No es cierto que la ciencia y la tecnología no aporten nada al país
Se cumple un año del gobierno de Javier Milei y no recuerdo uno tan difícil para el sistema científico-tecnológico. Lo llamativo es que, por culpa de las medias verdades, en los últimos seis años cambió la opinión pública sobre la ciencia argentina.
Hay una visión sesgada por parte de un sector de la clase gobernante actual, no de toda, y eso generó un descontento con el ámbito científico. Por esto, la decisión de desfinanciar el sistema cuenta con el apoyo de la gente.
Eso no es casual, cabe aclarar. Es parte de un uso indebido de las instituciones científicas que van más allá de las ideologías. De gobiernos y gestiones que quisieron llevar agua para su molino y armaron los relatos según su conveniencia.
En Argentina, el prestigio que tenía la ciencia fue rifado, y ahora también se rifa el de las Universidades Nacionales. Somos un país que hace Ciencia hace mucho tiempo pero hemos venido retrocediendo en esta materia.
Considero que hacen falta reformas. Cambios que tengan el ojo en proyectos que beneficien a la gente pero sin dejar de tener en cuenta que el mercado existe.
Ejemplos que resaltan en nuestro país
De todas maneras, hay casos que demuestran que sí se consideró el ámbito privado. En nuestro país existe INVAP, una empresa de primer nivel que desarrolla tecnología compleja, que fabrica y exporta partes para reactores nucleares, para radares. Que exporta satélites.
También se destaca el Laboratorio de Hemoderivados, que depende de la Universidad Nacional de Córdoba. Este proyecto maneja el mercado de toda Sudamérica y llega incluso a imponer los precios de la sangre, de los huesos y de la piel en la región.
Y así también iniciativas como CONAE, como ARSAT. Por esto, decir que no tenemos una Ciencia que genere tecnología, que dé ganancia, es mentira, es parte del relato.
Se está vaciando el país de científicos
Entonces no se justifica lo que están sufriendo el sistema científico y las universidades nacionales. El golpe es muy fuerte, tanto a nivel salarial como para el funcionamiento. En comparación con el año pasado, se perdió un 40/45 por ciento de ingresos.
Las áreas más golpeadas son las de ciencia y tecnología debido a decisiones como la de frenar la Agencia de Innovación Tecnológica. Es un esfuerzo muy grande para los investigadores, que ven como sus colegas de Brasil, Uruguay o Chile ganan cinco veces más que ellos.
Ahora bien, es importante remarcar que no todos los investigadores son de primera. Tampoco se puede pensar solo en las empresas. Hay que rever hacia dónde va el sistema. Si no analizamos esas variables, les damos de comer para que nos sigan atacando.
¿No habrá un término medio? ¿Que reconozca a la ciencia básica, a la aplicada; que genere una interacción mutua que tenga en cuenta al mercado y al pueblo para funcionar en beneficio de todos?
Si no, seguimos con dicotomías ficticias. Tenemos que dar la batalla quienes pensamos distinto a los sectores que más alzaron la voz en estos años, una batalla profunda, de final de relato, que vea el cuadro completo.
Debemos aprovechar las oportunidades que se le abren al país para que los jóvenes y los mejores investigadores no se vayan. Eso requiere un cambio de paradigma de enfrentamiento.
Si damos ese salto a nivel nacional, podremos acabar con la casta porteña y pensar una reestructuración a nivel federal. Porque el interior produce conocimiento, y muchas veces la plata se va para Buenos Aires.