Con el tiempo parece una cuestión resuelta: es innecesario intentar ordenar la vida de Diego Armando Maradona. Uno siempre fracasa, aunque no por falta de material. Y la cuestión no apunta -solamente- a su desprolijo carácter.

Maradona había comenzado el año 1994 como futbolista de Newell's, poco después de que se consumara su regreso a la Selección y con Estados Unidos en la mira. Pero lo terminó sancionado por doping y como entrenador.

Ese calendario es sólo una muestra que, para hablar de sus vivencias, es tanto o más importante ponerlas en contexto.

La concentración de la "Lepra" que abandonó después de un amistoso con Vasco da Gama; los balinazos en la quinta de Trujui; la estancia en El Marito, La Pampa, para prepararse con el "profe" Signorini; Cerrini; el Mundial y el "me cortaron las piernas" construyeron un semestre en el que fue futbolista.

Después, la sanción... aquel Mandiyú con Goycochea en el arco, el increíble partido del Monumental que le empataron Francescoli y Gallardo más una rápida salida para su arranque como DT.

Aventuras de sólo un año. Para cualquier mortal, una sola de aquellas alcanzaría para contarlas a nietos y bisnietos.

Narrar que todo aquello, pese al golpe que le significó y su siguiente llegada al banco de Racing, no fue el final de su carrera adentro de la cancha, sino sólo un capítulo más.

En sus últimos tiempos de botines se encontró con Mauricio Macri en Boca. Sólo haber estado en aquel plantel podría ser motivo para escribir un libro. Partiendo, por caso, del "Cartonero Báez" que luego se transformaría en Presidente de la Nación. La historia nunca dejó de enfrentarlos y de Diego se recuerda el "No sabe leer" que lanzó. El enfrentamiento ideológico, primero de clase, también se transformó en político.

Los '90 maduraban igual que él y aquel idilio que incluyó un llamado para la reelección de Carlos Menem se había apagado.

El salto de su experiencia en el banco de suplentes desde aquel '95 en la Academia de Avellaneda a dirigir la Selección desde 2008 rumbo a Sudáfrica sólo se explica por su persona, más allá del oportunismo de Julio Grondona.

¿Revolucionario yo?

Una mirada rápida ubicaría la amistad que Diego construyó con Fidel Castro en aquellos tiempos en La Habana recuperándose de su adicción a la cocaína, después del incidente cardíaco en Punta del Este y de haber estado hablando con "El Barba" un tiempo.

Seguramente es así. Pero al líder cubano lo conoció tras el Mundial de 1986, cuando la agencia local Prensa Latina, que entregaba sus premios en persona, lo eligió como deportista del año. Entonces, surge aquella imagen en un salón junto a Claudia, su mamá, sus hermanas, ese ejército de mujeres que llevó para recibir la condecoración, junto al Comandante.

El periodista Pablo Llonto sugirió un "salto en la conciencia" tras aquella visita, en aquel jugador de 26 años.

Su regreso a la isla cuando el Siglo pasado se moría, sus encuentros con "Napoleón" en la clínica le forjaron su carácter Fiorito y el recuerdo de sus padres como "peronistas en silencio".

Su sincero apego a las causas populares es conocido... Y en la actualidad, también sus palabras resultan necesarias.

Nadie quiere ingresar en el vínculo con la fe católica. Porque el tiempo vuelve a romperse desde aquella frase "Vendé el techo, fiera", al arquero Juan Pablo II que vio a finales de los '80, hasta su regreso al Vaticano para saludar al Papa argentino, Francisco.

El rompecabezas de 1979

El 25 de diciembre de ese año, el Luna Park fue escenario de “La Navidad de Maradona”. A beneficio del Patronato de la Infancia, había sido organizado por la flamante empresa de Jorge Cyterszpiller, su primer representante, para juntar fundamentalmente juguetes para niños.

El astro tenía 19 años recién cumplidos, venía de ser Campeón Juvenil y del evento participaron, solamente, Valeria Lynch, Carlos Monzón, Juan Carlos Calabró, el "Muñeco" Mateyko y Jorge Porcel, entre otros.

Diego ya tenía "una imagen" que vender. Eran tiempos de Dictadura Cívico-Militar y en aquellos tiempos no zafó de tener que hacer el Servicio Militar, sorteo mediante. En alguna entrevista de la época dijo estar "muy contento" porque lo trataban bien y que tenía permisos para ir a entrenar a Argentinos y con la Selección de pibes que se alistaba para viajar a Tokyo. Con posterioridad, reconoció que Videla los usó para promover la Colimba.

En la puerta del Regimiento de Infantería 3 de La Tablada alguna vez se presentó una Coupé Taunus que llamó la atención, por caso, del -a la postre- actor Gabriel Corrado, compañero en aquella aventura.

Todavía Cyterszpiller no había adquirido en Tokyo una cámara de video profesional ni tampoco había contratado a Juan Carlos Laburu para que lo filmara día y noche, tal como ocurrió en Barcelona y Nápoles.

Cuando el documentalista Asif Kapadia las obtuvo, tras negociar con el Laburu que vive jubilado en el sur italiano, vio la luz "Maradona. Rebelde. Héroe. Dios". Una pieza de colección con imágenes inéditas, estrenada pocos días después de la muerte del astro, a fines de 2020.

Como lector, ya noté que me salté más de 40 años. Miro una imagen de Diego y, como a muchos, me parece tan injusto como increíble que haya muerto. Que no nos diga, como suele hacer Estela de Carlotto, hacia dónde ir.

En definitiva en aquel 1979 también charló con otra joven como él: Nora Vega, la patinadora multi-campeona del mundo. Fue en la entrega de los Premios Olimpia, y la deportista contó que aquel ruludo se le acercó para que le cuente sobre ella, porque no tenía "nada que hablar" en las mesas en las que están "los llenos de guita con trajes".

Nora le confió que se compraba los patines y vendía rifas. En ese momento recibió un abrazo, pero unos días después, fue una nota que decía: "Anda al banco y retirá toda la plata que necesites para competir. Un saludo. Diego Armando Maradona."

Todavía no pudimos narrar cómo fue Japón 1979, las sociedades con Ramón Díaz y los días con Menotti, que otra vez conseguía un título ecuménico.

Cómo no asociar su primera vez en el Balcón de la Casa Rosada y empezar a contar, también, cuando vio la Plaza de Mayo repleta en 1986 y el '90. Si sufrimos algún descuido, tal vez podamos olvidar que, a pocos días de asumir Alberto Fernández, también salió a saludar, para sorpresa de propios y extraños, con una pequeña réplica de la Copa del Mundo.

¿También fue Embajador deportivo? La primera vez, condecorado por Argentina, fue en 1990, aunque Menem se apuró en quitarle la distinción tras el doping y enviarle a toda la prensa a filmarlo en Caballito.

Entre vaivenes, en Emiratos Árabes se produjo su vuelta como entrenador en clubes (N. de la R: tras 13 años sin ser DT, condujo a la Albiceleste hasta el 0-4 con los alemanes en Sudáfrica 2010): Al Wasl primero, Fujairah después. En su exilio del país fue Embajador Deportivo emiratí.

¿En qué lugar de nuestra redacción incluir aquella presunta postulación, en una cadena televisiva peruana, para ser vicepresidente de Carlos Saúl en los comicios de 2003?

Consumamos así, con este salto involuntario, un nuevo fracaso de construcción de aquella línea del tiempo.