Después de participar de un campamento de una semana en la iglesia, Lydia Rodríguez, de 42 años, y otros miembros de su familia dieron positivo en las pruebas del coronavirus. Tanto ella como su esposo, Lawrence Rodríguez, de 49 años, se habían opuesto a la vacunación anti Covid 19.

Ambos debieron ser internados en un hospital de Texas, en terapia intensiva, a pocos metros uno del otro, según publica The Washington Post. Cuando la mujer cambió de opinión y pidió la vacuna, ya era demasiado tarde, dijo su médico. "Le esperaba un respirador artificial", señaló su prima Dottie Jones al medio estadounidense.

Sin alternativas para salvarse, la madre de cuatro hijos residente en la ciudad de Galveston (Texas) pidió a su familia que le hiciera una promesa: “Por favor, asegúrate de que mis hijos se vacunen”, dijo Rodríguez, profesora de piano, a su hermana durante su última llamada telefónica.

Tras luchar contra la enfermedad, la mujer murió el lunes pasado, dos semanas después que falleciera su marido.

La pareja debió ser internada en terapia intensiva y al poco tiempo falleció. Foto ilustrativa RTVE

Una historia entre millones:

Lydia y Lawrence Rodríguez se encontraban entre las decenas de millones de estadounidenses que aún no han recibido al menos una dosis de la vacuna contra el coronavirus, que está disponible de forma gratuita para cualquier persona mayor de 12 años. Las autoridades sanitarias han subrayado que la vacuna reduce significativamente las posibilidades de enfermar gravemente o morir a causa del virus. Los hijos de la familia Rodríguez, ya huérfanos, se suman a los millones de personas trágicamente afectadas por esta enfermedad, muchas veces mortal.

El caso de la familia Rodríguez no es el único: muchísimos otros pacientes no vacunados han rogado a sus médicos que les administren dosis de vacunas antes de ser intubados. Cuando ya es demasiado tarde.

“Lydia nunca ha creído realmente en las vacunas”, dijo Jones, de 55 años, a The Post. “Ella creía que podía manejar todo por sí misma, que realmente no se necesitaba la medicina”. El marido de Rodríguez, que compartía sus creencias antivacunas, también se negó a vacunarse. Tres de sus cuatro hijos aún no han recibido la vacuna, dijo Jones.

A principios de julio, días después de que Rodríguez y los niños regresaran de un campamento de la iglesia cristiana, los peores temores de Jones se hicieron realidad. Uno a uno, todos los miembros de la familia -incluido el marido de Rodríguez, que no asistió al campamento por motivos de trabajo- dieron positivo en las pruebas del coronavirus.

La vacunación es la única herramienta que existe por el momento para evitar casos fatales de Covid 19.

La familia no le dijo a nadie que estaba enferma hasta que el marido de Rodríguez la llevó al hospital el 12 de julio, después de que empezara a sentir falta de aire. Rodríguez fue ingresada en la UCI y su marido en otra sala, contó Jones.

Para entonces, el resto de la familia intervino para llevar víveres y medicamentos a los cuatro hijos de la pareja, que estaban infectados y en cuarentena en la casa. El más pequeño fue el único que experimentó síntomas leves. El resto eran asintomáticos, dijo la mujer.

En un momento en que el estado de Lawrence Rodríguez parecía mejorar, solicitó una vacuna contra el coronavirus poco antes de que le pusieran un respirador, pero también fue demasiado tarde para él. Murió el 2 de agosto, según el relato de Jones. Para entonces, Lydia Rodríguez dependía por completo de una máscara de oxígeno que le impedía hablar con sus hijos. El personal del hospital llamó a la familia el 16 de agosto para informar que la mujer había muerto.

La familia ha transmitido sus últimos deseos sobre la vacuna a los gemelos de 18 años de la pareja, dijo Jones. El plan es programar una cita para la hija de 11 años tan pronto como sea apta, y se espera que el hijo de la pareja, de 16 años, reciba la vacuna pronto, mientras los tribunales resuelven quién se convertirá en el tutor de los menores.

Fuentes The Washington Post e Infobae