La fuerza de los plebeyos
Apenas pasen las mieles de la victoria en el fútbol y las precarias treguas que producen las Fiestas de fin de año, van a recrudecer los enfrentamientos políticos. Este no será un verano tranquilo porque el año político ya ha comenzado. Quienes quieran capitalizar el triunfo de la Selección se equivocan tanto como los que la atacan.
La garra y la solvencia que tuvieron los jugadores, que se vió tan clara sobretodo en los dos últimos partidos, no existe en la dirigencia política argentina. Hasta ahora, salvo Cristina, nadie ha estado a la altura de lo que necesita el país. La oposición es un desastre y no logran terminar con sus disputas internas. Compiten para demostrar quien será peor que Macri y aún no lo deciden. La situación del oficialismo no es mucho mejor. Después de todo lo acontecido, lo único cierto es que nadie tiene fuerza suficiente para pararse solo.
Aún en los sectores mas kirchneristas del Frente de Todos hay poca fuerza y mucha falta de organización. El shock que produjo el atentado, así como la sentencia de proscripción y el renunciamiento histórico de Cristina, los ha mareado y han perdido el rumbo tanto como su capacidad de reacción. Están tan desconcertados que ni siquiera fueron capaces de "armar el quilombo" que tanto pregonaban con sus cánticos.
El fervor popular por el triunfo futbolero es profundo en los sentimientos, pero también es efímero. Ha servido por un rato para hacer olvidar las penas, pero pronto volveremos a la realidad cotidiana de carencias y promesas incumplidas. Cristina sigue perseguida, Milagro continúa secuestrada por Morales, Larreta y Dalessandro siguen aceitando su maquinaria policial fascista, los medios hegemónicos continúan mintiendo descaradamente y los jueces de Comodoro Py y la Corte siguen avanzando con su banquete grotesco y monstruoso de injusticia e ilegalidad.
Los que tienen la responsabilidad de levantar el legado de Cristina deberían tomar nota de lo que representa un pueblo movilizado y empoderado en las calles. La gente se moviliza cuando percibe empatía con sus dirigentes. La derecha tiembla cuando ve a la gente movilizada y manifestándose. La oligarquía tiene miedo de que el Gobierno tenga logros en la economía. Ellos saben que el optimismo y la autoestima popular son contagiosas. Por eso atacan a Messi a la Selección. Temen al espíritu solidario colectivo. Los dirigentes democráticos tendrán que confiar más en la gente movilizada porque es el único antídoto contra el avance de la derecha y mucho más aún en un año electoral.