Nelda Abed, librera: Que lean desde temprano
La lectura, esa actividad solitaria o compartida que nos permite vivir otras vidas. Hay un vínculo fundamental -explícito o secreto- entre quienes eligen un libro y su librero o su librera. Nelda Abed, dueña de la Librería Infanto Juvenil, lleva ya más de 40 años habilitando el encuentro entre niños, niñas y jóvenes con esas otras vidas.
Sin dinero. Con una compra a la Editorial Sigmar hecha por su hermano; unos paquetes del Centro Editor de América Latina, que daba los libros en concesión. Y su sueldo docente, por las dudas. Así comenzó Nelda Abed la Librería Infanto Juvenil, hace más de 40 años, en un local chiquito −pero muy vidriado− de la galería Norte.
La entusiasmaba un negocio propio. Afín a su pasión por la lectura, que el padre le cultivara. Descendiente de sirios −dueño de Casa Chica, una conocida tienda de ropas−, don Abed no había estudiado más allá de la escuela, pero quería cultura para su hija, y sus dos varones. Las aventuras de la Colección Robin Hood para ellos; ‘Mujercitas’ y otros títulos románticos para la niña. Y apenas crecieron un poco, los grandes de la literatura universal.
Impronta paterna. Quizá, tal vez, también para el comercio. Nelda Abed supo mucho antes de las escuelas de marketing, que debía orientarse a un nicho, como se lo llama ahora. Estimulada por el recuerdo del seminario de Malicha Leguizamón, pionera de la literatura infanto juvenil en Córdoba, se decidió por una librería para la niñez. La primera del rubro en la ciudad. Y en Latinoamérica. Y casi única aquí, hasta ahora, aunque tras ella, sus colegas comenzaron a incorporar secciones para infancia y juventud.
La clientela inicial fueron hijas e hijos de sus compañeras. Pero eran los 80, transición democrática, la librería creció de boca en boca, y pronto fue una referencia. Muches de eses lectores, volvieron años más tarde con sus propios hijes, algunes ahora con sus nietes. Varias generaciones confiaron en Nelda Abed.
Con la ayuda de Malicha Leguizamón en Córdoba, José Murillo en Buenos Aires (escritor socialista que destacaba la importancia de la literatura para formar en valores a la infancia, me explica), y cuanto estaba a su alcance, Nelda Abed se fue formando. Hasta ser una experta. Y una especie de librera, en extinción. La que sabe qué recomendar a cada persona que llega hasta su pequeño negocio (ahora en galería Cabildo, sobre Deán Funes, la zona de las librerías); ha leído cada libro que recomienda y lee los libros que le reclaman sus jóvenes clientes (del primero al último de los siete tomos de Harry Potter, por ejemplo). Y más allá de la literatura, de tanto conversar, leer pedagogía y psicología, suele adelantarse a identificar qué le pasa a un chico, una chica, o a sus padres, que no saben qué les pasa, cuando visitan su librería.
Pero la mayor satisfacción de Nelda Abed, es haber salido de atrás del mostrador. Hacia escuelas, gobiernos locales, bibliotecas, teatros. Creación de ferias de libros (Córdoba, Arroyito, Villa Dolores, Cosquín, La Granja); de la feria infantil. Docencia. Dos veces presidenta de la Filial Córdoba de la Asociación Argentina de Lectura, y cuatro períodos presidenta de la Cámara de Librerías de Córdoba (primera y todavía única mujer en ese lugar), militó el libro infantil y juvenil durante todos estos años. También produjo obra. Un cuento de la colección ‘Dulce de Leche’, de La Voz del Interior, y una antología, ‘Entre nubes y huevos fritos’, de Plus Ultra. Le hubiera gustado escribir, pero la exigencia de ese oficio es mucho para ella. Sin frustración, le alcanza con vivir rodeada de escritoras y escritores.
En la Feria del Libro 2022 −que comienza este jueves 29 en Córdoba−, es la primera vez que Nelda Abed, 74 años, no ocupa la avanzada de su organización. Después de la pandemia, elige solo unos días en su pequeño departamento de la ciudad; casi toda la semana en La Granja (va y viene en ómnibus), en una antigua casa familiar rodeada de un parque amansado durante años de trabajo, donde lo más lindo es echarse y mirar alrededor. Árboles añosos, y más árboles. Y antes de que la zona comenzara a superpoblarse, a la noche solo estrellas.
¿Lo mejor de la Feria? La continuidad, la ocupación del espacio público, la pluralidad. A la Feria va cualquiera, la enorgullece, algo que espanta a alguna erudición. ¿Lo malo? Cuando se hace muy circense. Espectáculos ruidosos que convocan gente poco dispuesta a concentrarse en el libro.
No duda cuando le pregunto. Gracias a la Feria del Libro, les cordobeses somos más cultes. Y se emociona al recordar a esas personas que jamás visitan una librería, pero salen de las carpas con sus bolsitas de libros nuevos, como llevando un tesoro.
Cuando estudiaba en la Universidad Nacional de Córdoba (es licenciada en Letras, y profesora de Literatura), conoció antes el Centro de Estudiantes, que las aulas. El Partido Comunista. De ahí al Partido Comunista Revolucionario. Mucha oposición al gobierno del presidente Illia, pero luego, barricadas y actos relámpagos en las esquinas, contra la dictadura que en 1966 lo derrocó. Entonces, el asesinato de Santiago Pampillón. Fue la primera vez que vi una manifestación femenina, se le corta la voz. Unas mujeres bajan de un taxi, y depositan una corona en el lugar donde cayó. Para mí fue una revelación que esas señoras grandes, de la edad de mi madre, se solidarizaran con un estudiante.
Después, la librería la ocupó entera. Pero aquella estudiantina de los 60/70 pervivió todos estos años en ese rincón de la Galería Cabildo, donde, cual jabonería de Vieytes, entre los libros para infantes, circula una fauna de escritores y otres artistas, diletantes, laburantes… Por lo de la Nelda. Algo semejante en su casa de La Granja, donde siempre hay gente. Y abundantes nueces de cosecha propia, como las que me llevo en una bolsa, al terminar esta entrevista.