Los libros, las palabras y estos tiempos
Texto producido para el Qué - Portal de Contenidos en el marco del Especial Pandemia N°1
Por María Paulinelli *
Algunas pistas sobre cómo, a quiénes y qué leer en tiempos de pandemia, para quizás encontrar “algo que nos libre de esta soledad huérfana de abrazos y de encuentros”.
Los días se amontonan y pasan, pasan sin dejar huella ni rastro alguno. Un transcurrir monótono, ingrávido de sorpresas o alegrías. Un presente sin otra consistencia que el paso de las horas, la salida del sol y su ocaso, el lento desplegarse del otoño.
Uno se pregunta: ¿cómo cambiar esto? ¿Cómo transformarlo? ¿Cómo dibujar aunque sea una marca en este lento vértigo del tiempo? Se me ocurre buscar algo que nos identifique como hombres. Algo que detenga este tiempo lineal que no conduce a nada y nos permita ir y volver en otros tiempos. Algo que nos separe de la quietud del aislamiento y nos permita volar, irnos muy lejos. Algo que nos libre de esta soledad huérfana de abrazos y de encuentros.
Entonces, me vuelvo a las palabras. Ellas son lo que nos definen como hombres. Lo que nos permite vivir y ser vividos. Lo que sigue a pesar de la precariedad de nuestras vidas. Las palabras… Las palabras que pronunciamos y escuchamos. Las palabras que hablan de tiempos y de historias. Las palabras que habitan en los libros.
¿No serían las palabras entonces, en este tiempo diferente, una posibilidad de vivir un poco mejor, de hacernos más humanos, de reconocer que a pesar de todo, estamos vivos?
Y pienso en la lectura como una actividad posible. Más que posible, necesaria. ¡Cuántas veces hemos deseado tener los tiempos para leer! ¡Cuántas veces, hemos añorado una tarde silenciosa y quieta para quedarnos en la compañía de un libro! Paradójicamente en este tiempo sin transcurso, tenemos ese tiempo. Y, paradójicamente, la lectura tan deseada, nos provoca cierto desaliento. La dejamos, la evadimos. Buscamos otras actividades.Lo digo porque a mí me pasa. Lo converso con amigos. Y pienso, entonces, cómo superar esta dificultad.
Algo extraño, incomprensible pero que nos está pasando a muchos.
¿Qué hacer?
Pienso en buscar momentos. Ratos metidos en el transcurso opaco de las horas. Para eso, la lectura de fragmentos, textos breves, Con cierta autonomía. Que no tengan continuidad. Que empiecen y terminen en sí mismos.
Pero también, pienso en qué textos. ¿De historias leves, frágiles? ¿De argumentos que persigan los finales? ¿De acertijos en la trama? ¡No! Para eso están las series que nos encandilan y distraen.
Busco para leer historias que tengan como centro el valor de las palabras. Que me permitan crear las situaciones y me acerquen de diversas maneras a las interpretaciones posibles. Que me provoquen placer en la lectura. Que me den ganas de leer a los gritos porque están tan bien escritas. Que me unan al autor que supo escribir y que lo sienta cerca mío. Que me den ganas de rayar y rayar para hacer mío el libro y que la lectura quede marcada para siempre. Todo eso.
Y entonces, pienso. ¿Qué autor sería posible? Se me vienen a la cabeza algunos nombres. Yo los llamo amigos, compañeros de tantas horas compartidas. Se amontonan. Solo distingo algunos entre tanta muchedumbre.
Ya está. Erri de Luca, Pascal Quignard, John Berger…
Erri de Luca, simpleza y profundidad a toda prueba
Erri de Luca es un italiano. Autodidacta. De ahí su simpleza y su profundidad a toda prueba. Escribe relatos cortos de una frescura inigualable. También bucea sobre las religiones y los textos sagrados. Pero a nosotros, nos importan sus relatos. Relatos que tienen ese valor autobiográfico que da la memoria. La mirada hacia el pasado que puede ser el nuestro. La mirada que se dice con palabras que arman la historia y ellas mismas son protagonistas. Nombro algunos.
Los peces no cierran los ojos. Un niño de diez años en las vacaciones en Nápoles. El primer amor dibujado en los recuerdos. Los besos primeros tan hermosos que no permiten cerrar los ojos para seguir viendo el rostro amado. El tiempo y la distancia. Los tiempos diferentes. Pero allá esos momentos…
Aquí, no. Ahora, no. Una fotografía devuelve la imagen de la madre y entonces, llegan los recuerdos… tantos, tantos…. Los momentos de una vida enhebrados en la mirada de la madre y sus palabras. La explicación ahora de grande del porque tantas negaciones. El amor que se derrama en la nostalgia.
El crimen del soldado. La historia de la hija de un criminal de guerra nazi. El crimen en las palabras del padre es haber sido derrotado. La levedad de los recuerdos de la niñez de la muchacha, se contraponen a esta realidad de violencia muda en la relación con su padre.
Tras la huella de Nives. En el Himalaya con una alpinista. La marca autobiográfica se profundiza en esta entrevista del autor. Toda una noche en un diálogo en el que transitan la vida, la muerte, el esfuerzo, el heroísmo, y… las palabras. Allí dice: “La poesía, urgencia de aferrarse a un borde en plena tempestad”. Similitudes, ¿no?
Pascal Quignard, erudito clásico con prosa de orfebre
Pascal Quignard es un francés. Tiene la sabiduría que da el conocimiento de los clásicos y la pasión por las distintas expresiones artísticas. Innumerables textos divagan por esos territorios que tienen como protagonistas a las palabras y sus significaciones. Enhebra los fragmentos con la paciencia del orfebre que trabaja los metales. La poesía se desprende en una prosa increíble.
El origen de la danza. Es también el origen de los hombres. El nacimiento, la pulsión de vida y muerte en los hombres y en la danza como creación. La remisión a la mitología. Los dioses y los humanos en el protagonismo de historias del origen.
Las sombras errantes. La historia de los hombres se ordena tras los viajes, la errancia. Siempre se han escrito relatos sobre este deambular tras la vida, la sabiduría, la belleza. Ahora, Quignard también relata desde esta contemporaneidad. Fragmentos y fragmentos. Tiempos diferentes con hombres y búsquedas distintas. En todos ellos, las reflexiones sobre la escritura: “El lenguaje es la casa para todo lo que ya no está”… “Es la única resurrección para lo desaparecido”, dice.
Lo anterior. La memoria permite acceder a “lo anterior” que son los distintos tipos de pasado. Los hombres y su tiempo lineal perecedero. La naturaleza y el tiempo circular de la renovación, de lo continuo. Y, en los fragmentos, la palabra como disolución de la desaparición. Como posible vida. Desde este enlace es posible bajar algunos títulos gratis: https://kupdf.net/search/quignard
John Berger, la interpelación a la utopía posible
John Berger es un inglés. Pero podría decir que es un europeo. Crítico de arte, pintor, dibujante, fotógrafo, novelista, poeta, ensayista… y mucho más. Todo lo que posibilita pensar el mundo y el mundo de los hombres. Incisivo interpelador del lenguaje en sus distintas materialidades, sus textos proponen desde la multiplicidad de sus signos, un espacio de descripción y al mismo tiempo de construcción de utopías posibles. Siempre desde la esperanza en el ser humano. Siempre desde los lenguajes que desembocan en la palabra.
Fotocopias. Veintinueve fragmentos discurren desde la mirada que detiene, observa, recuerda, cuenta e imagina. Casi una historia de minuciosidades. Casi una copia de la realidad trasvasada a las palabras. De ahí el título. Fotocopias. Fragmentos de la vida.
Cada vez que decimos adiós. Pinturas, esculturas, fotografías son los espacios desde donde la palabra se expande en relatos sobre la historia de los hombres. Una historia que muestra significaciones pero también diseña la mirada de Berger que termina siendo el protagonista de relatos que tienen como núcleo: interpretar el sentido de haber sido.
Confabulaciones. Libro objeto. Libro artefacto. El último de sus textos. Algunos críticos lo llaman el testamento de John Berger. Lo integran críticas, autobiografías, relatos, aforismos, poesías, insertos gráficos… que dicen las reflexiones cotidianas, las anécdotas, las crónicas, los recortes de un posible diario personal. Todo lo que Berger amó mientras vivía. Ahora, en estos últimos fragmentos, desde la esperanza como territorio a construir que desecha la utopía como algo construido, y en consecuencia… terminado. De ahí el sentido esperanzador de las palabras. Siempre por llegar a ser. “Entonces, sostenidos por lo que hemos heredado del pasado y lo que atestiguamos, tendremos el coraje de resistir y de continuar resistiendo en circunstancias inimaginables”. Son las últimas palabras de Confabulaciones. También, las últimas palabras que nos dijo. ¿Nos diría hoy?
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Podríamos seguir conversando con estos mis amigos. ¿Si? ¿Les interesa?
* Docente e investigadora. Fue profesora de Literatura Argentina y Movimientos Estéticos, Cultura y Comunicación en la ex ECI, a la que dirigió en en dos oportunidades. Es la primera Profesora Emérita de la FCC-UNC.