Jhon Boretto: "La profundización de un modelo de universidad abierta a la sociedad"
Con 56 años, el ex decano de Ciencias Económicas se convirtió en el decimo rector de la UNC. Se definió como "un hijo de la educación pública". Nombró tres ejes para su gestión: transformación educativa, mejora en el modo de habitar y la profundización de un modelo de universidad abierta a la sociedad. Este es su discurso completo.
Muy buenos días a todas las autoridades presentes, a la comunidad universitaria y todos sus claustros, a mis queridos amigos y amigas, y a mi querida y hermosa familia, que hoy me está acompañando como en cada momento importante, muchas gracias por acompañarnos en este día tan especial.
Este acto constituye un hito muy importante para nuestra Universidad: la renovación de sus autoridades, la expresión más clara del ejercicio y la vigencia de la democracia universitaria.
Me siento agradecido y profundamente honrado del rol que hoy me toca asumir. Sé bien que este honor es fruto del esfuerzo, el compromiso y la generosidad de muchas de las personas que hoy están acompañándonos y también de la ciudadanía universitaria que en el ejercicio del sufragio asistió a las urnas. A toda la comunidad de docentes, no docentes, estudiantes, graduadas y graduados extiendo mi más sincero agradecimiento.
También quiero agradecer especialmente a la vicerrectora Mariela Marchisio, con quien hemos logrado conformar un gran equipo. Su energía, tenacidad y profesionalismo hacen de ella un pilar fundamental de este proyecto.
Finalmente, quiero hacer un reconocimiento a quienes fueron nuestros circunstanciales adversarios, que están hoy aquí acompañándonos. Tengo plena confianza en que trabajaremos juntos por nuestra Universidad Nacional Córdoba.
Formo parte de una de las numerosas generaciones de reformistas. Mi agradecimiento se proyecta también a todas ellas, a quienes supieron mantener vivo el espíritu de este proceso de transformación que se inició hace más de 100 años.
La Reforma Universitaria fue un hecho fundacional en la historia de nuestro país. Significó la materialización de un conjunto de tendencias que, desde distintas vertientes políticas e ideológicas, expresaron una voluntad de cambio y modernización.
Córdoba, que suele brindar escenario para hitos que corporizan los deseos de transformación social de cada época, marcó en 1918 un antes y un después en la memoria política y cultural de nuestro país.
El propio Manifiesto Liminar señala que “la rebeldía” que estalló en esta ciudad reconoce causas propias en el contexto de una realidad que se percibía inmóvil y desconectada de los avances que se producían en el país y en el mundo.
Mirar al pasado, a nuestra historia y de dónde venimos debe servir para identificar los retos de nuestro tiempo. Romper los muros de la universidad para impedir el enclaustramiento, tiene que seguir siendo un mandato presente.
Nuestro país presenta problemas estructurales profundos que golpean con fuerza a la sociedad. Los altos niveles de pobreza, el deterioro de la educación, las crisis económicas recurrentes, y la incertidumbre nos comprometen a que la Universidad sea protagonista, contribuyendo en la búsqueda de soluciones, sin rehuir de su responsabilidad amparándose en una actitud corporativa.
El movimiento de Córdoba nos impone un mandato de cambio permanente, una vocación transformadora constante. La Reforma Universitaria no es un objeto de museo, es una responsabilidad con el progreso que compromete a todas las generaciones que se reconocen como sus continuadoras. Es el mejor antídoto contra la endogamia, el conservadurismo y la actitud defensiva.
La gestión de Hugo Juri y su liderazgo son un testimonio claro de esta vocación de transformación, de visión, expresando la capacidad de poner en tensión prácticas que se daban por sentadas. Nos animó a cuestionar viejos dogmas. Nos impulsó a dar discusiones y debates no solo al interior de nuestra casa, sino también hacia todo el sistema universitario. Ha puesto de manifiesto una impronta reformista de la que sentimos orgullo y que forma parte de un legado que, junto a Mariela, nos comprometemos a profundizar.
Estos tres ejemplos que quiero destacar, dan cuenta, como muchos otros, de esa visión estratégica, tan imprescindible para marcar el rumbo:
En primer lugar, el reconocimiento de trayectos formativos, promoviendo las condiciones para una innovación curricular que plantee menor rigidez en los planes de estudio, mayor autonomía de los y las estudiantes y la capacidad de construir propuestas educativas interdisciplinarias de una manera más ágil.
Por otro lado, las Universidades Populares, que brindan propuestas educativas en todo el territorio, con la vocación de ayudar a dinamizar los entornos socioproductivos donde están insertas. Aprovecho para saludar a los intendentes y a las intendentas que hoy nos están acompañando, son aliados indispensables para nuestra Universidad.
Y, finalmente, el recientemente inaugurado Campus Norte, como un emblema de la educación a lo largo de toda la vida, que permitirá a nuestra universidad, en conjunto con otras instituciones, llevar adelante una novedosa experiencia de construcción colaborativa de conocimientos entre el sector público, el sistema científico y los sectores de la sociedad civil comprometidos con la innovación y el desarrollo de nuestra provincia.
Todo esto fue posible gracias a la generación de los necesarios consensos en el seno del Consejo Superior y a la superación de conflictos y dificultades, tareas a la que Pedro Yanzi Ferreira se abocó con compromiso, responsabilidad institucional y una incansable vocación de diálogo.
Mi enorme reconocimiento a Hugo y a Pedro, y a todo el equipo de gestión saliente por la gran tarea que llevaron adelante. El legado de esas líneas estratégicas nos prepara para afrontar desafíos presentes y futuros.
Pensar el mundo que viene es ser capaces de anticiparse, de encontrar en los riesgos de los problemas globales emergentes una oportunidad para que el conocimiento y la educación sean la llave al desarrollo. Estos fenómenos, endógenos y exógenos, internos y externos, plantean enormes desafíos para la Universidad, en especial en torno a la dimensión académica del quehacer universitario.
En el plano educativo, la pandemia aceleró procesos preexistentes, sobre todo, en la irrupción y masificación de las tecnologías. La virtualidad y los desafíos que trae asociados, en relación con el proceso de enseñanza y aprendizaje, no son un hecho aislado, sino que vienen a representar un cambio de paradigma para adaptar la Universidad a nuevos escenarios.
No es tiempo de seguir fragmentando el conocimiento, sino de articularlo, interrelacionarlo y potenciarlo para producir respuestas innovadoras a los retos que tenemos por delante. Los problemas asociados a la crisis climática, la pobreza, la creciente desigualdad y la falta de desarrollo sostenido de nuestro país, requieren más que nunca que la educación y la ciencia sean protagonistas de la búsqueda de soluciones.
Por otro lado, la aceleración de la transformación tecnológica también tiene impacto en los modos de concebir las profesiones, los trabajos y la producción. La robótica, la inteligencia artificial, la biotecnología, la industria 4.0, entre otros fenómenos crecientes, desafían a los sistemas productivos del mundo entero y dotan de sentido al compromiso de educar a lo largo de toda la vida.
Más que nunca, debemos pensar en la universalización de la educación a partir de un rol colaborativo, acercando propuestas formativas cortas, más flexibles, que puedan acompañar la formación continua de profesionales, trabajadores y trabajadoras para que el conocimiento sea un verdadero motor para potenciar el desarrollo.
Favorecer las redes de movilidad e intercambio con universidades de Argentina, la región y el mundo, para estudiantes, docentes, no docentes, graduados y graduadas enriquecerá la dimensión académica y aportará a la internacionalización de la currícula.
Nuestra capacidad de aggiornarnos permitirá que las universidades no vean las transformaciones del mundo como algo ajeno que ocurre a pesar de ellas, sino que sean protagonistas activas de su construcción desde una lógica de equidad y de solidaridad intergeneracional.
De los más de 400 años de historia de esta Universidad debemos recuperar la capacidad de adaptación, de resiliencia.
Nuestra historia, que nos enorgullece y nos distingue en el mundo, como la del Colegio Nacional de Monserrat que hoy está cumpliendo 335 años y aprovecho para celebrar, no es un conjunto de dogmas a preservar, sino el mejor testimonio de la versatilidad para comprender, innovar y construir una organización que permita dar respuestas creativas en estos tiempos disruptivos, caracterizados por entornos dinámicos, que se transforman aceleradamente por la influencia tecnológica en todos los órdenes.
A la vez, la universidad debe ser la responsable de redactar el legado cultural que cada generación debe sentirse obligada a entregar a la siguiente. Ninguna investigación hace prospectiva sin recoger el ayer. Ningún conocimiento puede generarse sin el registro del anterior, sin la memoria de las ideas precedentes, sin las herramientas construidas en el pasado. Todo conocimiento sólidamente generado pasa a formar parte del enorme archivo que usarán quienes nos sucedan.
Pero además de este rol histórico que debemos seguir cumpliendo, debemos prepararnos y preparar a cada estudiante para aprender sobre lo desconocido, para revisar varias veces en sus vidas los conocimientos que han adquirido y para adaptarse a profesiones o carreras que probablemente se transformen radicalmente en poco tiempo.
Somos conscientes que nuestra responsabilidad se traslada hacia el futuro. Es más que representar a quienes transitamos hoy por la Universidad. Debemos imaginar una propuesta lo suficientemente amplia y flexible para encarnar las expectativas de quienes serán los universitarios y las universitarias del mañana.
Quizás el mayor cambio de paradigma que está transitando la humanidad tenga que ver con que, como nunca antes, tenemos que formarnos y desarrollar habilidades para el cambio permanente.
En este contexto tan peculiar, signado además por las complejidades propias de nuestro país, necesitamos diseñar una agenda que esté a la altura de los desafíos que nos impone la época. Creemos que nuestra tarea es convertir la igualdad de oportunidades en igualdad de posibilidades. Sabemos que el carácter gratuito de las Universidades es necesario pero no suficiente para abrir sus puertas y garantizar el acceso de todas las personas.
Debemos dotar de sentido al lema de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, cuando dice “no dejar a nadie atrás”, construyendo para ello un conjunto de respuestas, herramientas y dispositivos institucionales que nos permitan llegar a cada rincón.
Debemos explorar sobre los márgenes de los sueños. No es posible aceptar como una cosa dada, como un juego de roles o como un destino inmodificable, que no esté en el horizonte de muchos jóvenes siquiera el deseo o el sueño de estudiar en la universidad. Jóvenes que muchas veces están cerca físicamente de nuestras aulas, pero atravesados por kilómetros de barreras culturales, económicas y sociales que las ponen en el lugar de lo inalcanzable.
La movilidad social ascendente a partir de la educación tiene que volver a ser el motor que impulse el progreso de nuestra sociedad. Soy un orgulloso hijo de la escuela pública. Hace poco tiempo, recibí un hermoso mensaje de quien fue mi maestra de primer grado en la escuela de la localidad de La Palestina. Su aliento, su contención y su apoyo, así como los que cada docente me brindó siempre, me permitieron ser el primer graduado universitario de mi familia y hoy asumir esta gran responsabilidad. Siento un enorme deber de utilizar cada oportunidad para trabajar con el objetivo de que cada niño y cada niña puedan soñar sin límites y cuenten con las herramientas para cumplir sus anhelos.
En paralelo, sabemos que la calidad es también una faceta de la verdadera inclusión. La mejora de la trayectoria formativa es una responsabilidad de quienes creemos en una educación superior centrada en las y los estudiantes. Sostenemos la calidad en su concepto más amplio y como denominador común de las actividades universitarias, del funcionamiento de sus órganos de cogobierno, del ejercicio de la autonomía plena, de la generación y transmisión del conocimiento.
Como lo señalamos en nuestro programa, hay tres ejes que guiarán nuestras acciones de gobierno: la transformación educativa, la mejora en el modo en que habitamos la Universidad y la profundización de un modelo de universidad abierta a la sociedad.
Quisiera resaltar algunos conceptos sobre estas tres dimensiones transversales:
En primer lugar, respecto a la TRANSFORMACIÓN EDUCATIVA, pretendemos, con el consenso de cada una de las facultades, generar procesos innovadores de enseñanza y aprendizaje que recuperen lo mejor de la presencialidad y de la virtualidad, tanto en el grado como en el posgrado; desarrollando modelos pedagógicos híbridos adecuados a las realidades de cada carrera; y generando más espacios para las prácticas educativas.
Concebimos el Rectorado como un espacio facilitador, que acompañe a las facultades y colegios preuniversitarios a transitar estos procesos como oportunidades de mejora, con los recursos y los medios necesarios para lograrlo.
La innovación y la calidad de la educación que se imparten deben ser conceptos imbricados en la tarea docente. Las tecnologías aplicadas a la educación son valiosas herramientas que nos pueden ayudar a amplificar nuestra tarea, ganar en autonomía, minimizar las barreras que hoy excluyen a muchos estudiantes y optimizar nuestro trabajo.
Pero nada de esto tendría sentido si no revalorizamos el núcleo de nuestro trabajo. La clase en el aula, quizás el momento más rico y prolífico de la vida universitaria, debe ser una experiencia digna de ser vivida por docentes y estudiantes.
Nuestro compromiso es maximizar esfuerzos para ensanchar el período de tiempo en el que desarrollamos las tareas que nos apasionan y minimizar el que dedicamos a procesos burocráticos. En este sentido, nos proponemos mejorar el modo de HABITAR LA UNIVERSIDAD. Mejorar la experiencia y el accionar diario de las ciudadanas y los ciudadanos universitarios.
Aumentaremos y potenciaremos los recursos y herramientas tecnológicas tendientes a dar más eficiencia a la gestión, a ampliar los derechos y la participación de la comunidad en la toma de decisiones. La innovación en la gestión, el gobierno abierto, la transparencia y la rendición de cuentas serán ejes rectores de nuestras acciones.
Queremos hacer de la sostenibilidad y de la sustentabilidad no sólo una prioridad en nuestro aporte a la sociedad, sino también una guía rectora para nuestro propio hacer, porque nada es más potente que el ejemplo. Será también una prioridad el fortalecimiento de las políticas de inclusión e igualdad de género.
Finalmente, creemos que la VINCULACIÓN Y APERTURA deben ser un eje vertebrador de nuestra tarea. La Universidad debe profundizar aún más su inserción en la sociedad, trabajar fuertemente en la satisfacción de las demandas surgidas de problemáticas sociales, contribuyendo en la generación de valor en el entramado socio-productivo de nuestra región.
La ciencia, la tecnología y la innovación son las claves del mundo en el que vivimos. Esto nos impulsa a generar las debidas políticas que garanticen la circulación del conocimiento, potenciando su transferencia hacia la sociedad, al sector productivo y a los organismos del Estado. La Universidad tiene que ser un actor estratégico en esta dirección.
Queremos hacer entonces una convocatoria a diferentes instituciones, a otras universidades, a las cadenas de valor que integran nuestra provincia, a las áreas que promueven el desarrollo y el crecimiento, para trabajar con ellas aquellas carencias de formación que puedan estar generando trabas o restricciones. ¿Qué puede y qué debe hacer la Universidad para contribuir? Queremos dar ese debate con todas las áreas del conocimiento.
Imaginamos una Universidad inserta en el mundo y en las problemáticas emergentes. Respecto a cómo lo haremos, creemos en el valor de la construcción colectiva y en el respeto por la multiplicidad de opiniones. Creemos en el protagonismo de la comunidad y en la búsqueda de los consensos para construir políticas más legítimas, con mayor participación e involucramiento.
Nuestro compromiso es construir una hoja de ruta con todos los actores implicados, a través de un esquema de planificación de trabajo flexible y dinámico que incorpore miradas múltiples en torno a un desafío definido.
El lugar a donde queremos ir importa tanto como el camino que recorramos para lograrlo. Por eso apostamos a un proceso de toma de decisiones que privilegie el debate y el acuerdo por sobre cualquier tipo de imposición. Estamos convencidos de que la participación de la comunidad universitaria no solo es un valor en sí mismo que dota de contenido y de dinamismo a la democracia. Además de esto, es una necesidad en los tiempos que corren.
Por último, creemos en la pluralidad como valor y como imperativo ético; pero además la consideramos un aspecto necesario para desarrollar una gestión. Sabemos que la Universidad Nacional de Córdoba es plural y diversa. Instituciones como la nuestra se resisten a ser comprendidas y gobernadas a partir de un pensamiento único o excluyente.
Como comunidad universitaria tenemos el deber de interpretar y aportar nuestro conocimiento para comprender y transformar la realidad. Pero nuestras explicaciones, nuestras propuestas, nuestros aportes en todos los campos y problemáticas siempre serán parciales, diversas, incluso contradictorias. La universidad no fue, no es y nunca será una factoría de ideas fijas y unidireccionales.
En un contexto tan vertiginoso como el de la sociedad contemporánea, la pasividad también es un modo de actuar, implica la abdicación frente a los problemas que únicamente pueden empeorar cuando no se hace nada.
Por eso quiero terminar haciendo una convocatoria a la acción, a enaltecer la historia de la Universidad más antigua de nuestro país, avanzando decididamente desde este nuevo punto de partida.
Imaginemos que quienes nos antecedieron en estos más de cuatro siglos seguramente se propusieron metas que parecían inalcanzables. En ese impulso incesante, destinado a no ver su triunfo definitivo, residió su grandeza y el mandato que, a partir de este mismo momento, tenemos el deber de honrar.
Muchas gracias.