Víctor Ramski, cartero de Malvinas: "En mayo los telegramas decían 'Dios los guarde'"
Era empleado de la empresa estatal de correos y fue consignado a las islas durante la guerra. En Malvinas gestionaban 5 mil piezas de correspondencia por día más 1.300 telegramas. Los días que sufrió con los bombardeos y cómo percibió el cambio del humor social a través del contenido de los mensajes.
"Los telegramas antes del 1º de mayo eran todo aliento. 'Viva la patria', 'adelante'. Después ya pedían a Dios y la Virgen que los guarde, que los cobije. Empezó la desesperación de la sociedad", dice Víctor Ramski. Como en tantas historias, los detalles pueden ser reveladores. El cartero de Malvinas vio cómo cambió el contenido de las cartas y telegramas que recibieron en las islas y se dio cuenta, antes que nadie allí, que la guerra estaba perdida.
Víctor Ramski trabajaba para Encotel, la empresa estatal de correos. Era inspector principal en la Dirección General Buenos Aires del Correo Central. Cuando le avisaron que iría a Malvinas, fue a la casa de su familia en Rosario y no dijo nada. Al día siguiente, mirando en el noticiero las novedades de la guerra, le confesó a su esposa: "Me designaron para Malvinas". "Ella se puso a llorar. Mi hijo no quería que fuera", rememora hoy en una entrevista con Radio Universidad. Tenía el recuerdo vivo de sus antepasados polacos, que habían sufrido el horror de la Primera Guerra Mundial.
El 14 de abril partió a Malvinas para reforzar la oficina radiopostal de las islas, que tenía apenas dos funcionarios. A los diez días de su llegada, ya había unos 14 mil efectivos en la isla. "Era muchísima correspondencia. Recibíamos cinco mil piezas entre simples, certificadas y encomiendas por día, más unos 1.300 telegramas. La parte telegráfica trabajábamos más que Rosario y que Córdoba ", detalla Ramski. La demanda obligó a que solicitaran un refuerzo a la autoridad militar. Les asignaron un capitán auditor, dos suboficiales y diez soldados.
Con un sistema similar al que usan los radioaficionados armaron un sistema de comunicación para que los soldados hablen con sus familias: "En nuestra casita habilitamos un sistema de comunicaciones entre radio y teléfono. Los sábados a la tarde llamábamos a los radaristas de Córdoba. La señora de uno de nosotros juntaba a las esposas de ellos en Córdoba y les dábamos tres minutos a cada uno para que pudiera con su familia".
El 30 de abril el combate se hizo más intenso, rememora el extrabajador del sistema de correos. Ese día, Mario Benjamín Menéndez, gobernador de Malvinas ya la postre procesado por delitos de lesa humanidad por su actuación en el Operativo Independencia, decretó el toque de queda por la amenaza inglesa. A la madrugada empezaron los bombardeos. Ramski cuenta que los vidrios de la casa donde se alojaba reventaron. "Tiraron 21 bombas en pocos segundos. A las 8 dieron la primera alerta roja e hicieron la del avestruz: nos escondimos en cualquier lado", relata. Vio caer a tres de los cinco aviones ingleses que bombardearon la posición argentina. "Ese día vi en directo la guerra", suelta.
A medida que pasaban los días la situación se complicaba más y más. Ramski y los demás "carteros" limitaron la cantidad de palabras de los telegramas. Era imposible transmitir tantos mensajes si no se regularan. Recupera en su memoria esos mensajes: "'Estoy bien, cariños, besos' o 'estoy bien, mandá giro'. Nada más, porque la misión era que el familiar sepa que está vivo". La diferencia entre los telegramas anteriores y posteriores al 1º de mayo -que se retrata al comienzo de esta nota- servirían también como termómetro de cómo estaba la situación.
Eso comenzó a sentirse en las islas. Escaseaban las provisiones y no habia donde comprar. "Lo único que había para comer eran las ovejas. La gente empezó a pasar hambre, se daba una sola comida al día. Imagínense la parte psicológica, con el frío", revela. Ramski no olvida la noche en que un soldado hambriento le pidió aceite y harina para hacer tortas fritas: "Las freían en el casco de acero que tenían" .
En el continente, las escuelas argentinas escribieron cartas para mandar aliento a los soldados. En las islas, esas cartas eran un problema: "En un momento, el 80% de la correspondencia que llegó era de los alumnos y no de los familiares". Y eso que no llegaba todo lo que se enviaba. Las colectas que se hicieron no fueron a parar a los soldados. Ramski cuenta que "cuando terminó la guerra había veinte toneladas de correspondencia en Comodoro Rivadavia" .
El 27 de mayo, luego de un día entero de cañoneo de la Marina inglesa, decidió irse de la casa que ocupaba porque "los proyectiles pasaban a 30 centímetros del techo". Él y su compañero se fueron a la instalación que se había hecho para la transmisión de Radio Nacional. "A los dos días, volaron la casita donde estábamos", repasa.
Ramski quedó con terror al sonido de los aviones, como muchos de los que fueron en las islas. "Estando en mi casa, pasaba un avión por arriba y saltaba de la cama", confiesa.
La disputa militar ya era cosa juzgada y el cartero finalmente iba a volver a casa. Pero antes debe vestirse enfermero. El 4 de junio emprendió el regreso en un buque hospital. Fue levantando heridos por las islas. "Subieron 23 soldados que eran piel y hueso", asegura. El exfuncionario postal tuvo que bañarlos y curarlos. Hubo algunos que no llegaron: Ramski recuerda a cuatro soldados muertos de inanición en Bahía Fox.
Ramski tiene 92 años, pero una memoria prodigiosa. Su relato es detallado y el anecdotario termina en una conclusión con forma de metáfora: "En esa guerra nos ganaron dos generales: el hambre general y el frío general" .