Manes, Wainfeld, Noruega y la política argentina
El país europeo es ejemplo mundial de bienestar y sirvió para análisis políticos locales. Ahora también sirve para justificar candidatos incómodos en las listas.
Hasta hace pocos días, el único vínculo que supe tener entre la política argentina y el país nórdico, era un pasante noruego –asistente de un politólogo sueco en su tesis de posgrado sobre Argentina– utilizado en sus comentarios por el gran periodista Mario Wainfeld.
Los debates de ficción entre pasante y politólogo en las columnas de Wainfeld daban cuenta de las enormes distancias entre la política argentina y Noruega: “Este país es maravilloso. En otras culturas solo hay una serie de índices oficiales. Acá prima la multiplicidad de miradas. El INDEC tiene la suya sobre los indicadores de pobreza, el ministro de Economía la propia. Un canto a la diversidad y el debate”.
Su asistente, el pasante noruego, no luce tan convencido: “Los números unánimemente respetados tienen un valor, profesor, ordenan las discusiones públicas, las delimitan algo”. “No sea aburrido, Thor, no me venga con sus monsergas gorilas”, fulmina el politólogo ya argentinizado.
Era la manera en que el columnista de Página 12 mostraba la realidad local y las diferencias entre nuestra democracia y sus prácticas y las del nórdico país ejemplo de Naciones Unidas.
¿Noruega si, pero no tanto?
Desde hace años, Noruega clasifica como el mejor país del mundo para vivir. Tiene uno de los sueldos promedio más altos: unos US$65.000 per cápita. La esperanza de vida, la alfabetización, la igualdad de género, la seguridad, la salud o la estabilidad financiera (analizados para establecer el Índice de Desarrollo Humano de la ONU) la ubican al tope del ranking del planeta.
Claro que eso va acompañado con que tiene una de las tasas de Impuesto a las Ganancias más altas del mundo: 39%; la segunda tasa de muertes por sobredosis de drogas en Europa y los combustibles carísimos (según un estudio de la BBC).
Ahora Noruega reapareció en la salsa electoral de la mano del neurólogo radical, Facundo Manes, candidato radical en la interna de Juntos (antes, por el Cambio) de la Provincia de Buenos Aires. Trajo al país ejemplo mundial para justificar la incorporación en su lista de un polémico ex intendente de la localidad de Malvinas Argentinas: Jesús Cariglino.
El caudillo peronista del conurbano bonaerense, que fue intendente por 20 años y dejó el PJ y pasó a militar con Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, ahora integra la lista “radical” junto al peronista ex macrista Emilio Monzó y Margarita Stolbizer.
Cariglino viene precedido de polémicas. En 2006, hubo una batalla campal en el Concejo Deliberante de Malvinas Argentinas para evitar la creación de una comisión investigadora que lo investigara. Todo terminó con tres concejales del Frente para la Victoria en el hospital. En el 2013, Claudia Ledesma (la madre de una beba de seis meses que murió por falta de atención en el hospital municipal “Claudio Zin”) lo denunció por “mala praxis y violencia”.
Al conocerse que Cariglino integraba la lista de Manes, Margarita Stolbizer se “desmarcó” en los medios diciendo que no sabía de esa incorporación, lo que produjo una serie de reproches de parte del macrismo. Entonces el propio cabeza de lista no encontró otra manera de justificar esa incorporación que referirse a Noruega.
"Necesitamos cambiar la Argentina con los argentinos que se comprometan con este proyecto de país. No podemos importar noruegos”, fue el particular argumento del neurocientífico radical.
La única verdad es la realidad
Habría que decirle a Manes que no hay que irse tan lejos para encontrar ejemplos de políticos intachables en todos los partidos. Los hubo y los hay en la Argentina. Noruega, en estos casos, solo sirve para diálogos ficcionales como los usados por Mario Wainfeld entre el “pasante noruego y su maestro sueco”.
También habría que recordarles a los y las que se quieren bañar todos los días en “agua bendita”, que la vida está llena de grises, que en las cuestiones públicas son muuuuy pocas y pocos les que pueden señalar a los demás y que más allá de las opiniones, en democracia los candidatos finalmente son elegidos por el voto popular.
Y que habría que insistir en que Argentina tiene un régimen electoral y una fortaleza institucional ejemplo de América Latina. Un sistema que más tarde o más temprano termina acomodando las sandías en el carro, cuando el carro entra a andar. Y políticos que no nacen de un repollo: que vienen de la militancia partidaria, de las luchas sociales, de los grupos empresarios, de los grandes medios de comunicación…
Quizá en Noruega pase lo mismo.