Fue talentoso. También pintón, delgado, rubio y muy famoso. Tocaba la batería como pocos en el mundo del rock y por eso llegó a grabar y a tocar en vivo, en los años 70, junto a John Lennon, The Beach Boys (en el Pet Sounds, nada menos), Joan Baez, George Harrison, Crosby Stills Nash & Young, Frank Zappa, Joe Cocker, The Byrds, John Lee Hooker y Carly Simon, además de haber sido uno de los integrantes del supergrupo Derek and The Dominos, que comandaba Eric Clapton, en el que llegó a co-escribir un temazo como Layla, un histórico del rock, hoy un clásico total.

Pero tomó demasiadas drogas y no lo soportó. Las adicciones afectaron afectó seriamente su brillo y así en 1983 mató a martillazos y cuchilladas a una mujer, su mamá.

Por eso fue condenado a cadena perpetua. Y estaba ahí, tras las rejas, en un hospital psiquiátrico, cuando murió esta semana. Tenía 77 años.

La vida de Jim Gordon fue una tortura. Básicamente para él. Para quienes estuvieron cerca, claro, pero por sobre todo para él mismo. Ahora terminó y es el tiempo del sueño en paz y no de las pesadillas, de descansar, de no escuchar más esas horribles voces que sonaban en su cabeza.

Se cuenta que Ringo Starr elogió su trabajo en los parches, después de haberlo escuchado tocando con Clapton y con Tom Petty, Jackson Browne y Alice Cooper.

En la primera mitad de los 70, Gordon era alguien que maltrataba de la peor forma su cuerpo. Se inyectaba heroína, inhalaba cocaína y bebía alcohol en exceso. Fue por entonces cuando empezó a tener problemas psicóticos. Y le diagnosticaron esquizofrenia.

En 1983, hace 40 años, mató a su madre. No lo quiso hacer, dijo, pero sentía que una voz que retumbaba en su cabeza se lo ordenaba. Por eso fue condenado a cadena perpetua. En un juicio, un año después, fue declarado enfermo mental.

Jim Gordon en su batería. Foto: redes

Las regalías por Layla y por sus otros trabajos las cobrará Amy, su única hija.

Layla