Las elecciones de Juntos por el Cambio: 2 años son mil años
El triunfo de Juntos por el Cambio pareciera abrir un camino sin retorno al éxito de 2023. Pero nunca una intermedia anticipó victorias legislativas.
Verdades ya dichas: el efecto PASO permitió festejos anticipados y quitarle dramatismo al 14N. Si ese efecto marcó el fin de Cambiemos en 2019, ahora determina el comienzo de una nueva historia para Juntos por el Cambio.
La primera foto indica que la coalición opositora camina derecho a recuperar los poderes ejecutivos que detentó entre el '15 y el 19' y que estos dos años serán, como sugirió el presidente ingeniero, de transición. Groso error. Aún sea para la tribuna, el efecto triunfador de las legislativas intermedias puede llevar a conclusiones equivocadas. Y hay antecedentes para validar esta idea. Ya sea en el orden nacional como en el local.
Juntos por el Cambio ganó provincia de Buenos Aires como en 2017. O bien: como toda coalición anti kirchnerista desde 2009. Hay dos datos en este dato: el peronismo K que no gana, en provincia de Buenos Aires, intermedias desde 2005 -Cristina versus Chiche: basta del versito del peronismo unido-. Y el segundo: De Narvaez en 2009, Massa en 2013, Esteban Bullrrich en 2017: grandes ganadores legislativos que parecían comerse el mundo y enterrar para siempre a Cristina y a los suyos y que, a la postre, pasaron a segundas filas de la política grande. Nunca, en la historia reciente de la democracia argentina, las legislativas fueron catapultas para cargos ejecutivos.
Bueno, le aflojemos a la mala onda. JxC se recuperó del desastre de 2019 y gana. Bien. No sólo eso: complica la vida del oficialismo en Senadores. Es cierto. ¿Va a conducir algo? No. En Diputados, el FDT sigue siendo primera minoría. En Senadores ya no decidirá la vice presidenta, pero tampoco la oposición mayoritaria: quedan 35 a 31 y se necesitan 37 para el quórum. Habrá 6 outsiders en el medio -Vigo entre ellos-, que determinarán la suerte de una y otra bancada. Al FDT le hace falta convencer a 2; a JxC, a los 6.
Dije basta de mala onda y la sigo. Hay un elemento indiscutible: más allá de las negociaciones en el Congreso, la acción triunfadora no solo afecta las negociaciones parlamentaras, sino que suponen un golpe simbólico estratégico para un gobierno lento en reacciones. A sólo dos años de asumir, el único que fue derrotado en sus primeras intermedias fue De la Rúa. Lento en reacciones.
En eso, JxC saca varios cuerpos de ventaja: supieron tener la rapidez para recuperarse del drama post 2019 y no sólo eso: también supieron reordenar la fuerza para contener a los ultras que se regocijan con los duros Macri y Patricia y también a los dialoguistas a través del tándem Rodríguez Larreta y Vidal. Claro que queda dilucidar quién manda. Pero en eso, JxC también ha demostrado mayor habilidad: neo liderazgos que se imponen vía estrategias New Age que no dejan los heridos que habitualmente dejaron las contiendas internas históricas de la UCR y el peronismo, en donde siempre corre sangre -simbólica, claro-.
Y en Córdoba, ¿Luis Juez ya debería ir midiendo las oficinas de El Panal? Voy de nuevo: nunca una legislativa fue espaldarazo para un cargo ejecutivo. Y quien mejor lo debe saber es el propio Juez: en 2009 desbancó a la UCR y al PJ y se quedó con el primer lugar en la disputa por el Senado. Ya estaba: en 2007 había perdido la elección por nada, en 2011 la banda de gobernador era suya. Mas perdió. Y no sólo perdió esa elección ejecutiva: después intentó dos veces más ser intendente y quedó cada vez más lejos.
¿Esto significa que no podrá ser nunca gobernador? Bajo ningún punto de vista. El peronismo cordobés debe buscar heredero urgente -en las encuestas- y Juez debe convencer ya a sus socios radicales de que llegó su turno. ¿Lo escucharán los socios radicales o, por el contrario, cuando en 2023 recuerden los 40 años del triunfo de Angeloz, buscarán que sea uno propio quien suceda a Schiaretti?
Faltan 2 años. Que son como mil.