Una isla que no decepciona
Entre las experiencias de turismo ligado a la exploración científica, quizás una de las más extremas sea visitar los confines de la Antártida. No es económico, por cierto, pero vale la pena. Y entre los múltiples atractivos que ofrece esa vasta, fría y desolada región, el más exótico es probablemente la Isla Decepción. Mal llamada decepción. Porque una visita a esta isla volcánica jamás puede decepcionar. Lo comprobé personalmente en enero de 2018. Muy por el contrario, conocerla impacta. Veamos por qué.
Se trata de una de las islas Shetland del Sur, al Noroeste de la Península Antártica. Este conjunto de islas está separado de la península por el Estrecho de Bransfield. Es sabido que los ingleses, en su obsesión de abarcarlo todo, rebautizan, imponen nombres. Los nombres son herramientas de dominación simbólica, claro. La llamaron Deception. Las malas traducciones hicieron el resto: Isla Decepción. Según un nombre en inglés, traducido de forma literal, debería llamarse Isla Engaño. Ellos creían haber encontrado una isla hospitalaria, con un puerto muy seguro. Pero en realidad se toparon con uno de los poquísimos volcanes activos de la Antártida. Porque de lejos parece una isla normal, pero es la parte superior de un enorme volcán, cuyo cráter se halla inundado por la irrupción del mar. Y no es un “antiguo volcán”: tiene episodios recurrentes, y de hecho erupciones registradas en 1967 y 1971 destruyeron una base chilena y otra inglesa, así como las viejas factorías balleneras noruegas instaladas en la zona.
En todo caso, hay que decir que los errores de juicio de las navegantes no son engaños. Y como hemos ya dicho, esta isla jamás decepcionaría a nadie que se precie de aventurero o explorador. Es una de las grandes joyas de los mares antárticos. Justamente por eso, es la zona del continente blanco que recibe más visitas al año.
La isla tiene forma de anillo incompleto: hay una abertura de apenas 450 metros de ancho, parcialmente bloqueada por rocas, por donde se ingresa a una especie de laguna interior, que no es una laguna, pero lo parece porque está sumamente protegida de los avatares del clima exterior. Es un puerto sumamente seguro, salvo cuando entra en erupción, claro. La comunicación con mar abierto mira al Sureste y tiene el sugerente nombre de Fuelles de Neptuno. Al escucharlo mientras se navega lentamente para ingresar, no pueden evitarse las imágenes mentales. Los fuelles se asocian habitualmente a las herrerías, y refiriéndose al mundo de la mitología romana, uno tendería a pensar en Vulcano, el dios herrero en su ardiente fragua. Sin embargo, los fuelles soplan, y en el estrecho pasaje de ingreso a Decepción suelen soplar vientos muy intensos. De allí ese particular nombre, que asocia al dios romano del mar, Neptuno, pero ligado a fuelles y no a su tradicional tridente. Y sin embargo, la idea de fragua no es errada en Decepción, pues la combinación de fuego y agua está siempre presente en este sitio volcánico. Por fuera el diámetro de la isla es de unos 12 kilómetros. Por dentro, el agua ocupa los seis kilómetros centrales.
Desde comienzos del siglo XX había sido una importante factoría ballenera, con grandes instalaciones de una empresa noruega en su interior. Sus restos son un atractivo adicional. De hecho, al ingresar a Decepción, la primera bahía que se encuentra se denomina Balleneros. Más al interior, Puerto Foster.
En la actualidad existen dos bases activas en Decepción. La española Gabriel de Castilla, y la Argentina Decepción. Ambas son bases de verano, es decir no-permanentes, y se encuentran a pocos centenares de metros de distancia entre ellas. Las relaciones entre las poblaciones estivales de ambas suelen ser muy cordiales. La base española es servida por el buque antártico de investigación oceanográfica Hespérides. Tuve la suerte de encontrarlo anclado en el puerto de Ushuaia, al iniciar la travesía. Las bases argentinas en cambio son abastecidas principalmente por el poderoso rompehielos Almirante Irízar. Durante todo mi viaje soñé con ver, aunque sea de lejos, a ese mítico buque de la Armada Argentina. El Irízar volvía al servicio después de años de inactividad debido al trágico incendio que había sufrido en altamar, y estaba recientemente potenciado. Realizaba el abastecimiento de las bases antárticas de nuestro País en la campaña de verano. Pero no pude avistarlo; parecía un juego de escondidas. En cada lugar al que llegábamos, nos informaban que había zarpado el día anterior. En la bahía de Puerto Foster al interior de Decepción, por otra parte, se encontraba fondeado el Buque Polar Almirante Maximiano, que abastece a la estación Antártica Comandante Ferraz, del Brasil. Esa base no se encuentra en Decepción sino en la cercana Isla 25 de Mayo, también en las Shetland. En esa misma isla se hallan las bases permanentes Artigas, del Uruguay y Carlini de la Argentina, entre muchas otras. 25 de Mayo es la mayor isla del archipiélago de las Shetland del Sur. Asimismo, en otros momentos del mismo viaje navegamos a la par del buque polar de bandera inglesa Protector. Se había hecho conocido en estas tierras unos meses antes, porque participó activamente en la búsqueda inicial del malogrado submarino ARA San Juan. Así de épicas suelen ser las resonancias de los viajes Antárticos.
Como nota de color, durante mi breve visita en 2018, justamente me encontraba leyendo el libro: “Antártida Negra. Los Diarios”, en el cual la reconocida fotógrafa argentina Adriana Lestido relata su estadía en la base argentina en la isla Decepción. El título de ese volumen no podría ser más revelador. A diferencia del resto de la Antártida, en donde predomina el color blanco de los hielos, en Decepción el calor volcánico hace que casi no haya hielo a la vista, solo en las partes más altas de sus crestas. El suelo que eso deja a la vista es principalmente negro: es material volcánico reciente, rocas muy oscuras. Las playas no están formadas por fina arena sino por lapilli, pequeños fragmentos de roca expulsados por los volcanes, de tamaño mayor a los granos de arena.
Las manifestaciones de la energía interna de la Tierra en Decepción son permanentes: fumarolas con olores sulfurosos, y aguas tibias en pleno océano Antártico. Los turistas habitualmente se bañan en una de sus playas, casi como un ritual.
Decepción es un destino fascinante. Único. Mal que le pese a quienes impusieron su desafortunado nombre, se trata, sin dudas, de una isla que no decepciona.