El Camino Real la tierra de joyas jesuíticas y bodegas
Jesús María, Colonia Caroya y Ongamira muestran el esplendor de la arquitectura en sus estancias cómo también imponentes paisajes dónde se guardan restos arqueológicos.
Tomando la Ruta Nacional 9 dirección norte, una moderna autovía nos permite acceder en solo 35 minutos a la localidad de Jesús María, cuna de la tradición y el folclore. Allí, cada año, el sentir gaucho se hace visible para el Festival de Doma y Folklore, en cada uno de los miles de espectadores que noche a noche disfrutan de las jineteadas, las comidas típicas y la música.
Apenas dos minutos después de pasar frente al anfiteatro donde se lleva a cabo el festival, el puente sobre el río Guanusacate nos traslada al pasado: ya estamos sobre el Camino Real. A su vera, podremos apreciar construcciones de la época colonial, como la Estancia Jesuítica San Isidro Labrador, que estuviera dedicada específicamente a producir vinos, iniciando la tradición vitivinícola de la región.
A pocos minutos, cruzando la Ruta Nacional 9 hacia el este, nos adentraremos en Colonia Caroya, que nos sorprenderá con la centenaria sombra de su extensa arboleda de plátanos.
En la Bodega Terra Camiare nos esperan con una sonrisa. Aquí podremos degustar el fruto de la dedicación de los trabajadores, enólogos y administrativos de este emprendimiento, que sin duda inspira la alegría de Baco. Tras un recorrido por la planta de producción, seremos invitados a tomar asiento en la sala de degustación donde, copa en mano, pasaremos de sabores a colores, de vino a vino, apreciando los frutos de la tierra con sus matices.
Nos acompaña una generosa tabla de fiambres. Cada bocado nos da pie para hablar de la Colonia, de los ancestros, de su cultura, de la comida italiana, de los quesos, fiambres y del excepcional salame, mundialmente reconocido.
Nunca es fácil irse de la bodega… sólo la promesa de que algo increíble nos está esperando puede forzarnos a salir nuevamente a la ruta. Quien conoce Santa Catalina, sabe que vale la pena el serrucho del camino de tierra, los guadales y el barro, de acuerdo a la estación del año.
Al llegar, somos los únicos allí y comprendemos por qué es tan especial. Única en su arquitectura, el barroco alemán del Padre Harls realza la belleza de esta estancia con cada voluta, curva y contra-curva.
El almuerzo nos encontrará en La Ranchería de Santa Catalina, para luego recorrer los caminos de las sierras hasta Ongamira, donde realizaremos una caminata de dificultad moderada al pie del Cerro Colchiqui, pleno de restos arqueológicos de las culturas nativas. Tras pasar una siesta rodeada de historia y sabores típicos, regresaremos a la ciudad.