Siempre me fascinaron los cursos de agua y las obras hidráulicas. Lo reconozco. 
Los ríos cordobeses son hermosos, frescos, chispeantes. Pero no son muy caudalosos, y sobre todo, son muy variables. La cantidad de agua que transportan cambia mucho a lo largo del año. Nacen de vertientes serranas. Pero esas vertientes son alimentadas por reservorios que dependen, en última instancia, de las lluvias. Por eso, en verano los ríos serranos muestran su mejor cara y mayor caudal. Y a fines del invierno suelen ser tristes hilos de agua. 

Es por ese motivo que, para captar agua para consumo humano y riego, construimos canales. Son pequeños ríos artificiales, que por su diseño pueden mantener constante su caudal de agua durante todo el año. Son predecibles. Nacen en pequeños embalses. Tienen poca pendiente, constante durante todo su recorrido. Así, el agua viaja con la misma velocidad desde que es captada hasta su destino. No tienen cascadas en su trayecto, ni cambian su ancho o profundidad como los cursos naturales. Desde el punto de vista turístico, podríamos pensar que son aburridos. 

Vayamos a un caso concreto. El canal Los Molinos-Córdoba. Nace en un azud derivador sobre el río de Los Molinos, cerca de José de la Quintana. Se llega a ese azud caminando unos dos kilómetros. Desde allí hay notables vistas de la usina Los Molinos II. El canal circula hacia el nor-este, y probablemente su punto más llamativo sea el puente-canal sobre el río Anisacate. Hasta hace poco, el canal se metía bajo tierra en un inmenso sifón, para emerger del otro lado del río. Esa obra se hallaba deteriorada, razón por la cual se inauguró, en 2017, el puente-canal. Es un verdadero cruce acuático a diferente nivel, de más de un kilómetro de largo. Una vez atravesado ese obstáculo, la llanura recibe el último tramo del canal, que pasa por la localidad de Bouwer. Allí, una inundación contaminó el agua del canal en 2017. Los alcances de esa contaminación no se cuantificaron. Finalmente, el agua del canal ingresa, a través de gruesas rejas, a la tubería subterránea que la deposita en la Planta Potabilizadora Los Molinos, de Aguas Cordobesas. Allí, a los fines de alimentar la zona sur de la ciudad de Córdoba, comienza un nuevo viaje. Menos glamoroso, claro.

Siempre me fascinaron los cursos de agua y las obras hidráulicas. Los canales no tienen cascadas en su trayecto, ni cambian su ancho o profundidad, como los cursos naturales. Pero pensándolo bien, no tienen nada de aburrido.

Si querés conocer más sobre el canal Los Molinos-Córdoba, visitá la página de Turismo Científico Virtual de la UNC: https://turismociencia.unc.edu.ar