"Perder siempre fue una opción". El reloj estaba a punto de dar las nueve de la noche cuando Oscar Aguad bajó de su camioneta y pronunció la frase que anticipó el final. La derrota fue reconocida en un rincón oscuro del estacionamiento del búnker, frente a una raquítica cantidad de micrófonos, muchos menos que el enjambre que había abrumado a Bullrich y a Larreta minutos antes.

En ese momento, el sitio donde se cargarían los números oficiales rezaba ante el requerimiento furioso del F5: "Los resultados del Escrutinio Provisorio se publicarán en esta página cuando La Junta Electoral lo disponga".

Rodrigo de Loredo, actor principal, todavía no estaba en la escena y el telón ya había empezado a cerrarse.

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En plena zona norte, el Alto Botánico es un recoleto salón de fiestas. Y para eso estaba preparado: un salón con decoración impecable, dos pantallas gigantes y hasta un carro de choripán que por 1.500 pesos prometía matar el hambre con el máximo símbolo de la gastronomía peronista. “Se vendió bastante poco”, dirá al final de la noche una de las dos encargadas del carrito.

Las invitaciones habían sido cursadas hacía rato porque las encuestas, propias y ajenas, daban. Los invitados de honor fueron dando el presente uno a uno, completando la plana mayor de Juntos por el Cambio menos Macri para esperar al protagonista de la noche, Rodrigo de Loredo.

En orden, llegaron así: Martín Lousteau, Gerardo Morales, Alfredo Cornejo, Gustavo Valdés, Patricia Bullrich - con su compañero de fórmula Luis Petri y su ‘Robin’, Laura Alonso- y Horacio Rodríguez Larreta. Casi todas las cartas del mazo nacional cambiemita se habían jugado en la mano cordobesa.

Desde temprano, Juan Negri, jefe de campaña, y Marcos Ferrer, intendente de Río Tercero que ofició de vocero como en las elecciones provinciales, fueron los encargados de apuntar contra la Junta Electoral por esa memorable solicitada –pieza de museo- donde le recordaban a la ciudadanía que el voto es obligatorio pero el quebranto de la obligatoriedad no implica multa. Una maravilla que terminó con una histórica deserción de electores.

En un tablero incierto y con los boca de urna dando resultados contradictorios, la búsqueda de datos precisos fue infructuosa. Dos variables eran el foco de interés. Por un lado, las vinculaciones de dos candidatos a concejal con familiares salpicados por causas narco. Por otro, en los últimos días el peronismo provincial se convirtió en una fiera rabiosa que salió a hacer una campaña voraz y con los antiguos manuales de la política: los líderes a ritmo de máxima visibilidad y los militantes a buscar votos hasta abajo de las piedras. “Fue tremendo cómo salieron. Acá somos muy verdes”, susurró alguien del PRO.

Negri y Ferrer pedían esperar los resultados de la estructura de mesas testigo, que prometían estar listos para las 20 horas. Pero ya había un pálpito de que las sonrisas anticipadas por las encuestas demoraban más de la cuenta en aparecer.

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La sensación térmica del cachetazo empezó a presentirse cuando los celulares recibieron la placa con los resultados de las mesas testigo que venían del campamento peronista, que le daban a Passerini una ventaja de casi diez puntos.

Cuando no había forma de gambetear el desenlace, y aún sin una sola mesa cargada en los resultados oficiales, Rodrigo de Loredo salió al escenario: “Nos tocó festejar en otras oportunidades y hoy nos toca venir a reconocer un resultado”. La elección verbal era el anuncio: en noches electorales los triunfos se festejan; las que se reconocen son las derrotas.

Con hidalguía y sin vueltas, De Loredo agradeció a quienes lo acompañaron y a quienes trabajaron en su campaña y en el domingo electoral. Prometió empujar sus propuestas en el Concejo Deliberante y confesó tener un “sabor amargo” por la baja participación. No buscó excusas ni escupió denuncias.

Flanqueado por su candidata a viceintendenta, Soher El Sukaria, miembros de su lista, dirigentes radicales y en especial por las figuras nacionales de JxC, el candidato derrotado estaba por decir la frase que, aun con la tintura del humor, no pudo disimular el color de sus raíces:

“Los hice venir al pedo, ja”.

En segundos la frase fue un graph de TV. Y en segundos fue tuit. Y en segundos fue meme. Y en segundos fue sticker. Y en segundos fue un escenario vacío.

Una pregunta quedó flotando entre los periodistas: “¿Dónde está Luis Juez?”. Fue tan notoria su ausencia que hasta motivó una consulta a su equipo de prensa. Resulta que sí estaba. “¿Cómo que no vino? Si estaba en el escenario”, abrió los ojos Mario Negri ante la consulta.

En los registros es imposible encontrarlo. La foto de la unidad de JxC era con derrota y él no quiso aparecer en cuadro. Que digan whisky los otros.

Todavía no había pasado una hora desde la frase de Aguad, pero en las mesas quedaban los vasos vacíos, las tazas de café con los sobrecitos de azúcar rotos en el platito y en el estacionamiento un par de 4x4 eran casi las últimas en desalojar el lugar. La pantalla gigante que hacía de fondo de escenario mostraba una especie de señal de ajuste, con sus bastoncitos de colores insípidos.

Una escena clásica de fin de fiesta. Solamente que sin la fiesta.