Alfredo Zitarrosa, de periodista a poeta, de poeta a cantor
Le costó tres apellidos y catorce años, llegar a ser lo que fue. Lo que es.
Como hijo natural, portó el Iribarne de su mamá hasta que ella tuvo que dejarlo en crianza a los Durán, a quienes el cantor siempre reconoció como sus padres.
Recién al comienzo de su adolescencia, al pasar a vivir con su madre biológica y su esposo, el argentino Alfredo Nicolás Zitarrosa, al nombre propio le agregó un apellido que lo canta:
envido!
Y falta
Y quiero
Porteño de Montevideo, citadino, su canto fue “terruñero” como lo calificaron sus entrañables guitarristas: “con esta voz que tengo, cuando compongo me salen milongas..y cuando canto…también…”, sabía.
Pero hubo un antes.
A los 21 añitos ya era locutor de radio “El Espectador” : De locutor a periodista, no hubo tanto trecho. Algún reportaje a Onetti y a Yupanqui, documentan ese trabajo. Pero si hubo puentes. Uno que fue el gran tema de su vida: la poesía.
Galeano solía recordar que en el grupo de jóvenes que juntaban sueños, bohemia y política en el Montevideo previo al golpe militar, Zitarrosa era el más sensible.
Alguna de las letras de sus canciones (“nunca conocí ninguna siquiera regular”, recordaba Marcelo Simón, testigo de su paso por Córdoba en el que fue locutor de Radio Universidad) así lo rubrican.
“Puedo enseñarte a volar, pero no seguirte el vuelo” en “Milonga para una niña”
“En mi país, que tristeza la pobreza y el rencor” en “Adagio en mi país”
“Crece desde el pie la semana crece desde el pie no hay revoluciones tempranas crecen desde el pie” en “Crece desde el pie”
“El candombe del olvido, tal vez si yo le pido un recuerdo, me devuelva lo perdido” en “Candombe del olvido”
Después, la realidad, de prosaica, hizo a Zitarrosa cantor emigrante en el Perú para poder subsistir.
Y después, para poder sobrevivir, lo convirtió en exiliado.
En Madrid no se sintió en la Madre Patria.
Después en México, lindo, querido, volvió a componer.
Hasta que llegó el momento de volver.
Primero a la Argentina.
Luego al Uruguay, donde la dictadura militar fue más larga que entre nosotros. (empezó antes, terminó después)
Fue recibido en Montevideo como si Gardel también hubiera sido uruguayo.
Sin embargo la tristeza acumulada entre el partir, el volver y el vivir, entre el alcohol y el tabaco, melló la salud y el espíritu del que los charrúas (los que se almorzaron a Solís) consideran el cantor popular más hondo que tiene su país.
Quizás porque la vida le pesaba y las cosas le dolían tanto y demasiado, no encontró otra manera de enfrentar ese dolor, que ahogarse.
Sin embargo, sus canciones, su decir, sus trajes negros y su decir luminoso, nos han permitido recalar en un puerto del que ya debiéramos estar nuevamente dispuestos a partir….(crece desde el pie…)