…Y Silvio y Pablo eran de carne y hueso
Esta nota presenta por primera vez algunas imágenes, que estaban inéditas, de los legendarios conciertos de los cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en el estadio de Obras de Buenos Aires, en abril de 1984. Las fotos son en color, encima, y estaban en diapositivas, un antiquísimo formato que se solía utilizar
Se podrían escribir millones de historias sobre el suceso.
De hecho, muchísimas personas que vivieron los días más tremendos de la noche más larga de la historia, que fue la Dictadura, y que vieron salir el sol con la recuperación de la Democracia, lo podrán hacer.
Algunas vieron esos shows en Buenos Aires, otras en la gira por el interior que se hizo después.
Y siempre puede haber una sorpresa más.
Aparecieron algunas imágenes de los míticos conciertos en Obras de los cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. No sé quién las sacó y no sé por qué llegaron a mis manos en algún momento. Sólo puedo decir que están en diapositivas, un antiquísimo formato que se utilizaba en el pasado, que eran película en positivo, podríamos decir. No negativos, sino pequeños films al derecho, que permitía la proyección inmediata, con un aparato especial, contra un telón o una pared clara.
De aquellos conciertos, que produjo el empresario Lucio Alfiz con una importante visión del buen negocio que era esa gira, se grabó un disco donde quedaron documentadas no sólo las canciones interpretadas por los visitantes, sino también los cruces con artistas locales que se sumaron como invitados. Hay otro disco, que también tengo en el archivo, de los conciertos en Uruguay. Todo en vinilo, claro.
Ahora, que han pasado tantos años, sorprende en cierto modo la inocencia de todos.
De los artistas, que imaginaban una larga primavera, y del público, que había aprendido esas canciones en malas grabaciones, generalmente en cassettes copia de copia, porque la censura militar prohibía la edición oficial de esos discos.
No había mucho sobre el escenario, según se puede ver hoy. Solo unas guitarras, unos micrófonos y otros pocos instrumentos.
Pero estaban las canciones. Y los músicos, que sí, sí, eran de carne y hueso.