El valor de acostarse en el diván: pequeño psicoanálisis del dinero
El momento de pagar la sesión es incómodo: unos sacan la suma de sus bolsillos, otros buscan el dinero perdido en algún lugar de la cartera, otros se van sin pagar y se torturan con la deuda, otros quieren pagar esta sesión, la que viene y la que viene. Para el francés Patrick Avrane, el dinero circula como la palabra y se vincula al deseo.
Finalizando un encuentro entre amigos en un bar de Güemes, llega el momento del pago. El mozo comunica la cifra total y cada uno de los presentes comienza con su cuenta privada en sus teléfonos. Levantan la cabeza de los celulares al mismo tiempo y le anuncian al mozo un número diferente cada uno. Sorpresa, risas incómodas, vuelven todos al punto cero, preguntan de nuevo la suma, prenden las calculadoras… de nuevo, todos dicen un número diferente. El mozo dice sin inmutarse: “todas las cifras son correctas, pero ninguna es exacta”. Exactitud y corrección van por vías paralelas. Que todas las cifras sean correctas indica que ese número no podía ser otro para cada uno; ese número nos reenvía a una coordenada propia que debemos desandar. Que haya una cifra exacta indica, en este caso, que será el mozo (un tercero) quien va a regular ese infinito desatado por el momento del pago. Contando una anécdota similar de su propio acervo Patrick Avrane abre del siguiente modo su “Pequeño psicoanálisis del dinero”: “La circulación del dinero no depende únicamente de la economía. La manera en que usamos la moneda, por la misma razón que la palabra, es propia de cada uno (…) Lo que hacemos con el dinero, como lo que este hace de nosotros, da cuenta del deseo que nos anima”.
En la práctica psicoanalítica el dinero tiene una función decisiva y es origen de una cantidad de equívocos significativos. El monto de la sesión cifra un desfasaje entre el valor y el precio, como entre significante y significado: darle valor a lo que se dice, darle valor a lo que se paga implica un trabajo subjetivo.
El momento de pagar la sesión es un momento incómodo que muchos quieren pasar rápido: unos sacan la suma de sus bolsillos, otros buscan el dinero perdido en algún lugar de la cartera, del pantalón, otros sacan la suma correcta, pero no exacta; otros se van sin pagar y se torturan con la deuda, otros quieren pagar esta sesión, la que viene y la que viene, etc. Cada momento es singular y nos habla del deseo, o el goce que anima a ese sujeto en ese momento: el avaro, el que depilfarra, el codicioso, el que no pone ningún valor en juego, el que sobrevalua. Hay en ese uso del dinero algo sutil que se irá desentramando a lo largo de un análisis, hasta llegar a su cifra.
Avrane pone el acento en “la moneda” en contraposición al dinero. Al estilo de Pierre Klossowski, ve en la moneda, lo viviente del dinero: “los factores sexuales orales, anales, fálicos” que le dan a esa moneda con la que paga su sesión, su dimensión erótica, cosa borrada, hasta cierto punto por la higiénicas transferencias bancarias con las que hoy parece “omitirse” ese momento crucial. La ética aséptica que nos impone el modo de vida digital ha simplificado ese vínculo material. En las transferencias el dinero no se toca, pasa de una billetera virtual a la otra.
Así, por este mismo erotismo implicado, es que el dinero tenga fama de sucio. Es al mismo tiempo el equivalente universal, y la materia que pasa de mano en mano manchándose con los pecados de cada quien. El ritual obsesivo dice que hay que lavarse las manos después de tocar plata. Aunque debemos considerar verdaderas transgresiones en torno a esa especie de tabú: el oler el dinero, las billeteras, incluso el mismo “lavado de dinero” que implica poner en circulación un dinero cuyos orígenes son delictivos (el caso paradigmático del profesor de química Walter White- Walter Blanco- que monta una verdadero “lavadero” de autos para legalizar la moneda ganada con la producción de metanfetamina). El dinero ensucia al tiempo que redime.
El libro de Avrane se detiene en distintos momentos de la literatura francesa y en casos clínicos de su propia práctica; queda al lector hacer sus derivas, plantear sus preguntas, actualizar un modo que parece haber sufrido cambios sustanciales en los últimos años. Uno de los más importantes es abordado hacia el final de su libro: la ruptura del acuerdo Bretton Woods que sostenía el respaldo del dólar con el oro librando a la moneda de su vínculo material con el precioso metal. Ahora, “llevamos solo confianza en nuestros bolsillos”, una confianza cuya hermana dialéctica, la desconfianza, abre la economía a la especulación financiera tan conocida por aquellos países que sufren sus consecuencias. Y aquí, ya alejándonos un poco del texto de Avrane pero siguiendo sus derivas, podríamos poner en relación esta tríada de confianza-especulación financiera y relación con el otro y con el Otro. La especulación es en sí una burla a la confianza, actúa de mala fe. El confianzudo y el confiado son los personajes principales de ese teatro donde uno entrega y el otro sencillamente toma. La especulación implica que en algún punto alguien puede deducir cual es la “cifra correcta” del otro, y con ese saber acorralarlo. La consecuencia de esto, el círculo vicioso, es el de una desconfianza generalizada dominando ese pseudo lazo social: sin otro que regule, entonces mejor no confiar en nadie porque en lo que puedo confiar, es en que el otro me está engañando.
Pero el contrario de la confianza no es la desconfianza. La confianza es una especie de “don” que se recibe, se rechaza, se demanda, se da en exceso, se recela. El contrario de la confianza es el miedo. Contrariamente a la confianza, el miedo nos enfrenta a lo desconocido como a una amenaza. Frente al miedo el mundo del otro se nos cierra y el mundo externo se torna hostil y acechante. Pero no es el mundo externo lo que la confianza regula, sino el mundo propio, el hecho de poder dominar cierto mundo pulsional interno que siempre está al borde de excederse.
En Argentina solemos decir que “estamos cagados de miedo”, y es una frase que resume muy bien esa confluencia entre miedo, pérdida y violencia. El que está cagado de miedo actúa “como si” (el cómo sí hace entrar en juego la verdad de la ficción) estuviese a punto de ser arrebatado de eso más íntimo que ni siquiera podría decir qué es. Su respuesta es impredecible y violenta, es una anulación de toda posibilidad de vínculo. El miedo y la desconfianza generalizada, características indisociables de la especulación financiera, indican ya un modo de vínculo no solo con el dinero, sino con lo que allí se “cifra” para cada sujeto.
Volviendo al libro de Avrane, el “Pequeño psicoanálisis del dinero” nos pone sobre las pistas de uno de los grandes temas que hoy ocupan a los analistas, enfrentados a las nuevas “modalidades de pago”, a las nuevas “monedas” (objeto material con el que se paga) con las que se paga el “dinero” del psicoanálisis, es decir, aquello que va anudado a él y que él al mismo tiempo anuda o enreda.