Monzón, leyenda eterna y condena perpetua
“Dos puntas tiene el camino, y en las dos hay quien me aguarda”
En la cueca, es el amor. En Monzón, la pobreza y la miseria.
Desde su Santa Fe natal al Palazzo dello Sport de Roma, a la carpa que armó Alain Delón en las afueras de París para destronar por terrible KO al gran campeón Nino Benvenutti.
De lustrabotas, sodero, canillita y lechero, a campeón del mundo.
Puede decirse que en el boxeo dos personas Intentan destruirse las neuronas y romperse el alma a fuerza de tan delicados instrumentos como jabs, ganchos, uppercuts o directos. Peros es necesario comprender que los boxeadores tratan de abrirse camino a las trompadas de los albañales de la suciedad hasta la marquesinas de la sociedad.
Claro que emocionan los huevos de Ringo a los saltitos para alcanzar al más grande entre los grandes, Cassis Clay. Claro que duelen las trágicas muertes de Bonavena en el submundo de la prostitución, de Galíndez atropellado en una carrera de TC, y ¡como que no! la del Mono Gatica en la pobreza y el alcohol.
Pero Monzón fue más grande que todo ellos. Aunque, así como decir que Monzón fue un gran campeón, no puede discutirse, también es indiscutible que asegurar que no importa lo que hizo en su vida privada, sea complicidad necesaria.
Nada como los velorios para escuchar imbecilidades. En el de Monzón, los habitantes del ringside del circo romanos y los morbosos populáricos coincidía en el “¡¡Dale campeón, dale campeón!.La otra mitad aullaba “¡Asesino, asesino!”
“El Gráfico”, publicó parte del libro del gran Osvaldo “Gordo” Soriano, "Piratas, fantasmas y dinosaurios”…y Monzón estaba entre los dinosaurios…
“Perseguía a su víctima hasta el agotamiento y la demolición. Se plantaba en el centro del ring, miraba como una fiera. Con ojos de rayos y centellas. Fuego de volcanes. Bronca de chico con hambre. Era una mezcla de dóberman y primatus. Era como una cortadora de fiambre, una picadora de carne: era patética su imposibilidad de aceptar al otro”.
En 1988, cometió el femicidio de su expareja, Alicia Muñiz. Fue condenado a once años de prisión por homicidio simple, y en una de sus salidas transitorias, se mató en un accidente automovilístico en 1995, cumpliendo el ciclo de las dos puntas del camino: de la pobreza y la violencia a la violencia y a una pobre muerte.
El pasado 7 de agosto Monzón hubiera cumplido 77 años, pero no los hubiera podido festejar: en 2009 se promulgó la “Ley de proteccion integral a las mujeres”.
Su condena hubiera sido perpetua. Tanto como su historia y su leyenda, que lo convirtió a él mismo en víctima del sistema.