Juan Falú, sin micrófono (o como si fuera…)
Digo esto con todas las letras y bien fuerte: es uno de los músicos más importantes que tiene el país. Más allá de esto, pese a su parquedad habitual y su aparente discplicencia, es un formidable entrevistado. Y el dueño de un oculto buenhumor buenísimo. Pasó muchas veces por Disco Pi y una vez, sin mapa como siempre, nos pusimos a hablar extensamente y a un ritmo tal como se habla en la vida real, no en un estudio de radio. Y salió una charla magnífica. Escuchen y ojalá que tengan tiempo y paciencia: es una entrevista que se extiende por una hora y 40 minutos.
Juan Falú es un artista por el cual siento un profundo cariño y un gran respeto.
Cariño porque ha sido siempre muy atento conmigo. Incluso cuando nos hemos trenzado en alguna discusión de fondo, como aquella vez en la Universidad de San Luis cuando nos pusimos a hablar de rock argentino… Salieron chispas. Y qué bien lo pasé.
Respeto porque es alguien que, sintiéndose a gusto y sin apuros innecesarios, habla de todo y con todo. No escatima detalles, huele a sinceridad.
Y le sumo: por él siento mucha admiración. Por cómo toca la guitarra y por lo que siente.
Habla de política y de historia, de música, de poesía, de sus amistades y de sus enemigos. Cuenta cuentos también. Puede ser un genial humorista.
También puede que se largue por terrenos no conocidos, si está a gusto.
Estuvo varias veces en Disco Pi y siempre fue un gusto para mí.
Recuerdo especialmente -Juan no lo sabe- que una vez, un fletero que era oyente -sé de su profesión porque me lo contó y lo recuerdo- me dijo: -Me están cagando la mañana de laburo. Hace como media hora que me estacioné enfrente de donde tengo que buscar un paquete, pero no me puedo bajar de la chata para no perderme un tramo de la charla.
Divino.
Juan Falú, el guitarrista argentino, con sus mil historias a cuentas, con su buen humor y su parquedad también, con su mal humor y con su verborrágicos relatos, nos ha dejado siempre prendidos de la palabra. Y de su música, claro.
Aquí está, una hora y 40 minutos con él y con el micrófono prendido. Pasaba en Disco Pi.