Cecilia Basaldúa: el final de un juicio a la medida de la impunidad
Llegó el final del juicio por el femicidio de Cecilia Basaldúa, con la absolución de Lucas Bustos, el único imputado sin pruebas. De los cuatro alegatos, sólo el Fiscal de Cámara, Sergio Cuello, sostuvo la acusación de la Fiscal de Instrucción, Paula Kelm, y pidió reclusión perpetua para el imputado. Un balance por las trece audiencias que convirtieron a este juicio en el rompecabezas macabro de la impunidad.
Por la mañana del día viernes 1 de julio declaró la perito de parte, la bioquímica Florentyna Bustos Plonka y ése sería el último testimonio del proceso judicial iniciado para condenar o absolver a Bustos. Su declaración fue contundente en relación a la falta de análisis de las muestras de sangre levantadas por un tratamiento de luminol en la casa de Mario Mainardi, la última persona que alojó a Cecilia, y el rancho de Wenceslao López -Niga-, dónde Cecilia había estado antes.
La última evidencia incorporada en el juicio fueron los resultados genéticos del pelo hallado en la vivienda ubicada a unos 600 metros del lugar donde apareció sin vida Cecilia. El viernes se leyeron esos datos, que no fueron compatibles con los ADN de la víctima, el imputado y Mario Mainardi.
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2 meses. 13 audiencias. 68 testigxs
Este juicio comenzó el 2 de mayo en los Tribunales de Cruz del Eje. Ese primer día, el Fiscal, Sergio Cuello, manifestó que no había una prueba directa contra el imputado, sino indicios que podían ser reconstruidos. En efecto, Lucas estuvo más de dos años preso en la cárcel de Cruz del Eje, sin pruebas en su contra. Nunca se hallaron restos de su ADN, ni restos de la flora que tenía la ropa de Cecilia, en las prendas personales del imputado. La causa fue elevada a juicio el 5 de marzo de 2021, sin haber sido comprobada que haya existido una vinculación entre la víctima, el victimario y el lugar del hecho.
“Realmente me gustaría encontrar una prueba objetiva contra Lucas. Me encantaría tener un ADN positivo, tener sangre, huellas. En la escena no había ni un yuyito, el paso del tiempo llevó a eso. Borrando huellas de pruebas”, dijo el Fiscal Cuello, casi al final de su alegato, en congruencia con aquellas palabras del inicio del juicio. “No hay otra prueba, -señores del jurado-, que las que he intentado resumir. Me encantaría como Fiscal tener otra prueba pero no la hay”.
Y así, el representante del Ministerio Público Fiscal pidió la reclusión perpetua para Bustos en base a lo que llamó “prueba de indicios”. En el medio de su alegato, el presidente del Tribunal, Carlos Escudero, le gritó al padre de Cecilia y le ordenó que se retirara del recinto por los gestos que hacía ante las palabras de Cuello. -Uno aguanta hasta que puede -dijo Daniel a la salida de la sala de audiencias -es una vergüenza lo que hizo el Fiscal Cuello. El tipo está mintiendo, es como que estuviera Paula Kelm ahí adentro.
Los tres alegatos que continuaron, pidieron la absolución: “tengo que decir que el sr. Fiscal rompió el compromiso asumido con la familia de llegar a la verdad”, comenzó la abogada de la querella Daniela Pavón, “a nuestro criterio no se pudieron determinar los indicios, que dijo el Fiscal. Nada de eso se pudo comprobar en este proceso”. La abogada también fue clara en expresar por qué la policía fue tan cuestionada en la investigación, estando muchos de ellos involucrados en causas por violencia de género. “Estas personas no pueden estar en la búsqueda e investigación de un femicidio”.
Gerardo Battiston, abogado de la coquerella de la Secretaría de Derechos Humanos comenzó adelantando el pedido de absolución, “como vamos a llegar a la certeza si la mayoría de las probabilidades que vemos no existen, (…) Lograron acorralar a Lucas Bustos sin evidencia: El Fiscal tiene que pedir la condena con las pruebas”. Interpelando al jurado, Battiston remató: -¿a alguien le gustaría que lo acusen sin pruebas?.
Finalmente, la abogada defensora, María Claudia Brandt, cerró la etapa de los alegatos y manifestó en primer lugar cómo la exposición del Fiscal Cuello la dejó estupefacta. “Y bueno en las investigaciones se trabaja así”, había dicho Cuello en su alegato en relación a la forma en que se llevó a Lucas y su hermano a la comisaría, para para el supuesto, -testimonio, encuesta, entrevista, ¿qué era? -preguntó la abogada dando cuenta de lo irregular del procedimiento de la entrevista de investigación. “No queremos la burocracia de quince o veinte cuerpos de expedientes que muestran que se ha trabajado mal. Queremos seguridad jurídica”, expresó Brandt en una clara respuesta al alegato del Fiscal.
-¿Qué pasó acá?- preguntó otra vez la defensora. Aparece el cuerpo de Cecilia, la Fiscal les dice que no viajen a la familia. Llegaron igual. Me hace acordar a la guerra de Malvinas, soldaditos contra los ingleses. Mandaron a policías que no tenían ni idea a investigar.
Como cada alegato, a excepción del Fiscal, se enfatizó la falta de pruebas, una acusación basada en los dichos de la policía. “Si la acusación no se prueba por obra del Estado, debe ser libre. Tal es la falta de pruebas, que ni siquiera puedo poner el in dubio pro reo. Ni siquiera hay pruebas para poner en duda”, agregó la defensora.
Las últimas palabras de este juicio fueron las de Susana Reyes y Daniel Basaldúa. Susana se levantó y frente al jurado habló de su desilusión, “todo este mamarracho, este expediente, lo hemos vivido en carne propia. Me ha desilusionado este señor Fiscal, todo lo que escuché fue escucharla a Paula Kelm, quiero que se le haga el juicio político. Acá atrás hay algo grande, hay trata, droga, hay algo feo. La palabra justicia está mal nominada, todo lo que hicieron acá es injusticia”.
Por último, Daniel Basaldúa tomó la palabra y les pidió al jurado que le den una oportunidad a su hija para llegar a la verdad. “En este momento estamos luchando para que no le pase a nadie más. Si a Lucas lo condenan este crimen queda impune”. Daniel también les recordó al jurado que la Fiscal Kelm es responsable del archivo de la causa de Jorge Reyna, quién apareció ahorcado en la comisaría de Capilla del Monte en el año 2013 y de la orden de represión en el acampe de Molinari, organizado ante el rechazo de la construcción de la autovía de Punilla.
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Rompecabezas a la medida de la impunidad
Cada audiencia puso en evidencia la falta de investigación de esta causa. Un rompecabezas de imprecisiones o relatos muy armados, contradicciones entre policías, pruebas que no se consideraron, pericias acorde a las características del imputado. Un juicio donde la querella no acompañó la acusación de la Fiscalía. Un juicio que dio a conocer cómo las especulaciones muchas veces fueron el motor de búsqueda cuando Cecilia estaba desaparecida, así lo demostró la declaración del ex comisario Elbio Agüero, quien aseguró haber seguido sus rastros por el camino que llevaría al inframundo de Erks. O la falta de memoria del ex policía Adrián Lúquez, también involucrado en el operativo de la búsqueda, quien insistió en confundirse de “chicas”, en alusión a Mariela Natalí, quien estuvo quince días desaparecida en el mes de febrero de 2020 y apareció “ahogada” en la zona del dique los alazanes de Capilla del Monte en una superficie muy baja de agua.
Un juicio que contó con policías presos por violencia de género, como el ex sub comisario Ariel Zárate, encargado de la investigación, y el ex Director de Defensa Civil, Diego Concha, quién llevaba la búsqueda. Zárate fue la persona a la que Soledad, Guillermo y Facundo Basaldúa le confiaron todos los mensajes que se habían intercambiado con su hermana. Información que apareció de manera sesgada en el expediente, para completar la trama argumentativa del brote psicótico. Mario Mainardi, fue el único testigo que se refirió al episodio del brote, por el cual la habría echado de su casa, donde dejó su mochila, computadora y el celular. Hipótesis que fue sostenida hasta el final en los alegatos del Fiscal Cuello: “Diagnóstico presuntivo de esquizofrenia paranoide, que concluye en el brote psicótico, lo mismo que dice Mainardi”, había alegado el Fiscal para argumentar por qué Cecilia estaba en un estado de extrema vulnerabilidad y había sido atacada. Una investigación tan seria que se sostuvo a partir de la construcción de un perfil psicológico donde la víctima volvió a ser co responsable de su destino final, demasiada confiada y comunicativa, habían dicho las peritos. Esto se sostuvo en la Instrucción, se intentó exponer a lo largo del juicio con las pericias y se reforzó en el alegato final.
Ningún testimonio dio alguna referencia en relación a lo que pudo haber sucedido desde la casa de Mainardi hasta donde Cecilia apareció sin vida. Sin embargo, para la Fiscal Kelm y el Fiscal Cuello, ella habría llegado hasta la zona del río Calabalumba, cruzando la Ruta 38 a la altura del kilómetro 86, por sus propios medios. Así lo mostraron en la reconstrucción virtual del hecho, a cargo del perito Álvaro Zaragoza, de la policía judicial, quien no pudo responder por qué si el cuerpo estuvo quince o veinte días, no tenía marcas de animales y por qué si Cecilia estuvo frente a Lucas Bustos, el imputado no tenía heridas en la parte exterior de su brazo, como signos lógicos de una defensa. Sin embargo, el Fiscal Cuello aludió que la presencia de animales carroñeros no era determinante y mencionó que en la inspección ocular no habían visto “ningún pájaro negro”, a los que se había referido Walter Luna -quién alquilaba el campo donde apareció el cuerpo- en su testimonio. Las querellas le respondieron en sus alegatos que tampoco había un cadáver cuando recorrieron el lugar, aunque sí vieron una vaca muerta de lo que sólo quedaba el cuero y sus huesos.
Fue en la recreación digital del hecho donde se evidenció que los resultados no coincidían con las pruebas, ya que no había una relación comprobable entre la víctima, el victimario y el lugar del hecho. “Uno podría vincular a Bustos como a cualquier otra persona”, había concluido la criminalista Silvia Bufalini en una de las audiencias.
Sin embargo, el 28 de abril del año 2020 se ordenó la detención de Lucas Bustos, quién se habría quebrado y confesado el crimen al policía Luis Alberto Arrieta, en la comisaría de Capilla del Monte, y que luego habría sido corroborado por Silvana Lorena Trepat, del Departamento de Homicidios de Córdoba. De la autoincrimanción de Bustos no hubo actas. Sólo un cuaderno donde Trepat manifestó haber anotado lo que dijo con lapicera, pero que era personal y nadie lo vio.
Lucas Bustos ahora tiene 25 años, es el menor de diez hermanos. Vive con su familia en una casa precaria, cerca del basural de Capilla, en lo que se conoce como el camino de Los Mogotes, lindera al campo que alquilaba Walter Luna. Lucas siempre fue callado y de estar en la casa. Llegó a terminar la primaria en la Escuela Especial del pueblo y trabajaba como albañil.
Lucas optó por no hablar, ni siquiera después de los alegatos. Sólo al final del día y con la libertad consumada, rompió el silencio que guardó durante todo el proceso: “no tengo miedo porque yo no he hecho nada, la policía de Capilla del Monte es muy corrupta”, expresó bajito frente a periodistas y cámaras de televisión. “Estoy feliz del resultado, por la gente que me apoyó este tiempo, le doy las gracias a la familia de Cecilia. Pasaron cosas malas, fue muy duro”, dijo después del tumulto, con los tribunales de fondo, cruzando esa calle para no regresar nunca más.
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El abrazo del final
Cerca de las siete de la tarde se leyó el veredicto. Por unanimidad el jurado popular y los dos jueces técnicos decidieron la absolución y la posibilidad de una nueva investigación en otra Fiscalía. Una pequeña batalla ganada a la impunidad. La lectura de los fundamentos de la sentencia está prevista para el día 2 de agosto de 2022.
La Mesa de organizaciones feministas, sociales y de derechos humanos que acompañan a la familia Basaldúa exige ahora el juicio político a la Fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm. A las incongruencias de la etapa de investigación penal preparatoria, se suma el destrato de la Fiscal con la familia de Cecilia, quién nunca los recibió y sólo les comunicó que tenía múltiples pruebas contra Lucas Bustos. “Estoy seguro que Cecilia estaría orgulloso de nosotros por todo lo que estamos haciendo”, dijo Daniel y la noche se hizo irreverente.
Afuera los tambores seguían sonando. Habían marcado el ritmo de esa última audiencia. Las pausas entre los alegatos. El largo intervalo previo a la sentencia y el festejo final. Quedó el rostro de Cecilia multiplicado por las paredes y el altar que ya se había hecho aroma en su nombre.