El escenario fue el Predio Ferial de Córdoba, donde el miércoles pasado la Fundación Mediterránea celebraba sus 47 años. Allí Javier Milei acusó a Raúl Alfonsín y a Eduardo Duhalde de “armarle un Golpe de Estado a (Fernando) De la Rúa”.

El único de los tres protagonistas vivos evitó, extrañamente, hacer alusión al novedoso planteo presidencial.

“El Tribunal de la historia dictó una sentencia definitiva e inmodificable que el padre de la democracia es Alfonsín. Y lo que hagan para menoscabarlo es parte de la pelea del Presidente con todo el mundo… yo, todo lo contrario. Una sola vez en 50 años agredí a alguien: cuando a Alberto le dije que estaba groggy, y le pedí disculpas”, sentenció el mismísimo Duhalde. 

En diálogo con Mirá Quien Habla, de FM 102.3 y radio Universidad, adujo que “entrar en esa pelea me parece ridículo, no tiene importancia”, debido a que “él quiere pelea y discusión, vive de eso, pero conmigo no se va a pelear… porque para pelear, como para bailar el tango, se necesitan dos”.

El exmandatario remarcó que fue “amigo de De la Rúa, recordó haberle entregado algún reconocimiento y pareció simplificar la crisis que lo llevó a la Casa Rosada: ”Todos sabemos que De la Rúa se fue por una postura equivocada de él, que generó más de 30 muertos".

En la entrevista pareció valorar mucho más el superávit fiscal de la actual gestión que profundizar en su violento discurso: “Pasará a la historia por eso. Pero yo espero también que cambie”.

Sobre su postura con lo público, sentenció: “Al Presidente le doy una mala noticia: los que están con él no creen que haya que destruir el Estado, incluido (el Jefe de Gabinete, Guillermo) Francos. Querer pasar, sin poner un punto, una coma, sin intervalo, al modelo de Estados Unidos, que es el país occidental con más déficit por otra parte, es de locos”.

Matizó la gestión al hablar de que “puede funcionar así”, con funcionarios sosteniendo ideas que disienten con el discurso presidencial, y fue más allá al referir que “todos estamos de acuerdo en que hay que cambiar”.

El concepto más elegido pensando en una salida de la crisis fue el de “producción”, pero que “hoy está muy atrasado”.

En ese punto encontró su punto central para su gestión, desde principios de 2002 y hasta mayo de 2003. Respecto a la comparación de aquel momento con el actual, valoró haber armado “el único gobierno de unidad nacional de la historia argentina”.

En ese camino es que recordó: “Yo no quería asumir la presidencia, y el 23 de diciembre (de 2001) cuando elegimos a Adolfo Rodríguez Saá, estábamos celebramos con amigos que me había salvado, yo no quería ser Presidente… y después de que renunció Adolfo, me llamó don Raúl (Alfonsín) y me dijo ‘¿Asume mañana? Ni en pedo, le contesté’. Yo no sé gobernar peléandome. Por eso exigí unanimidad y así fui votado”.

Pidió, a su vez, “reconciliarnos, eliminar corrupción estructural; juntarnos y no pelearnos” para mejorar este momento.

Fue tajante al afirmar que “hoy no hay alternativa a este Gobierno, hay que crearla”, y que “como la tecnología avanzó muchísimo, en la actualidad si se quiere gobernar sin robar, se puede hacer”.