Recreando la lengua analítica: entrevista a César Mazza, director de la revista Exordio
La revista del Programa del Psicoanálisis en la Cultura del CIEC presentó su edición N°11. En más de una década de vigencia, cada número es "un retorno a lo anacrónico", la posibilidad de una memoria. "Los intentos de actualización duran una temporada, una vidriera o un posteo en las redes. Lo actual no está en la actualización permanente —dice Mazza—, si no en la actualidad del trauma, como lo real fuera del sentido".
El 2 de junio se presentó en la ex legislatura de Córdoba la revista exordio. Publicación del Programa del Psicoanálisis en la Cultura perteneciente al CIEC, que lleva más de 10 años de existencia y recién da su número 11, con el dossier “Traducir. Recrear la lengua”.
Una lengua está hecha de heridas. La escritura constituye “lo inaugural de la intervención humana en lo real”, dice en una de sus páginas. Recordemos también esa trillada etimología de la palabra estilo y su relación con el cincel. La escritura hunde su filo en lo real. En este contexto, ¿Qué tipo de operación sobre el lenguaje y la escritura es la traducción? ¿Cómo traducir eso que es al mismo tiempo “lo más vivo de una lengua”? En el clima de esta indagación mordaz sobre la traducción nos encontramos con César Mazza, director de la publicación para conversar sobre este número.
—Sostener una revista cultural hoy, es una empresa osada. Más si pensamos en una edición impresa, que sale una vez por año (desde el 2009) y que se piensa como un montaje de fragmentos que, conformando una unidad, destituye una totalidad.
—Exactamente, advirtiendo que no hay enunciación colectiva y que el deslizamiento hacia el chillido o la calamidad recitadora están al orden del día, consideremos que en exordio se apuesta a una unidad uno por uno, como un Aleph, cada integrante del Comité de Redacción en este número particularmente, tuvo la iniciativa de proponer textos y de escribir en un “singular plural” creando universos al estilo de un archipiélago: Gombrowicz (Fernando Tarragó), Joyce de la mano de Marcelo Zabaloy (Noelia Chiantur), Ariana Arwicz (Luz Camozzi), Horacio González (sobre el misterio de la autoría en Macedonio Fernández), los Correos de Julieta Lépori (la travesía en la lectura de “En otras palabras” de J Lahiri) y Melina Di Francisco (sobre una frase Mon cul de “Zazie en el metro” de R Queneau donde la traducción de Ariel Dilon respeta lo irrespetuoso).
Diseccionando exordio nos encontramos con los aparejos del montaje: editorial, sinthoma (con h), tensiones, apuesta, el dossier que da título al número, Made in Germán, la referencia incómoda y el clásico correo de lectores. Cada sección implica una intervención sobre un ámbito, sobre un aspecto de la cultura del psicoanálisis y en el psicoanálisis: “exordio del psicoanálisis se refiere tanto a la instalación del psicoanálisis en la cultura como a la introducción del practicante a ese discurso”.
—Porque esa sigue siendo la pretensión de muchas revistas y de aquellas que han hecho el salto o directamente han nacido en la virtualidad: el imperativo de intervenir sobre todo aquello que llamamos nuevo, actual, presente, etc. La actualización constante funciona como una forclusión del anacronismo. Una revista que no retroceda frente al “horror” que por momentos puede provocar el ancronismo, ya no importa si sea virtual o en papel, restituye la posibilidad de un montaje, de una memoria.
—La actualización permanente no es lo actual. Podemos ubicar lo actual en la línea de la actualidad del trauma, como lo real fuera del sentido. De acuerdo a este punto el trauma es un agujero en lo simbólico y en consecuencia va implicar permanentes retornos anacrónicos. Los intentos de actualización duran una temporada, o sea, una vidriera o un posteo en las redes. Consideremos que son escabeles sin enunciación (como planteó recientemente Marcus Viera, en el último Congreso Internacional del CIEC), es decir representaciones imaginarias empaquetadas por el mercado del saber y que por supuesto cuanto más se rechace lo anacrónico del trauma más contundentes serán sus retornos. exordio apuesta a retomar una punta de lectura de Jacques-Alain Miller donde interpreta la enseñanza de Lacan en términos de una respuesta al traumatismo del acontecimiento Freud. Es decir, darle un lugar clave al agujero que produce ese acontecimiento en los discursos establecidos.
Asimismo, la entrada de Lacan en nuestro país y en nuestra lengua en sus comienzos, en los años 60 y 70 de la mano de Oscar Masotta no deja de inscribirse en esa dimensión de acontecimiento. Traumatismo en los discursos vigentes en ese entonces (ni práctico para los profesionales del psicoanálisis ni de fácil asimilación para los intelectuales) Lacan entra como una referencia extraña, no familiar, Unheimlich —palabra en alemán que desarrolla Freud en su texto Lo siniestro—. Así, la referencia de Lacan no podía (y no puede) incorporarse a los saberes existentes sin trastocarlos, deformarlos como en la anamorfosis, produciendo incluso su castración, su vaciamiento. El que lee a Freud desde Lacan es Masotta empleando la anamorfosis podemos conjeturar, para retomar el cuadro Teorema de la Giralda, qué se trae Masotta entre manos de Daniel Santoro que inspira el arte de tapa (a cargo de la artista Carla Ciarapica) de este número de Exordio. Hubo un clima cultural para que fuera posible la recepción de la referencia de Lacan. “Como afirma Santoro, si alguien se queda el suficiente tiempo en un bar, algo va a pasar. Lee, dibuja, trama pinturas y libros, se mezcla entre las mesas. Ya en su taller, comienza una tetralogía” (Noelia Chantur).
— ¿Qué marcas hay en esa tapa?
CM: Los cuadros que forman la serie son un homenaje a las conversaciones en los bares. En la pintura que da el puntapié inicial, Teoría y praxis en el bar, se disponen los interlocutores abarrotadamente en una idea del bar La paz; son pintores, filósofos, escritores y poetas nutriéndose de la generosidad simbólica de los otros. En una mesa contra el vidrio, María Moreno sentada junto a Luis Gusmán escuchan una lectura de Ricardo Piglia. Germán García estaba muy apretado en esa mesa, dirá Santoro. El pintor lo saca de allí y lo pone más a gusto en otro cuadro de la serie, en otra mesa, en otro bar cruzando la calle Corrientes, en frente del cine Lorca. La escena transcurre en la vieja Giralda, una noche a principio de los 70, en la que se proyecta la película Teorema de Pier Paolo Pasolini. La pintura es un montaje de los recuerdos del artista, pequeños charcos y salpicaduras de una noche indeleble en la que se incorpora al código de la calle Corrientes. A la salida del cine, el joven Santoro se mete en el cuadro. De repente, irrumpe Oscar Masotta en el bar, ¿qué se trae entre manos? Sostiene una forma enigmática, alargada, un objeto anamórfico que a primera vista no es perceptible y solo se organizará en una imagen legible desde algún otro punto de vista. En este juego de perspectivas, quien señala el punto desde el cual mirar es Germán García. La posición será exactamente la misma desde donde surge una imagen, a partir de una forma indescifrable, del cráneo en Los embajadores de Hans Holbein. Santoro ubica en la anamorfosis de Freud la entrada de un “psicoanálisis nuevo”. Anamorfosis no como la deformación de una imagen imitada, más bien la deformación como artificio: “ya no es Freud, es Lacan” (Se puede extraer por supuesto un fragmento de esta cita del texto de Noelia Chiantur: Los artificios de la anamorfosis)
En nuestra ciudad ubicamos una de las vías de entradas de Lacan en dos precedentes en los años 60: 1. la publicación del texto de Masotta “Jacques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía” en “Pasado y Presente” Nro. 9, septiembre de 1965, Revista de “ideología y cultura”. Publicación de marcada innovación política, por introducir el pensamiento de Antonio Gramsci. 2. La intervención de Masotta en El Primer Festival de Formas Contemporáneas con la conferencia Qué es la vanguardia, octubre del 66…
—En exordio se trata de flechas (esas que Deodoro Roca pretendía para una revista cultural). No grandes desarrollos, ni puestas en escena de estilos grandilocuentes. Sus textos son breves, su estilo es la edición más que los artilugios de la retórica. Se trata de ir al hueso, a la complejidad, a la precisión, sin irse por las ramas de las justificaciones (siempre construidas más para una supuesto Otro, que para un lector espontáneo). Así, exordio son una serie de flechas singulares lanzadas hacia el campo cultural y su lectura nos atraviesa o no, o la flecha pasa de largo, no hay la intencionalidad de provocar, sino de que la flecha se encuentre con su blanco oportunamente. Ahí aparece el arco, la tensión y la fuerza ¿Cómo lograr el disparo?, extrañamente, eso parece depender del lector.
—Sobre el trabajo de edición: La edición de textos de autores como Eric Laurent, Miquel Bassols (entrevistándolo a Germán García), Alan Pauls, Gerardo Arenas, Laura Petrosino, Álvaro Stella, Hernán Brizzio y un ensayo sobre la última novela de Antonio Oviedo se reúnen en un lugar enunciativo que va tejiendo el Comité de Redacción; un lugar de producción que ambiciona retomar la sigla HCE (Here Comes Everybody, una de las múltiples acepciones) de la novela Finnegans Wake de James Joyce. Sigla explorada entre líneas en varias oportunidades por Jacques-Alain Miller, para que alguien se anime a hacer algo con esas letras. Entonces, ni colectivo ni individual sino singular plural, pasar del Nombre a los nombres, de la Serie a las series, un exordio cada vez, quien se decida a volver a entrar a la referencia no familiar de Lacan, se animará, tal vez, a seguir recreando este extraño y singular discurso, el analítico.