y desilusión.
Se puede profundizar el análisis revisando los datos de la encuesta realizada en agosto por la red ENCResPA (integrada por 18 universidades nacionales y otras tres instituciones), que muestra con claridad los matices en cuanto a la percepción de la situación doméstica de la coyuntura en función de la intención de voto.
Claramente, la intención de voto al oficialismo se correspondía con quienes sentían una situación económica mejor o un poco mejor que la previa a la pandemia, mientras que la inclinación por la oposición o el voto bronca predominaban entre quienes se sentían igual o peor.
En la misma línea, la intención de voto al oficialismo se correspondía con quienes sentían que el Gobierno nacional había hecho todo bien o bastante bien frente a la pandemia, mientras que la inclinación por la oposición o el voto bronca predominaban entre quienes sentían que lo realizado desde la gestión iba desde un poco bien hasta todo mal.
Finalmente, según Taquión, 4 de cada 10 electores consideraron votar por un candidato distinto al que finalmente votaron, la misma proporción se siente conforme con los resultados de las PASO y un dato clave: 3 de cada 4 (75,1%) afirma que en las elecciones de noviembre mantendrá su voto al mismo espacio político que eligió en las primarias, lo cual implica que casi 25% podría modificar su sufragio de cara a la elección decisiva del 14-11 (gráfico abajo): se trata de una masa de entre 3 y 3,5 millones de votantes en todo el país (variable según cuál sea la afluencia efectiva en la general, y habitualmente mayor que en las primarias), suficiente para hacer una diferencia sustantiva respecto a la antesala del 12 de septiembre.
En síntesis, los datos perfilan que la campaña electoral de las PASO no fue movilizadora, que los esfuerzos propagandístico-publicitarios de las fuerzas competidoras le hablaron más que nada a los “propios” y no fueron efectivos en persuadir a electores no alineados, y que de cara al decisivo turno electoral de noviembre existe un nicho de oportunidad para una comunicación que interpele mejor a los votantes que se auto perciben como independientes.
Sin embargo, la campaña electoral en tanto emergente del trabajo de consultoría de opinión pública tiene un poder limitado: los procesos sociales poseen determinada dinámica y las investigaciones sociales aportan para detectarlos, diagnosticarlos y, dentro de ciertos límites, medirlos, sobre todo en su potencialidad con respecto a la continuidad o el cambio, pero hay muchos límites para la producción comunicativa de consensos o de conflictos.
Una campaña electoral bien nutrida de investigaciones de opinión pública y eficazmente ejecutada puede activar ciertas tendencias preexistentes en la sociedad, pero no puede crear nada nuevo; puede movilizar a favor o en contra de una determinada fuerza, pero no generar adherentes u opositores de la nada. En este sentido, las palabras que Paul Lazarsfeld escribió originalmente en 1953 aún mantienen vigencia: “La campaña es como el baño químico que revela las fotografías. La influencia química es necesaria para que surjan las imágenes, pero sólo pueden aparecer aquellas imágenes ya latentes en la placa”.