María Elena Mercado: Argentina antes de 1985
Entra al cine. Se deja hundir en la butaca y no se mueve hasta los créditos. En la sala, como hace tiempo no pasaba, la gente aplaude. Ella se emociona. Sobre todo, dice, en la parte de los testigos. En el Juicio a las Juntas, María Elena, abogada e integrante de Conadep Córdoba, declaró el secuestro y desaparición de su marido.
Alfonsín. De lujo, Alfonsín.
En diciembre de 2023 se cumplirán 40 años del día en que Raúl Ricardo Alfonsín creó la Conadep. La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas.
De lujo, Alfonsín, dice la abogada María Elena Mercado. Ella estuvo ahí.
Apenas asumió como Presidente, Alfonsín cumplió con una de sus promesas de campaña, subraya. Tan anhelada por las víctimas del terrorismo de Estado durante la dictadura.
María Elena Mercado conoció a Alfonsín pocos días después del golpe del 76. En su oficina de Buenos Aires, adonde llegó con una carta de recomendación. Estaba desesperada. Su marido, el abogado Eduardo Jorge Valverde, el Tero Valverde, −hasta el Navarrazo, funcionario de Ricardo Obregón Cano−, había sido secuestrado y desaparecido el mismo 24 de marzo en Córdoba.
Ella sabía que eso era mucho peor que lo del 69, cuando poco después del Cordobazo, la pareja pasó varias semanas en la cárcel. Con otros abogados y abogadas (aunque todes recuperaron la libertad, preludio de la Noche de las Corbatas en Mar del Plata), cayeron en una redada: la policía los levantó en un hotel de calle San Jerónimo, donde redactaban un hábeas corpus para Raimundo Ongaro y otres detenides durante un congreso de gráficos en Bialet Massé.
−Alfonsín me escuchó atentamente. Pidió que le dejara un resumen escrito. No tengo máquina, le dije. A mano, hágalo a mano, me indicó. Después, agotada de hablar, busqué la dirección de Lúder en la guía y también fui a verlo. Cómo no ir… había sido presidente provisional… Con su cara hierática, apenas si me prestó atención.
María Elena Mercado los volvió a cruzar, a ambos en Córdoba, cuando la dictadura llegaba a su fin, durante el cierre de la campaña electoral.
−Con otros familiares, fuimos, creo, al Crillón, donde estaba Lúder. Después de más de hora y media esperando, Anselmo Asales, uno de nosotros, dijo, esto no puede ser, síganme, y en un descuido, nos metimos en su oficina. Ítalo… te acordás de mí… Anselmo lo saludó con aspavientos. Habían sido compañeros en una escuela de Santa Fe. Lúder ni se inmutó. Nos atendió rápido, siempre imperturbable. Ni bola.
A Alfonsín lo buscaron en el hotel de los lucifuercistas, en Deán Funes y La Cañada.
−Nos hizo pasar enseguida. Fue una larga reunión. El día y la noche. Raúl… Hay mucha gente afuera, le advertían cada tanto sus colaboradores. Que esperen, les dijo una y otra vez Alfonsín.
Ella votó en blanco. Pero estaba ilusionada, recuerda ahora, café chico sin azúcar. Ni celular ni redes sociales. En el estarbac del yopin de la Duarte Quirós. Más de veinte chesterfiel por día. Durante la dictadura había militado sin descanso junto a les familiares de detenides y desaparecides. Obtuvo relatos contundentes de los morgueros del San Roque, obligados a llevar cadáveres al cementerio de San Vicente. Y a fines del 82 fue una de les cuatro familiares que denunciaron la existencia de fosas clandestinas en ese lugar.
Cuando en enero de 1984 el presidente de la Conadep, Ernesto Sábato, vino para formar la delegación Córdoba de la Comisión, María Elena Mercado, integrante de Familiares, fue incorporada al equipo técnico que recibiría las denuncias. Un trabajo que los organismos de Derechos Humanos habían comenzado, casi clandestinamente, arriesgando sus vidas, varios años antes, mientras golpeaban todas las puertas. Hasta la del Sierras Hotel de Alta Gracia, donde se alojó el premier español Adolfo Suárez. Y la del presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, durante su visita a esta provincia. También a ellos recurrimos, enumera.
La Conadep Córdoba trabajó seis meses. En una casa muy sencilla de calle Lima, cerca del Mercado Norte, que les facilitó la pastora metodista Nelly Ritchie, única mujer en la comisión de notables de la Conadep local.
El frío que hacía… hasta que tuvimos una estufa eléctrica, recuerda María Elena Mercado.
Al principio, cada integrante de ese equipo de, aproximadamente, diez, almorzaba en sus casas. Pero sin que se dieran cuenta, las jornadas se fueron extendiendo. Hasta bien tarde. Entonces comían algo rápido al mediodía, cerca, en la esquina de Alvear. NN, los llamaba don Pedro, el dueño del restorán. Con su señora, nos atendían de lujo, agradece María Elena. Especialmente cuando debieron refugiarse en el lugar, por una amenaza de bomba. Otras veces, el escritor Ricardo Espeja se llegaba a la casa a cocinarnos. Quiero colaborar, nos pedía.
Al anochecer del 18 de septiembre de 1984, una multitud (estuve ahí), marchó a la Casa de Gobierno para entregarle el informe de la Conadep al radical Eduardo César Angeloz. Gobernador de la democracia, cuestionado por sus vinculaciones con Menéndez y el arzobispo Primatesta.
−Se decía que para controlarla, Angeloz había impuesto dentro de la Comisión al escribano Narciso Ceballos, de la UCR. Una persona excelente. Si quiso controlarnos, no lo sentí. Pero no entré a la Casa de Gobierno. Porque me eligieron para que al finalizar la marcha, leyera el documento de las Juventudes Políticas.
Después de la cuarentena, casi no ha vuelto al cine. Le irritan los tambores (sic) de pochoclo con sus cranch, cranch. Pero un mediodía de estos, caminó hasta el Gran Rex, cerca de su casa de calle 27 de abril. Casi se arrepiente, al ver que la sala se llenaba.
−De la película, como obra, no puedo opinar. Pero me emocioné. Mucho. Sobre todo en la parte de los testigos. Así fue, efectivamente. Y, qué sorpresa, cuando al terminar, la gente aplaudió.
Argentina, 1985. María Elena Mercado estuvo ahí. En el Juicio a las Juntas que la película de Santiago Mitre nos ha traído a la agenda pública, casi en las vísperas de los 40 años de esta democracia.
−Primero vino Moreno Ocampo. Nos reunimos en la biblioteca de Tribunales Federales. No quería entorpecer la rutina diaria. Para no irritarlos. Después, con un telegrama, me citó Strassera.
En ese juicio histórico, María Elena Mercado contó cómo la Aeronáutica secuestró a su marido, y el Ejército lo asesinó en La Perla. Conoció los detalles por el sobreviviente Elmer Pascual Fessia. El Juicio a las Juntas fue reparador, aunque Orlando Ramón Agosti, el jefe del arma que retuvo al abogado Valverde, recibió una condena menor.
Recién 30 años más tarde, en octubre de 2013 (ya en pareja con el periodista Ernesto Ponsati), ella pudo relatar en esta provincia, delante de los jueces, el calvario de su esposo. Fue durante el megajuicio por los crímenes cometidos en el campo de concentración La Perla.
Entre uno y otro juicio, felices pascuas.
Las leyes de impunidad. El punto final, la obediencia debida. El indulto.
La historia no es lineal. A veces se puede, a veces no. La historia no es de libros. No sale todo perfecto. Dice, María Elena Mercado.
En estos días, cumple 80 años.