Tremendo KO de Daniel Dubois sobre Anthony Joshua en un Wembley con 96.000 personas
El calvario de Anthony Joshua, la paliza que recibió y la frase de su verdugo luego de noquearlo en Wembley: “¿No se han divertido? Daniel Dubois logró su 21° KO en 22 victorias y retuvo la corona de los pesados de la FIB
Unas 96.000 personas gritan en Wembley. Es el récord de asistencia en el mítico escenario londinense y en un combate entre pugilistas ingleses. Es noche de pesados y todos saben que hay promesa de knock-out. Básicamente porque así son las peleas de los máximos y también porque los protagonistas tienen un promedio altísimo de contundencia en sus respectivos historiales.
De pronto, entra Daniel Dubois. Hijo de un grenadiense, habitante las Antillas menores del Caribe. A los 9 años comenzó a entrenarse en el Peacock Gym para evitar las riñas de pandillas en el sur de Londres. Tiene 27 años y mide 1,96 metros. Ganó 21 combates (20 por KO) y perdió 2. Es el campeón de la Federación Internacional de Boxeo porque la FIB despojó de ese título al ucraniano Olexsandr Usyk (dueño de todos los títulos luego de vencer a Tyson Fury) porque primero confirmó el desquite con su vencido en vez de exponer la corona de esa entidad ante un rankeado. Dubois es campeón casi por accidente. Pero es peligroso para cualquiera. Eso sí, su impresionante marca no esperaba tamaña respuesta del público a modo de recepción: lo abuchean camino al ring. Aunque el rechazo masivo no lo amedrenta.
Le toca el turno a Anthony Josua. De padre nigeriano, logró la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, tras superar distintos escollos y sobrepasar condenas penales por la venta y tráfico de cannabis. Tuvo una magnífica readaptación y llegó a los más alto. Se consagró titular mundial ante Charles Martin, en 2016, y batió en una pelea memorable a Wladimir Klitschko, en 2017, también en Wembley y delante de 90.000 personas. Cuando nadie lo esperaba –en modo penoso– fue noqueado por Andy Ruiz en el Madison Square Garden, de Nueva York, en 2019. Si bien reconquistó la corona ante Ruiz, las dos últimas derrotas ante Olexsandr Usyk lo relegaron notoriamente y resignó gran parte del afecto cosechado. A los 34 años, ganó 28 peleas (25 KO) y perdió 3. Mide 1,98 metros. Tiene buena pegada, es excesivamente frío y su mandíbula no es confiable. Esta noche, mucho menos.
Empieza la pelea y quedan en claro los roles: cada mano de Dubois es un tormento para Joshua, que va al piso y se reincorpora como puede. La campana lo salva en ese primer round. Pero el calvario apenas ha comenzado. Los golpes de Dubois son mazazos que van destruyendo la resistencia de Joshua. La proyección no es buena para él y en las gradas empieza a crecer la angustia. El que era favorito está padeciendo y que fue había sido reprobado no tiene piedad. Castiga a voluntad.
Joshua se va a la lona otra vez en el tercero. ¿Tiene sentido seguir recibiendo golpes en la espera de una réplica salvadora? ¿Hasta dónde lo van a dejar seguir? Parecía desorientado y tambaleante. Se fue otras dos veces a la lona en el cuarto capítulo, aunque en ambas ocasiones se determinó que se había resbalado. De pronto, en el quinto, cuando ya estaba varios puntos abajo en las tarjetas, coloca uno de esos golpes que sorprenden. Y Dubois lo siente. Lo frena.
Pero detrás de eso no hay mucho más. Por inercia, al notar que su golpe hizo efecto, Joshua se anima. Y es el principio del final, como si hubiera entrado en la jaula del león. Un derechazo de Dubois en retroceso vuelve a darle un baño de realidad a Joshua. Y segundos después, otra derecha de corto recorrido, que no parece dañina, es como una bola de acero de demolición. Cae como un muñeco Joshua. Quiere levantarse y sus movimientos son reacciones torpes: las piernas no le responden. El KO llega inexorable cuando el referí llega a 10 y casi en simultáneo vuela la toalla desde el rincón de Joshua. ¿Y acaso también llega el final de su carrera? Es, al menos, el fin de su sueño de tricampeón de los pesados, como en su momento lo fueron Muhammad Ali y Lennox Lewis.
Dubois logra su 21 KO en 22 victorias. Impresionante contundencia. Retiene el cinturón de los pesados, pero sabe que el futuro inmediato no lo tiene como candidato a cruzarse nuevamente con Usyk ni con Fury por las coronas de la AMB, del CMB y de la OMB, quienes ya tienen su futuro pactado para el 21 de diciembre, en la gran revancha, en Riad. Después de eso, vaya a saberse si tendrá una chance. Con Usyk ya perdió, pero lo hizo tocar la lona. Dubois es dinamita pura.
Se anuncia su victoria categórica y el ganador empieza su diálogo con la gente desde el mismo ring. “¿No se han divertido?”, preguntó a gritos. “Este es mi momento, mi historia de redención. No voy a parar hasta alcanzar mi máximo potencial. Soy un gladiador. Soy un guerrero hasta el final. Quiero llegar al nivel más alto”, anuncia como desafío.
Joshua prometió seguir boxeando pese a sufrir una cuarta derrota en los últimos cinco años. Esta fue la peor de todas: una paliza. El promotor de Joshua, Eddie Hearn, dijo que quería ejercer la cláusula que le daba derecho a una revancha frente a Dubois. “Tuve un oponente agudo, un oponente rápido. Muchos de los errores fueron míos”, dijo Joshua. Debería pensar en si es buena idea esa segunda oportunidad. Ya hizo bastante. Y palizas como estas dejan sus secuelas. Basta con recordar la debacle de otro ilustre entre los pesados: Deontay Wilder.
OLE / LA NACION