La mañana del 18 de junio, cuando todos en Córdoba jugaban con la nieve y posaban en paisajes blancos, en Colonia Caroya un grupo de horticultores se agarraba la cabeza. Miraban preocupados como las seis hectáreas donde producen achicoria, lechuga, acelga, coliflor, zapallos, berenjenas, choclos, tomate y pimientos languidecían bajo una brillante capa de escarcha. 

“Cómo vamos a llegar a armar los bolsones”, se preguntaban. Dos días después, habían rescatado la cosecha y trabajaban para distribuir la mercadería.

“Es que los tarijeños somos dados para la tierra, es de sangre”, dice Florentino Castro. Es integrante de una de las familias de la comunidad de Tarija, al sur de Bolivia, que cultivan y distribuyen bolsones con frutas y verduras en la región caroyense y varios pueblos de alrededor. 

El grupo se armó en plena pandemia, como respuesta a las flaquezas laborales que se imponían. Se hacen llamar Hortícolas Tarijeños y se pueden contactar a través de sus redes sociales o por teléfono (3525 48-2652).

“Teníamos gente que necesitaba los alimentos, gente que no podía salir a comprar, y los teníamos a ellos que no podían vender porque ya no les daba ni para ir al mercado, y menos con las restricciones de aquel momento” explicó a la revista InterNos la comunicadora Emilia Solfanelli, quien por entonces trabajaba en la municipalidad de Colonia Caroya.

Comenzaron en mayo de 2020. Hoy reparten 300 bolsones semanales. Foto: Daro Almagro.

Comenzaron a trabajar en mayo de 2020: repartían 30 bolsones de 5 kilos con ocho variedades de frutas y verduras por semana a consumidores del pueblo. “Los primeros bolsones eran tristes, pero fuimos saliendo, la gente nos fue conociendo y ahora nos felicitan” explica a cba24n Daysi Ruiz Baldiviezo. 

Hoy reparten más de 300 bolsones semanales y llegan a localidades como Ascochigna, La Granja, Salsipuesdes y Agua de Oro. También comercializan en el Almacén Monte Adentro del Movimiento Campesino en Córdoba capital.

El cinturón verde es boliviano 

Cristina Tapia Farfán dice que ahora se siente libre. “No tengo ese compromiso de llegar y salir a horario, de que esté tu patrón mirando qué haces y que no”, explica. Antes, trabajó en casas de familia pero sostiene que “mil veces” prefiere la tierra: “me da fortaleza, me siento bien con la tierra”. 

 Ella llegó directo de Tarija a Colonia Caroya. Pero otros y otras pasaron antes por ciudades y provincias diferentes.  

En Córdoba, se estima que entre el 60 y el 80 por ciento de los productores hortícolas que trabajan con el cinturón verde son ciudadanos de Bolivia. Comenzaron a llegar en la década de los 80 para trabajar las tierras que los hijos de italianos y españoles dejaban de explotar y comenzaban a alquilar por cuestiones generacionales, técnicas, productivas o de mercado. La mayoría arribó por sus redes de relaciones familiares desde el departamento de Tarija, en el sudeste de Bolivia, que limita con la Argentina.

Foto: Daro Almagro

Florentino Castro, por ejemplo, era albañil en su tierra. Vino a Argentina, trabajó en la construcción y regresó a Bolivia para buscar a su familia y establecerse en Córdoba. “Era muy difícil en esos tiempos, muy difícil para nosotros”, recuerda. Ahora se siente feliz por “no tener patrón”. “Estamos felices por organizarnos y salir adelante entre todos los compañeros”, aclara.