El Observatorio que resistió un tornado
La tradición que hace único al centro de investigación de Pilar tiene que ver con la medición del campo magnético local de la Tierra, y de sus variaciones cuenta Guillermo Goldes.
Cuando en Córdoba alguien menciona la palabra Observatorio, solemos pensar automáticamente en el Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional de Córdoba. No está mal que así sea, pues se trata de una institución pionera, inaugurada como Observatorio Nacional Argentino en 1871.
Sucede que en nuestra provincia hay otros observatorios, que también cuentan con enorme bagaje histórico y científico.
Uno de ellos, quizás menos conocido, pero igualmente ilustre, es el de Pilar. Su denominación formal es Observatorio Geofísico y Meteorológico de Pilar, y depende actualmente del Servicio Meteorológico Nacional. Fue fundado en 1904, y este 1° de julio cumplió, entonces, 117 años de labor sin interrupciones.
Pilar es una pequeña ciudad ubicada 35 km al sureste de la capital de Córdoba, sobre la vieja ruta 9 sur. La separa el río Xanaes de la localidad de Río Segundo, con la cual forman una sola mancha urbana.
Y precisamente a orillas del Xanaes se encuentra el predio, de 6 hectáreas de superficie, del Observatorio de Pilar. Visitarlo es ingresar a un mundo maravilloso. Una equilibrada combinación de historia y de proyectos científicos actuales. El pasado está plasmado en documentos e instrumentos de medición de otras épocas, en perfecto estado de conservación. Pero vayamos por partes.
El magnetismo de la Tierra
La tradición que hace único al Observatorio de Pilar tiene que ver con la medición del campo magnético local de la Tierra, y de sus variaciones. Medir el campo magnético no es tarea tan sencilla. No es, por ejemplo, como medir la temperatura, o la presión atmosférica, que son escalares. Se llama escalares a las magnitudes que se pueden representar con un solo número, una intensidad o medida. Sin embargo, otras magnitudes físicas, como la fuerza, la velocidad o el campo magnético, son vectores. Es decir, además de tener un valor numérico de intensidad, tienen una dirección y un sentido. Apuntan hacia determinado lugar. Por lo tanto, para medirlos o representarlos, se los descompone en tres componentes perpendiculares entre sí. Concretamente, para determinar el campo magnético se deben medir sus componentes en la dirección Este-Oeste, en la dirección Norte-Sur, y en la dirección arriba-abajo. Eso exige, por otra parte, una orientación muy precisa de los instrumentos de medición, que por ese motivo tienen similitudes con teodolitos.
El origen del campo magnético de nuestro planeta no es sencillo de comprender. Sabemos que proviene del núcleo metálico de la Tierra, que tiene una capa externa en estado líquido, fundida. También damos por sentado que la rotación de la Tierra juega un papel importante en la creación de ese campo magnético, que varía en el tiempo. Ese campo nos protege de partículas cargadas que provienen del Sol o de otros puntos del espacio. Tanto su importancia práctica como las dudas acerca de su origen ameritan que sea estudiado en gran detalle.
La atmósfera
Pero este particular Observatorio cordobés no se limita a llevar a cabo mediciones magnéticas. También realiza determinaciones atmosféricas. Cuenta con varias estaciones meteorológicas, algunas automáticas y otras de registro manual, tradicionales. Se integran a diferentes organismos y redes de datos. Temperatura del aire y del suelo, humedad relativa de la atmósfera, dirección y rapidez del viento, presión atmosférica, lluvia caída, evaporación y otras variables se registran día y noche, durante los 365 días del año. Asimismo, la radiación recibida en forma directa del Sol, como también la radiación solar captada en forma indirecta, se monitorean mediante instrumentos llamados piranómetros. El tiempo de insolación se mide mediante heliofanógrafos, verdaderas joyas de la óptica.
Aquí hacemos un paréntesis: en épocas pasadas, se realizaron también estudios sobre las manchas solares, con un telescopio óptico que hoy se exhibe como pieza de museo. Las manchas solares son zonas de la superficie del astro rey que se relacionan con los potentes campos magnéticos de su superficie.
Pero hay más. El Observatorio de Pilar siempre contó con sismógrafos: instrumentos capaces de medir y registrar los movimientos sísmicos. En la actualidad, cuenta con uno de última generación, aportado mediante un convenio por el INPRES (Instituto Nacional de Prevención Sísmica). Esa es la repartición nacional encargada de la detección y estudio de los movimientos telúricos. Para determinar de forma fehaciente el epicentro de un temblor, se necesita triangular los datos provistos por diferentes estaciones de medición. Pilar cuenta con una de ellas.
Todo llega a su fin, y una visita virtual al Observatorio de Pilar, también. Quizás no lo mencionamos antes, pero la solidez y diseño de los edificios que albergan este centro impresionan a primera vista. No siempre fue así. Ocurre que en 1951, la zona soportó un evento extremo: un potente tornado. Destruyó gran parte del pueblo, y muchos de los refugios originales del Observatorio. La atmósfera no solo se mide: también se sufre. Varios de los instrumentos se salvaron. Sin embargo, fue un enorme golpe. Pero no los detuvo. A los pocos años inauguraban, merced a obras realizadas por la Nación, los edificios de nueva planta que conforman la sede actual. Tienen una belleza muy particular, testimonio de toda una época de nuestra obra pública. Y así, siguieron adelante. Midiendo, siempre midiendo. Y registrando minuciosamente. Hoy recuerdan aquel tornado como una especie de renacimiento.
La próxima vez que escuches la palabra Observatorio, tené presente que hay más de uno en Córdoba. El de Pilar, además de su enorme labor científica, es el Observatorio que resistió un tornado.