Joan Jara ya es parte del aire
Se sabía que alguna vez pasaría, y ayer pasó: murió la compañera de Víctor. Era inglesa, había sido bailarina, tenía 96 años. Sobrevivió al dolor más tremendo, el de haber perdido a su amor, aferrándose a Chile, la tierra que eligió para que fuera la suya. El autor de este texto, para recordarla intensa y tan humana, rescata un momento de la primera entrevista que hizo con ella, en una sala del Estadio Nacional de Santiago, en 1990
Cuánto dolor. Aquí me queda su dedicatoria y su firma en la primera página de su libro Un canto truncado, que es la biografía de Víctor, y que me regaló cuando nos conocimos, hace más de 30 años. Me queda el recuerdo de sus ojos claros, de su mirada firme pero siempre triste, de su palabra serena.
Ayer murió. La mujer que había nacido inglesa y bailarina, llamándose Joan Turner, al fin de habrá reencontrado con su amado Víctor. Habrá sido, quién sabe, en la Vía Láctea o en algún planeta, en algún lugar. Habrá sido donde va la gente y su corazón.
Tenía 96 años.
A Víctor, el cantor, lo asesinaron con crueldad en el fatídico setiembre del 73 del golpe contra el gobierno popular de Salvador Allende. Joan, puro amor, soportó el dolor y encontró su cuerpo y le dio sepultura. Luego con sus hijas Amanda y Manuela, partió al exilio. Hasta que, en nombre de la vida, las mujeres regresaron a Chile.
En 1990, poco después de que su país volviera a tener un presidente civil, o sea luego de que Chile recuperara la Democracia, la conocí.
Fue nada menos que en el Estadio Nacional, donde Pinochet habían puesto prisioneros a 50 mil de sus compatriotas.
En ese momento, una delegación internacional de artistas de primerísimo nivel, como Peter Gabriel, Sinéad O’Connor, Rubén Blades, Jackson Browne, los New Kids on The Block, Luz Casal y Los Ronaldos de España, estaba actuando con los locales Inti Illimani, en un festival organizado por Amnesty International, llamado hermosamente Desde Chile, un abrazo a la esperanza.
Peter Gabriel venía de cantar El arado de Víctor Jara junto a sus amigos, los locales Inti Illimani. Y en una sala del estadio, la entrevisté. Este es un momento de esa charla.
La Justicia finalmente dictaminó quiénes fueron los asesinos de su compañero.
Ya era tiempo de que pudiera morirse en paz.
Eso hizo ayer.