Las primeras elecciones de la actual democracia pusieron en cancha no sólo al líder del radicalismo, a la postre triunfador, y a Ítalo Argentino Lúder, el hombre que representó la primera derrota presidencial de la historia del peronismo. Detrás de ellos quedaron un grupo de hombres que conforman una verdadera selección de dirigentes políticos, más allá de sus orientaciones ideológicas y conductas individuales. Verdaderos pesos pesados que se reunieron en una contienda nacional que jamás volvería a tener tan densitud.

Vamos por orden. El tercero en discordia no fue otro que el histórico Oscar Alende, ex gobernador radical de la provincia de Buenos Aires que había mutado hacia la mayor representación de la izquierda democrática. El PI de Alende fue la gran opción electoral para buena parte de la generación de los ‘70 que había sorteado el asesinato y el exilio.

Detrás de Alende, un hombre que había nacido a su izquierda y se había reacomodado hacia el centro. Rogelio Frigerio -abuelo del actual gobernador de Entre Ríos-, había comenzado su militancia dentro del comunismo y años después fundaría el desarrollismo junto a Frondizi, el ex socio del propio Alende. En esta elecciones, Frigerio llevaba una selección de candidatos a diputados: músicos, modelos, el suegro de Vertbisky, el abuelo político de Leonardo Di Caprio (a su vez, suegro de Al Pacino) y el padre de la gran bestia pop Andrés Calamaro.

Las restantes 8 fórmulas no llegaron ni al 1% de los votos, lo que hoy les impediría formar parte de una elección general. De todos modos, se sucedieron, con porcentajes pobrísimos, hombres -sólo hombres- con pasados protagónicos o futuros prometedores dentro de la política argentina. En 5to lugar se ubicó Francisco Manrique, dirigente de la derecha castrense, furibundo antiperonista y siempre señalado como coresponsable de los fusilamientos de la dictadura del ‘55. La democracia siempre da oportunidades, incluso a Manrique, hombre de todas las dictaduras argentinas.

Foto: educ.ar
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Detrás de Manrique se ubicaba un ingeniero egresado de la UNC con una historia por detrás y otra por delante. Álvaro Alsogaray estrenaba, en 1983, su último y gran sello electoral: la UCD, que 6 años después se convertiría en 3era fuerza a nivel nacional e impensado aliado del PJ. Alsogaray ya había sido ministro de Economía, había fundado otros sellos políticos y se candidateaba a la presidencia teniendo un sobrino desaparecido por la última dictadura -por el que jamás hizo un reclamo, ni antes ni después-. Rafael Martínez Raymonda, eterno diputado nacional y marca notable de la democracia progresista, cerraba la oferta electoral recostada sobre la derecha.

Foto: educ.ar
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Los 4 últimos del podio eran, por el contrario, la representación de una izquierda que, en 1983, sobrevivía pese a todo. El joven trostkista Luis Zamora hacía su estreno electoral en representación de su partido -el MAS- y disputaba voto a voto con el hombre del socialismo, Guillermo Estévez Boero, posiblemente el último gran líder del PS -sin que se ofendan los seguidores de Hermes Binner-.

Foto: educ.ar
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Con poco más de 10 mil votos, al último de todo, se ubicaban otros dos expresiones de la izquierda. El histórico Jorge Abelardo Ramos volvía a ser candidato como en 1973 por el Frente de Izquierda  Popular. El hombre, gran cuadro de la izquierda internacionalista devenido en ferviente menemista con los años, iba acompañado en aquella expresión de izquierda por las hermanas Vigo, incluida Alejandra, que iniciaban la aventura militante en un espacio de origen troskista que a los pocos años se adheriría al peronismo.

En último lugar, en las elecciones de 1983, se ubicó un cordobés en representación del Partido Obrero. Gregorio Flores había nacido muy cerca de Tulumba, en una familia de campesinos pobres. Protagonista de las luchas de Sitram Sitrac y del Vivorazo, Flores le hizo honor al partido por el cual se presentó. Además de cuadro intelectual, había sido obrero y tras su candidatura, además de ser escritor, Flores fue, entre otras cosas, albañil y pintor de obra.

No hubo, ni antes ni después, otras elecciones nacionales que reunieran a dirigentes que, más allá de su suerte electoral, representaran, en conjunto y genuinamente, todas las expresiones que conforman a la sociedad argentina.