Hace 18 años moría Pappo
En la madrugada del 25 de febrero de 2005 dejaba esta vida el más grande guitarrista de rock que dio el sur del mundo, Norberto Napolitano, el Carpo, Pappo.
Fue una estupidez, se sabe: en una ruta en Jáuregui, cerca de Luján, pasada la medianoche del 24 de febrero de 2005, un auto atropelló a quien se había caído de su moto de alta cilindrada. Muy rápido supimos que el accidentado era Norberto Napolitano, el Carpo, Pappo. Iba en una Harley Davidson, claro: era un rocker.
Qué pasó en realidad, poco importa. Yo puedo contar que esa madrugada me llamó mi mamá por teléfono desde Olavarría a mi casa de Buenos Aires para decirme: -Sabés, se mató Pappo. Lo había escuchado en las noticias del amanecer.
Pappo era lo que dice hoy la más reciente canción de Los Caligaris: un chico en el cuerpo de un mayor. Seguramente se reiría con la figura. Pero era así, o al menos así lo recuerdo: un pibe grandote, de risa fácil, medio bestia, muy elemental.
Pero cómo tocaba. Tenía una digitación maravillosa, tenía un sentido del ritmo poco común. Quienes lo escucharon en el comienzo de los 70 aseguran que tocaba tanto como el Eric Clapton de Cream. O como el Jimi Hendrix que acababa de morir. Pero claro, Pappo era del sur del mundo, estaba lejos de las luces, no tenía plata ni gran notoriedad. Venía de La Paternal y había llegado al centro de Buenos Aires en la tarde del 21 de setiembre del 67 alentado por su amigo Héctor Lorenzo, Pomo, el que luego sería baterista de Pappo’s Blues, claro, y luego de Invisible al lado de Spinetta. (Algún día se deberá investigar seriamente por qué en el barrio le decían Pomo a Lorenzo, y por qué le decían Pappo al Tano Napolitano, al hijo del mecánico: alguna conexión debía haber…)
Pappo entró en las grandes ligas del rock como guitarrista de Los Gatos -antes había tocado, pero sin ganar gran dinero ni gran fama, en los primeros Los Abuelos de la Nada y en Conexión N° 5- y luego formó su antológico trío Pappo’s Blues con el que dejó una huella imborrable como pionero y líder del rock y del blues duros en la Argentina. Por entonces también fue primera figura de ese colectivo informal que fue La Pesada del rock que comandaba, caóticamente, Billy Bond.
Pappo atravesó los 70 con shows y discos acá, y con viajes a Europa, donde según dice la leyenda, llegó a tocar con grandes bandas, y en el comienzo de los 80, fascinado por esa nueva aparición, AC/DC, volvió a Buenos Aires para empezar la aventura de Riff. Ahí lo conocí y en circunstancias nada felices: en la por entonces influyente revista Expreso Imaginario comenté el disco debut de Riff y dije que no sonaba nada bien. Poco después ese trabajo me llevó a que tuviera que hacer una entrevista con él, y aunque yo pensaba que esa bestia me iba a comer vivo por lo que había escrito, se limitó a sonreír… Sarcasmo. No sé qué fue más duro, la verdad. Tiempo después me reconoció que el primer disco de Riff no había tenido un buen registro técnico…
Después de eso, nos vimos varias veces. En los lugares donde tocaba -recuerdo por ejemplo en los camarines de Halley, donde su manager Mundy Epifanio, compañero mío de fútbol, era dueño de casa- o en su casa, que era la de sus padres, en La Paternal.
Recuerdo una vez que lo llamé a Los Angeles, donde se había instalado para grabar un disco. Le pregunté por sus novias y me dijo que podía contarme detalles pero que no lo pusiera en la nota. Me contó y no puse nada, claro.
También recuerdo una vez que vimos viejas películas en su pieza de soltero, en el primer piso de la casa de sus padres, y nos reímos mucho. Como dos niños viendo, por pillos, las prohibidas para mayores.
Es cierto que el gran maestro B.B.King decía que Pappo era de los guitarristas que más lo habían sorprendido.
También es cierto que aún hoy se sigue agrandando su figura y tu leyenda. Se pueden escuchar sus discos y nada será suficiente.
Abrazo, Carpo.