No siempre Año Nuevo fue en Año Nuevo
¿Quién, en el mundo, podría discutir hoy la uniformidad del calendario? Parece que nadie, pero las semanas y los meses no siempre exhibieron tanto orden. Días desfasados, un continente con frontera temporal, un 30 de febrero, gente que murió antes de nacer y la guerra entre católicos y protestantes. Nada más multiforme que el tiempo, que pasa a veces rápido, a veces lento.
Roma fue, y lo hemos aprendido en las primeras lecciones de historia, la cuna de buena parte de lo que hoy conocemos como mundo occidental y cristiano. La gran ciudad que marcó un rumbo determinado. Fue en esa cuna que se puso en marcha el calendario que empezó a regir en el mundo latino. Un calendario de 355 días que componían un año y que se dividía en 12 meses. Año que iniciaba en martius para seguir luego por aprilis, maius, iunius, quintilis, sextilis, september, october, november, december, ianuarius y februarius: todo en ese orden. Ya veremos por qué.
Aquel calendario, llamado republicano y que tenía 10 días menos que el año solar, generaba un desfasaje que hacía que en primavera ya se viviera calor de verano. Cuando advirtieron esto, cada dos años se agregaba un mes intercalar de 27 días llamado mercedonius. Así, durante dos años, el año duraba 355 días y al tercero, 377. El que decidía todo era el Sumo Pontífice. Hasta que llegó un hombre llamado Julio César y ya nada fue igual.
El emperador, guerrero por naturaleza, vivía en conflicto bélico y tanta guerra hizo que Roma se olvidara de los meses intercalares y así Europa se encontraba en pleno julio, época de verano, con frío. Frente a esto, Julio César, con más poder que cualquier Papa, se hizo cargo del asunto y le pidió a Sosígenes, astrónomo de Alejandría que como buen egipcio la tenía muy clara, que hiciera nuevos cálculos para no andar intercalando meses. El elegido sabía que el año solar duraba 365 días y hacia ese objetivo fue para que en el 46 AC, el calendario republicano fuera reemplazado por el calendario juliano. Para reordernar todo, hubo que estirar el año hasta los 445 días el 46 AC para iniciar el 45 AC como corresponde en la era juliana.
De aquel calendario republicano se mantienen casi todos los nombres de los meses. Sólo se reemplazaron dos nombres: quintilus por julio -en homenaje a él mismo- y sextilus por agosto, en recuerdo de Augusto, el primer emperador romano. Otro gran cambio fue que el año año dejará de llegar los 25 de marzo, día de la Anunciación, y comenzará en ianuaris, es decir, el 1ero de enero, en consonancia con la asunción de lo cónsules romanos. Faltará mucho tiempo -recién en el Siglo XI- para que la figura de Cristo comience a marcar cierres y comienzos de año. Esto, pese a que se sabe que hay un error: Dionisio el exiguo se equivocó al calcular el año de nacimiento de Jesús y hoy se estima que el enviado nació 4, 6 o 7 años antes del año 1. Lo admite hasta el propio Ratzinger en su libro Jesús de Nazareth.
La huella de que el año empezaba en marzo aún se mantiene: en aquel calendario, al ser marzo el mes 1, septiembre -hoy mes 9-, era, como lo indica el propio nombre, el séptimo mes: septiembre. Y así octubre -el octavo-, noviembre -el noveno- y diciembre -el décimo-. Ahí se entiende la lápida que se conserva en la catedral inglesa de Salisbury: "Reposa aquí -dice sobre una tumba- el cuerpo de Thomas, hijo de Thomas Lambert, que nació el 13 de mayo del año del Señor 1683 y murió el 19 de febrero del mismo año". Nació en mayo y murió en febrero del mismo año. ¿Qué? Y sí, aquel febrero era nuestro diciembre de hoy.
Igual, más allá los intentos ordenatorios de Julio César, cada cual festejaba el inicia del año cuando quería. España, en el día del supuesto aniversario de la circuncisión de Cristo, el 1 de enero; Rusia, el 1 de marzo; en Francia durante las Pascuas; el 1 de abril en Toulosse y el 25 de diciembre en Alemania. Inglaterra y todas sus colonias, incluido Estados Unidos, recién en 1752, van a adoptar el 1 de enero como inicio del año nuevo.
Pero algo faltaba: las estaciones seguían desfasadas. Algún cálculo había salido mal.
Y UN DÍA LLEGÓ GREGORIO
El calendario juliano había calculado que el año solar duraba 365 días y 6 horas, cuando en realidad el ciclo dura –por hora, ya la tierra viene lentificándose- 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos. El acumulado hace que en 128 años se pierda un día.
Así fue que en 1582, el Papa Gregorio se puso al frente del asunto y creó el calendario gregoriano que hasta hoy rige los destinos de la humanidad. Así fue que el octubre de 1582 se pasó, sin escalas del 4 al 15. No existieron en la historia de la humanidad los días que van del 5 al 14 de octubre. Esto porque el calendario juliano se había desfasado esa cantidad de días: 10, correspondiente al acumulado por ese fallo de Sosígenes de 11 minutos y 15 segundos. El problema para Gregorio no era tanto científico, sino religioso: las Pascuas iban mutando su origen primaveral (en Europa) y en cualquier momento se conmemorarían junto con el 25 de diciembre. Y allí la gran duda: Jesús nació primero y luego murió, ¿o a la inversa? El Papa, al final, le suprimió 10 días a la historia del mundo y resolvió sus Pascuas. Pero también, hay que reconocerle, elaboró el calendario más exacto al que se pueda llegar.
Pero para aquella humanidad civilizada no será fácil que le saquen 10 días así nomás: ¿los sueldos, los alquileres, los impuestos? ¿Qué hacemos con 10 días menos? Ah, dijo Gregorio, que lo resuelvan los jueces. El Papa solo se ocupó de los santos que ese año se quedaron sin días: Rústico, Apuleyo y Calixto, junto a los otros, serán festejados en días previos. ¿Y los que cumplían años en los días suprimidos? Una novela, El agujero en el calendario, imagina la situación y pone al Papa en el difícil trance de decir que cada cual festeje como antes. Pero es ficción: los que cumplían entre el 5 y el 14, ese año cumplieron sin cumplir.
De todos modos, el mundo no era tan homogéneo. Y mucho menos lo era hace 500 años. Sólo Italia, Portugal y España, católicos, tomaron todo al pie de la letra: se acostaron el 4 de octubre y se levantaron el 15 como si nada. En Francia recién se suprimieron los 10 días recién en diciembre (del 9 al 20) y los belgas generaron una locura: pasaron del 21 de diciembre al 1ero de enero y se quedaronn sin navidad ni año nuevo. En la Europa protestante lejos estuvieron de darle el visto bueno al Papa. De allí la frase del astrónomo Johannes Kepler: "Los protestantes prefieren estar en desacuerdo con el sol que estar de acuerdo con el Papa".
Las diferencias entre católicos y protestantes hicieron que algo, instalado como verdad irrefutable, no sea más que un mito infundado. La Unesco decretó que el Día Internacional del día sea el 23 de abril por la supuesta coincidencia de día y año de las muertes de William Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra, los dos grandes próceres de la literatura. Sí, murieron en la misma fecha, pero no el mismo día: en Inglaterra se mantenía el calendario juliano e iba unos 10 días atrasados. Qué hablar de la confusión del rey Guillermo III, que salió de los Países Bajos el 11 de noviembre de 1688 y llegó a Inglaterra el 5 de noviembre: otra que volver al futuro.
Europa vivirá en dos espacios temporales distintos durante casi 200 años. Recién en 1752 los protestantes bajarán la guardia y se suprimirán 11 días: del 2 al 14 de septiembre. También los ingleses dejarán de lado otro capricho: festejar año nuevo los 25 de marzo. En 1752 el año nuevo inglés será a partir del 1 de enero. No fue fácil: Give us back our eleven days (devuélvannos nuestros 11 días) fue la proclama seguida de revueltas violentas en contra del nuevo calendario. Pero no todo los integrantes del reino estuvieron de acuerdo con adecuarse al mundo cristiano. Foula es una pequeña isla frente a Escocia, en el Mar del norte. Poco más de 30 habitantes nórdicos y bravos que se negaron durante décadas a sumarse al mundo. Con el tiempo no les quedó otra, pero igual mantienen como práctica cultural y de resistencia el festejo de cada 6 de enero: Navidad se mantuvo en el calendario juliano, sin importar lo que dictamine el sol y mucho menos Gregorio.
RECUADRO+ SUECIA LA DÍSCOLA
Ni con España ni con Inglaterra. Suecia no cambió en calendario en 1582, pero tampoco espero a los ingleses hasta 1752. Hizo la propia en 1700: un calendario único con fecha de vencimiento en 40 años. No se trata más que del mismo juliano, pero al que se le suprimieron todos los 29 de febrero de los años bisiestos: cada 4 años se sacó un día, durante 40 años y así eliminaron 10 jornadas. Todo muy pensado hasta que Dinamarca, Polonia y Rusia los atacaron y el orden sueco se perdió en batallas. Cuando recuperaron la calma advirtieron que se le pasó suprimir días y había que reordenar todo. ¿Qué hicieron? Inventaron el único 30 de febrero de la historia de la humanidad, en 1712. Recién en 1753 se sumarán a la onda gregoriana, pese a la férrea oposición protestante. Algunos cantones suizos resistieron hasta 1812. Bulgaria hasta 1816 y lo que será Yugoslavia, en 1919, que eliminó 13 días de enero. Cuanto más pasaba, mayor era el desfasaje.